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AUTOSCOPIA

12/09: 7 APUNTES PARA UNA RE-VISION DE NUEVA POESIA EN AREQUIPA


José Luis Córdova


El presente texto fue publicado inicialmente en la revista electrónica "Espergesia" colgada en el site de la Universidad Nacional de San Agustín de Arequipa, Córdova ha corregido sus primeros criterios y aumentado algunos que cree son valorables para un mejor entendimiento de la poesía en Arequipa. Precisamente este texto se convirtió en comentario de algunas tertulias de indomables autores a fines del pasado año 2006


UNO
Después de la irrupción horazereana, se ha puesto en las pasarelas que cada nueva “implosión colectiva” de una región, venga cargada de un discurso demasiado irreverente al “canon” vigente, con posturas caudillistas —o precursoras para ser más irónicos— cuya espada ha sido el tetrasílabo «innovación», o, en el mejor de los casos, «renovación», haciendo que se vuelva una “explosión” a través de mitos extravagantes, como el caso Verástegui, o solamente intrascendentes fouls deportivos con los que, valiéndose de líos tan domésticos, en base a discursos de frágil ocurrencia y aceleradas declaraciones sobre quién ha sido el último que ha roto con la tradición, algunos postulan —con una impronta posmoderna, y como sucede en estos momentos— para negar a la generación inmediata anterior, aclamando a quien tomará ese supuesto “vacío”; y todo eso, gracias a un excesivo ánimo heterodoxo, producto de un rezagado vicio de protagonismo yoista que, en excelsado ego, sólo trafica intenciones mediatas de ser la comidilla en el ámbito gremial, o para decirlo en otras palabras, llamar la plena atención de sus congéneres.
Así, el contexto nacional es un círculo vicioso cuya irremediable bilis, hace que —caso Clemente Palma—, todo esto pase a enriquecer la mera anécdota histórica que, por una parte, hacen ver a estos “visionarios de la innovación” como pequeños cíclopes modernos cuya corta vista horizontal alcanza sólo hacia los costados inmediatos (y además, como eternos hijos negados y sujetos siempre a lo que dicta occidente), y por ello, no pueden ver más adelante o atrás, mucho menos arriba abajo —caso que, como veremos páginas más adelante, no ocurre con esta irrupción—; y por el otro, los uniformiza y/o los esnobisa hasta que por el hartazgo, por ello, no comprenden que ha sido la insularidad y no las reuniones cantineras recargadas de yoismos la que nos ha traído voces verdaderamente irreverentes e innovadoras.

DOS
Y, similar es el caso de la crítica peruana actual, la misma que a estas alturas es apenas un discurso necrocrítico. Nacida con el síndrome valdelomariano ha sido puesta en las manos de una pequeña afiliación construida con un invulnerable autobombo (culpa de las colectividades) y sólo ha dado en el oasis grupal autoinflaciones temporales de hidrógeno ignífugo, dejando en otro plano su verdadera función; esto, gracias a una cómoda labor de ver el medio con esa esquiva tolerancia de querer llevarse bien con todos y en el entorno más cercano posible. Así por ejemplo, tenemos la romántica crítica especializada, que —sin recursos culturales y propuestas—, últimamente, apela al refrito; la muy extendida condescendiente “de familia”; y la daltónica periodística, poco entendida, o mejor dicho, desentendida en este campo; de ahí que, aparte de la absurda «sinonimia», han establecido títulos al mismísimo estilo yanqui , como “Literatura Peruana” que enmarca a todo lo que se hace en Lima, y “Literatura Regional”, a todo lo que está exenta de ella, o lo que se hace —citando al brutalizante mass media y por culpa de Basadre—, en el llamado “interior del país” .
Y si además a esto le sumamos la migración y el poco esfuerzo o la ceguera —invalidez estaría mejor— de la misma institución letrada, tenemos como resultado la existencia de poetas “peruanos” y poetas que aún no son considerados dentro de lo que se llama “poesía peruana” —mucho menos los que, con “propia voz”, hablamos o escribimos en este “interior”—, y siendo así, los más jóvenes tendríamos que emigrar al “centro” para ser considerados, más adelante, dentro de un panorama nacional; cosa que no hicieron, por ejemplo, poetas como José Gabriel Valdivia, Lolo Palza, y Luzgardo Medina Egoavil, que han alcanzado niveles que sobresalen en un panorama casi uniforme, y que sólo han sido opacados por su menguada producción, ataviada en un silencio inexplicable (¿la falta de crítica?) en cuanto a creación constante y actual se refiere.

