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AUTOSCOPIA

MATERNIDAD

Ella traía animalitos de cristal sabía que en cualquier momento yo moriría y junto a mi cadavérico cuerpo se sentaba como una mantis no decía nada porque yo no podía oírla acariciaba todos mi dolores y como es lógico y estúpido lloraba. La veía día a día venir, traspasar la puerta y ocuparse día y noche de mí. Entonces presentí que no me amaba que en verdad no me amaba. Comencé a observarla con mayor detenimiento, todas las cosas que hacía eran para acelerar mi muerte. Tan exacta. Lo único terrible es que no lo sabía.
Los últimos días de mi agonía había concluido el plan, estábamos frente a frente como ahora en que ya no estoy; ella entró al dormitorio y ambas nos sonreímos, sabíamos que había vencido. Lloró como es de costumbre, besó mis ojos, cerró mis labio y se vistió de negro. Había decidido tener otro hijo.

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