TRES
Es en este contexto que este cliché setentista —basado en «una antigua y renovada modalidad de convivencia: el grupo» (Luque Mogrovejo, 1990: 9)—, ha traído posteriores réplicas cargadas de tonalidades divergentes; y así, en los 80, inmersos en el decadente pop y con una juventud despreocupada, tenemos a Kloaka —lo más conocido de Lima—, mientras que en Arequipa —que no se vio ajena a este tipo de agrupaciones—, tenemos a Ómnibus y Eclosión, en medio de una efervescencia de movimientos , cenáculos e insularidades, todas inconclusas, empeñados en editar una diversidad de revistas de corta duración (aproximadamente 20), quizá, como dice Mogrovejo (Ibíd.), sólo por ese «gustito indefinible por ingresar en la historia».
Pero, a decir verdad, para el caso local, esta generación —postergada una década después (de Hora Zero)—, si bien fue disímil en el panorama nacional, también es cierto que no fue más que un «remedo con tonalidades y características propias de lo que fue […] [Lima] del 70» (Cáceres C.: 2003: 198), y que, como en otros lugares del país y en diferentes contextos, surgió cargada de una “avalancha” de revistas, manifiestos, y todo tipo de instrumentos que sirvieron para difundir el quehacer poético de sus congregados: trifoliados, boletines, fanzines, plaquetas, además de los clásicos recitales, etc.; siendo válido también, los «escupitajos y puñetes verbales […] [surgidos, entre] revistas» , debido a discusiones acerca de quién era mejor, qué era verdadera poesía y qué no era, o qué estaba bien para publicarse y qué no, acusándose finalmente, de hacer “remedos” o en el peor de los casos, “adefesios” de poesía.
Sin embargo, pese a ello, hoy son muy reconocidos en el país nombres como Oswaldo Chanove, Alonso Ruiz Rosas, Odi Gonzáles o Alfredo Herrera Flores, poetas que cuentan con varias producciones y premios nacionales, así como incursiones en otros géneros o realizaciones experimentales como es el caso de Oswaldo Chanove.
Posteriormente, para la época del meneito y la macarena, mientras en Lima aparece Neón, aquí todavía ebrios de la fuerte movida ochentera, sólo quedarán algunos remilgos individuales, a los que Ablaciones ha llamado «fumarolas de los 90» , cuya difusión estará a cargo de dos importantes revistas que silenciaron rápidamente: “Claraboya” y “Escritos (plegado de pensamiento, poesía y prosa)”. Eso es lo poco que se sabe de esta época, donde destacan claramente Carlos Tapia Delgado que publicó Música para afeitarse (Arequipa, Gente por la cultura, 1998) y Jimmy Marroquín Lazo con Dinámica del fuego (Arequipa, Lago Sagrado Editores, 2000), quien además obtuvo con Teoría Angélica el COPE de plata en el 2001; pero ya iniciado el nuevo siglo, y con la perspectiva que apuntaba Orgios, emerge nuevamente una movida, y esta vez, trascendental para la poesía actual que lentamente discurre en el país.

CUATRO
Esta nueva irrupción aparece sin discursos panfletarios ni pronunciamientos de polémica vergonzante. Al principio son colectividades que sin la clásica afinidad de congregación identitaria, sólo tendrán el simple interés de difundir su poesía , y que observándola, transcurridos varios años, finalmente viene a ser la suma de individualidades en una mixtura —o heterogeneidad— que, con propósitos distintos, ve las cosas desde otro ángulo: la acostumbrada persistencia por la búsqueda sin ser totalmente ajenos a ninguna voz ni al contexto mismo, tanto inmediato como tradicional, ni al insular y universal que en toda época se presenta.
Así tenemos el caso de Triángulo: Juan Yufra, Álvaro Fischer, Luis Rodríguez —hoy Filonilo Catalina— y Rubén Soto, quienes, paradójicamente disímiles, han logrados a través de exploraciones resaltantes una producción regular y equilibrada. Aparecidos al finalizar el XX, este grupo ha estado alejado del yoismo provocador y sólo se les ha visto esporádicamente, publicar en algunas revistas o leer su poesía en distintos recitales. A mediados de 2003, dieron un recital como agrupación en el Centro Cultural Chávez de la Rosa; posteriormente, Soto, en la docencia preuniversitaria, regresó a su natal Puno ; Filonilo, ganador del COPE de bronce 2005, difunde su creación a través de plaquetas y trifoliados; Yufra, reconocido también con un premio de poesía organizado por la municipalidad de Yanahuara en el 2004, se dedica a la docencia escolar; mientras que Fischer, en un retiro extravagante pero momentáneo, apuesta por la música vernácula ayacuchana. Sólo ha quedado como referencia el sello editorial Triángulo y 5 textos editados.
Luego en el 2000, surge una de las más herméticas agrupaciones: el Círculo poético Enroque y más versos, cuya intención se expuso en la captación de poetas jóvenes de la Escuela de Literatura y cuyo fundador, Orlando Bedoya, destaca al lado del cuzqueño Martín Zúñiga, quienes realizaron una edición, quizá, la más extensa en cuanto a números (más de 21 publicaciones que fueron una mezcolanza de trifoliados, fanzines, plaquetas y boletines), pero empeñados en una invariable producción, su labor fue quedando en una mera intención de dar a conocer las voces más jóvenes y disparejas de su entorno. Actualmente algunos de sus adherentes publican la revista Mítica, mientras que Zúñiga desde el Cuzco, es uno de los impulsadores del Bloog de poesía peruana contemporánea Urbanotopía.
Pero es a mediados de 2001 que aparece una agrupación dispuesta a remover el panorama emergente: Orgios, y abriendo los brazos hacia todos los rincones posibles, se aprestó al bullicio pero con una hiperacción que apenas duró medio año. La intencionalidad afín de esta agrupación fue la de congregar a todos los poetas jóvenes en recitales a tribuna abierta para luego antologarlos en 3 revistas que sirvieron de palestra para explorar, reconocer y cavilar sobre el nuevo panorama, y, como ya mencioné, marcaron el inicio de lo que ahora se expone y que, sin duda, considero como objeto de merecida atención. Aquí aparece Oscar Saldívar, que publicó a fines de 2002 Hemiplexia (Arequipa, edición del autor) y más recientemente Hábitat trashumante (Arequipa, Grita Ediciones, 2005). Posteriormente en el 2003, algunos de sus adherentes fundaron la revista Cártel, que hasta ahora tiene apenas 2 números, y uno de ellos, Luis Ormachea, publicó Índice (Arequipa, edición del autor, 2004) y Bóveda (Arequipa, Grita Ediciones, 2005).
Lo que seguirá más adelante, es la aparición de revistas, —siempre de corte universitario y desde el campus de San Agustín—, impulsadas por individualidades y con propuestas abiertas de difusión. Así tenemos a la desaparecida Caleidoscopio de la Escuela de Derecho, que sacó a la luz a Ignacio Infantas; Cara de camión (cuya vigencia llegó a 9 números) a cargo de Jimmy Barrios, quien, además, editó desde mayo de 2004, otra revista bi-regional (Lima-Arequipa): Grita, (interrumpida al año siguiente ¿?), con un proyecto editorial interesante, el cual consistía en auspiciar publicaciones de jóvenes a través de la ONG que llevaba el mismo nombre (lamentablemente, también dejó de existir el año pasado).
Luego, a inicios del 2002, aparece Ablaciones, movilizada por 2 estudiantes de ingeniería: José Córdova, que publicó Pre-textos (Arequipa, Editorial UNSA, 2002) y Lenin Velarde Paredes quien ya cuenta con 2 publicaciones: Carol (Arequipa, 9no Granizo, 2003) y Hocrelugural (Arequipa, 9no Granizo y Wawasara editores, 2006). Aquí se comenzó a destacar una labor interesante que va desde difusiones locales, nacionales y del continente, hasta trabajos de crítica literaria, narrativa, entrevistas y artículos, entre otros. A fines de ese mismo año, aparece Lego que tuvo una vigencia de sólo 5 números, a cargo de Ana María Florez; aquí también se intentó publicar diversos géneros y algunos intentos filosóficos.
Y casi recientemente (fines de 2005) han aparecido Dragostea con un tratamiento no muy selectivo pero sí provocador (por ejemplo, el primer número salió con una recopilación de literatura no heterosexual) y una propuesta editorial que hasta la fecha ha publicado 3 libros: Cuentos del cuzqueño Jorge A. Vargas Prado (2006), Ideograma de Robert Baca Oviedo (2006) y la traducción del manifiesto SCUM de Valerie Solanas (2007); Bastardía los que también han surgido con la propuesta editorial de auto publicarse; y el colectivo Demetrio Caicho cuya revista lleva el nombre de El pasto verde.

CINCO
Ahora bien, observando este panorama y el contexto en el que se desenvuelve, puedo decir que esto es algo más que alentador. Las nuevas voces, cuyos textos marcan nuevos proyectos de asumir poesía contemporánea, se levantan frescamente sin trompetas, histrionismos o esfuerzos apurados por apretujarse en la combi literaria. Y para dar algunos ejemplos, citaré a Álvaro Fischer, quizá uno de los jóvenes más interesantes dentro del discurso nacional, que con Tzolquin (Ayacucho, Triángulo editores, 2001), un conjunto de poemas, en su mayoría, de largo aliento , despertó interés por ese solo tono casi vernacular y audaz (como en la narrativa arguediana): «Dime, piedra negra-este río nomás por qué a mi corazón no ha volado/ Bésame tú, maíz negro, en este anochecimiento con este sol hielando mis huesos/ Escucha piedra escupida, nomás en mi oído el halcón está hablando con las serpientes […] Ya Kantuta, desde la muerte cóndor ardiente que vuela/ Y piedra viva que retorna/ con esta entristecida lluvia/ ya no reír Ya tierra de la noche», y de sesgos indo-americanos, precolombinos y occidentales, que conviven casi de manera conciliadora y que dista mucho del remedo snob; así, este sincretismo es llevado a la universalidad, en torno a un paisaje urbano profundamente pincelado: «Un corazón se desangra en un pozo de agua/ Tu cadáver deambula/ con mis ojos», «Las horas con lepra, se-envejecen/ Paralíticos mirando el mar […] y en su ventana,/ orejosas, fuma la noche/ marigüana»; «Los semáforos […] se deshielan intro l e n t a m e n t e/ hasta reventar esa carne de ciudad// Año tras año las horas repletas en tráileres/ entran al sueño hasta pudrirse»; «Tus ojos-son dos autos chocando en plena pista/ A toda velocidad», y eso no es todo «Esta madrugada te suplica y te hace/ el amor con treinta céntimos en la combi […] la carne de rodillas/ grita desiertos Envejece abortada en padrenuestros».
Otro ejemplo es el caso de Filonilo Catalina, que, con tonos sencillos y directos, explora una metaforización del lenguaje coloquial, así, en Memorias de un degollador (Arequipa, Triángulo editores, 2000) lo urbano marginal, como tema principal, se aproxima en un tono casi de reclamo: «Yo también fui un señor de lentes/ que […] regresaba con hambre a casa […] caminando entre señales de tránsito/ con el semáforo indicándonos el tiempo reglamentario de nostalgia […] columpiándome los viernes por las noches/ en las piernas de una mujer que gime y dice/ que me ama», «Cada vez que amanece/ despierto con un extraño remordimiento/ y otra vez le hablo a mis zapatos […] A veces escribo un poema/ y lo envuelvo en una flor/ entonces me da vergüenza/ porque siento cómo se agrandan mis ojos// Ahora sé que el hombre crece cuando está solo —a diferencia de la mujer que sólo crece/ cuando está desnuda— y se hace terriblemente pesado»; posteriormente, en La canción de la cucaracha (Arequipa, Triángulo editores, 2003) consolida su estilo sobre un espacio más limpio y provocador, aunque lleno de efectismos, donde lo cotidiano, a través de una coloquialidad extrema y un acercamiento tangencial a Escribano, se mezcla con una alta «dosis de humor» usando un lenguaje directo y cargado de ironía: «Un poeta jamás llevara un reloj/ porque el reloj marca el tiempo pero no el sentimiento»; le dice a Juan Cristóbal: «De qué te sirve Juan/ ser la antorcha en una ciudad perdida y poblada por tanto verso malo […] si el mundo está poblado de hijoeputas que gobiernan el planeta y que no saben de tu pecho abierto como el tajo más hermoso de una cesárea […], Te escribo Juan y es cierto que todavía falta mucho para que estés muerto/ pero te escribo para […] que vengas y algún día agarremos a esos hijoeputas de los pelos y […] terminemos/ tatuándoles un verso de Carlos Oquendo a fuego lento/ Para que nunca olviden que ellos también salieron de la misma/ grieta por la que respira el planeta».
Otro caso interesante y a la vez distinto es el de Nacho Infantas Moscoso, que con Piel de arcano (Arequipa, Lago Sagrado Editores, 2003) hace una introspección alegórica a la palabra, como ente creadora y totalitaria: «Este cuerpo,/ no destruye, no contamina, resbala ígneo entre los átomos […] NO ES/ un territorio conquistado, […] es solamente la piel aún desierta/ de la palabra que te encierra», pues el lenguaje, en sí, es el génesis de todo lo que existe: «escribo en el silencio de la página/ “Amanecer”/ y amanece…», «ERAS/ Ese improvisado Dios/ Que se llenaba sus días/ Haciendo frágiles hombrecitos/ A su imagen y semejanza…», lo demás «reposa,/ se abandona a la marcha de la noche/ como la marcha fúnebre de millones de insectos alados», por ello «Sería conveniente/ morir/ como mueren las plantas, como muere/ el musgo […] Desaparecer/ o transformarse», para descubrir «que todo este paisaje/ es sólo una palabra/ siempre fue una palabra» y que, si de pronto, todo despareciera, persistiría como dice Infantas, lo que más nos identifica: «AL FINAL» quedaría «LA OSAMENTA/ OBSCURA […] DE UNA/ PALABRA».

SEIS
Sin embargo, hace falta revisar otros textos para poder sacar algunas conclusiones de lo que hasta ahora los jóvenes han venido haciendo en Arequipa durante los últimos 7 u 8 años. Libros básicos de esta época son Graffiti de Zoo (Arequipa, Triángulo editores, 2003) de Juan Yufra, donde se percibe una exploración culturalista —la antropología por ejemplo—, lo que hace de Graffiti…una búsqueda entre lo oral, lo urbano y lo marginal en medio de un mundo casi prehistórico: los dibujos del aerosol con que se hace el graffiti concluyen en alguna verdad o una mera interpretación de la evolución del ser humano; Bóveda de Luis Ormachea, donde las representaciones cósmicas del texto surgen a partir del enfrentamiento cultural entre lo foráneo y cosmopolita y lo aborigen de ahí que las alucinaciones fantásticas de los elementos naturales (peces, mares, viento, vegetales, piedras, astros, el espacio y finalmente la palabra) pueden estar tanto en una terrible armonía o quietud, o sino, en un tremendo caos; Carol de Lenin Velarde Paredes donde la ingenuidad hacia el amor a través de lo sexual o de las represiones sexuales y los recuerdos (familiares, escolares, y el lugar urbano-rural donde el poeta ha vivido o vive) de la infancia son, finalmente, parte de la construcción del ser; Istalla (Arequipa, edición del autor, 2006) de Rubén Soto donde «nos atrevemos a percibir […] una actitud culturalista —neoindigenista— para interpretar […] [a través de] los elementos lingüísticos vernáculos y temáticos que nos plantean una pertinente reflexión acerca de los códigos y las relaciones con los conceptos de transculturación, heterogeneidad o hibridismo» ; y Hábitat trashumante de Oscar Saldívar donde la solitariedad del ser, el tránsito sin rumbo, así como el cansancio y la cotidianidad del vivir, hacen del hombre un ser construido con un consumante esplín agotador y tormentoso
Todos estos textos nos hacen percibir algunas características novedosas de la nueva poesía en Arequipa, la que bien puede contextualizarse en el Perú actual, pero desde este lado donde la institucionalidad representativa está en proceso de construcción: primero, hay una resemantización del discurso coloquial-confesional llevado hasta un extremo singular mediante la indagación y la apropiación del contexto suburbano, marginal y hasta periférico, en algunos casos por pertenecer a él, a través de la relectura de la vanguardia de inicios del XX: Oquendo, Churata, Vallejo, entre otros; segundo, hay un enfrentamiento y un des-encuentro con la realidad poética actual por eso a través de un bien intencionado discurso culturalista, se trata de reconstruir otro más denso y significativo, explorando a veces los orígenes o la tribualidad del hombre, y tercero, la inserción dentro de una posmodernidad desparadigmizante que se da a través de discursos de corto aliento, con características pop, sobre todo por el efectismo, la temporalidad y utilizando, en algunos casos, máscaras poéticas, es decir, el cuestionamiento al «canon establecido», la existencia de voces y personalidades poéticas dentro de lo heterogéneo, palpables dentro de una búsqueda de la identidad así como la inclinación a la individualización, pero esta vez, universal.

SIETE
La vanguardia en las primeras décadas del siglo pasado, apertura una gran diversidad de ismos que hicieron que estuviera en constante cambio, y sin embargo, no todos éstos encontraron recepción, hubo diversos estancamientos y sólo unos cuántos alcanzaron progresar y quedar consolidadas como escuelas. Surrealismo, indigenismo (para el caso latinoamericano) y vanguardismo —posteriormente llamado por algunos como ultramodernismo— son sólo los ejemplos más claros, los mismos que a la vez nos hacen ver que la poesía es, aunque no padezca, también sectaria o divisoria.
De ahí también que sólo una minoría deguste de ella. (Pues hay que recordar que la cultura no es democrática, es decir, desde el punto de vista opuesto, el hombre es el único que decide finalmente de qué manera cultivarse, y de ahí que la poesía como parte de ella, definitivamente, no tiene porqué gustar a todos). Por ello, es absurdo el pronóstico de una posible extinción de la poesía, sobre todo por tratarse de un ejercicio individual que sólo a través de una colectividad logra construirse, consolidarse y salir a la luz a través del papel escrito o impreso.
Alguna vez el joven Heraud dijo que la poesía es «un trabajo difícil, que se pierde o se gana en los años», y que, así «conforme pasa el tiempo», ésta, finalmente, «se va haciendo trabajo de alfarero». Bueno, aún lo sigue siendo, y es además, muchas veces, un camino interminable de incertidumbres. Por eso, aquí, donde todavía nos encontramos libres de saturaciones, donde se vislumbra un panorama emergente y muy interesante, su revitalización se encuentra en marcha; sólo hay que afirmarla, no como un mero caldo teórico de posibilidades como se percibe en otros lados, sino, buscando su sentido, como alguna vez me dijera José Ruiz Rosas, con «sus porqués, sus cómos y sus cuándos». Y sin recurrir a los amanerados agrandamientos y las irónicas dalilaciones, o cayendo en especificaciones apresuradas de vuelo de pájaro, hay que ponerle mayor atención, pero en un nivel diferenciado y más amplio; porque claro, cabe también la posibilidad —aunque remota— de que esto sea un probable infortunio. Pero ¡diablos!, eso lo dejamos al mejor juzgado posterior de la historia.


BIBLIOGRAFIA

Además de haber revisado los poemarios mencionados y la mayoría de revistas de los últimos 8 años, también he recurrido a:

CÁCERES CUADROS, Tito: Literatura Arequipeña. Arequipa, Editorial UNSA, 2003.
FILONILO CATALINA: Memorias de un Degollador. Arequipa, Triángulo editores, 2000.
____________________: La canción de la cucaracha. Arequipa, Triángulo editores, 2003.
FISCHER HEREDIA, Álvaro: Tzolkin. Ayacucho, Triángulo editores, 2001.
INFANTAS M., Nacho: Piel de arcano. Arequipa, Lago Sagrado Editores, 2003.
LUQUE MOGROVEJO, Rolando: Viva Voz. Antología de la poesía en Arequipa, generación ‘80. Arequipa, Edición auspiciada por CONCYTEC, 1990.
MEDO, Maurizio: “El origen de lo diverso en la generación del 80”, En Revista peruana de Literatura, Nº 1, mayo-junio del 2004

1 comentario

José Córdova -

gracias por publicar este artículo, espero visites mi blog: www.panopticoliterario.blogspot.com, y podamos estar en contacto.