EL CAÑAN
Cuentan que hace tiempo en Acray vivía un hombre sumamente avaro y mezquino como pocos han existido, siempre permanecía inmóvil bajo la sombra de uno de los árboles que frondosos habitan estas tierras, para no hacer esfuerzo en respirar, solía encontrárselo con la mirada perdida, masticando un palito que se movía de una comisuras de sus labios a la otra, dando la impresión de ser un reloj por el que no pasaban los segundo ni los minutos. Xenón se llamaba nuestro inalterable personaje, quién adornaba el paisaje como una roca, contrastando con la aridez de la zona y emanando una extraña energía oscura; las arrugas ya surcaban su rostro y todo hacía poner en duda de si estaba vivo o no, porque sobre él un grupo de gallinazos merodeaba permanentemente. Nos cuentan que cierta maledicencia lo rodeaba, que aquel lugar lo había transformado en lo que era por falta de agua, destinado a permanecer largas horas en quietud evitaba deshidratarse. En estos lugares la geografía es inclemente y extremadamente hostil, llena de arena y sol, la sangre parece secarse y en lugar de ser roja la siente uno amarilla, la tierra sedienta hace que cualquier elemento en estado líquido sufra el peligro mortal de desaparecer, convertido en arena, un claro ejemplo es el río que viene discretamente y que al tocar los límites de este lugar queda hecho un cauce de arena; este lugar emana una extraña sensación, como si uno caminara dentro de la boca de un animal salvaje incandescente intentando deshacerse de su baba. Dicen que antes no era así, que en algún momento el verdor desapareció por una avaricia del desierto que lo fue devorando todo. Aquí vivía nuestro personaje en estado casi catatónico para ahorrar la energía que le permitiera vivir. Muy lejos de Acray los paisajes desolados de la puna eran irrigados por las lluvias permanentes haciéndolos fértiles y saludables a toda productividad, ahí vivía una muchacha lozana, con las mejillas coloradas como manzanas, tenía los ojos de agua, la boca de agua, las manos y los pechos de agua, era Isadora. En una ocasión por una urgencia, su madre viajó a Huarmey para visitar a una tía suya muy querida que se encontraba enferma y por situaciones del destino hubo encontrado en Huarmey un trabajo y una casa para vivir, por lo que se quedó y mandó traer a su joven hija para que trabajase con ella, enviándole una descripción de cómo llegar al lugar. La pequeña explicación indicaba que debía evitar ciertos lugares por considerarlos peligrosos, especialmente el valle de Acray, le explicaba también que debería caminar por la vertiente de la derecha y que evitar todo el tiempo pasar por el centro, es así que Isadora emprendió el viaje obedeciendo las órdenes maternas, rauda como el agua por el río y pensando en miles de cosas que vendrían a futuro, llevaba harta agua en una alforja que cargaba con mucho esfuerzo. Su camino fue alegre y tranquilo, pero por un descuido juvenil, las indicaciones que le había enviado su madre, se le perdieron quedando a merced de su propia intuición, así siguió caminando sin ningún percance hasta que llegó al límite de este lugar, pero cuanto mas se acercaba sentía que su sangre se secaba, y cada vez un extraño temor le invadía el organismo; quiso volver pero increíblemente todo camino de retorno que tomaba parecía ser el mismo, entonces siguió adelante aunque un presentimiento oscuro la invadía llenándola de una incertidumbre que jamás antes hubo sentido, y es que al percatarse dónde estaba, se dio cuenta que había seguido el camino prohibido por su madre, y que la vertiente derecha se encontraba ya bastante lejos. Dándose ánimos, decidió seguir el camino prohibido y llegar antes del anochecer. En medio del encendido desierto Xenón sintió una frescura que le revitalizaba el espíritu y entonces sus sentidos empezaron a agudizarse, su rostro y todo en su cuerpo se transformó, la expresión dura que tenía en el rostro tomó forma distinta y los gallinazos que volaban sobre él se alejaron posándose a una prudencial distancia. De pronto Xenón se convirtió en un ser salvaje que olisqueaba el aire y empezó a correr como un felino por todos lados buscando el hilo de donde surgía el aroma de esa presencia distinta a la suya, estos movimientos lo condujeron hacia donde estaba la muchacha . La sintió en su nariz, y en todo su ser, haciéndole movilizar los huesos y todo su organismo casi fosilizado, la vio a una cierta distancia sin que ella notara su presencia y adoptando movimiento elásticos se le acercó, ella al verlo quedó petrificada, el agua que traía en sus hombros se convirtió en arena y se hizo tan pesada que la hizo caer de rodillas Una vez frente a frente, las ansias del hombre fueron irrefrenables. Transformado en un ser descomunal arremetió contra el cuerpecito endeble de la joven estrujándola como si se tratase de un guiñapo, el hombre sentía con placer como sonaban los huesos de su víctima y en sus manos aquella presencia se desintegro hasta quedar convertida en nada, el hombre se había bebido sus labios, sus ojos, su frente sus pechos hasta quedar sólo un poco de arena en uno de sus puños, mezclándose con toda la que había en aquel lugar, como si la muchacha nunca hubiera estado allí. Esta fue la última vez que se supo de Xenón, los gallinazos que volaban sobre él se esparcieron y no hubo más una mancha negra en el cielo que lo ubicara. Algunos dicen que su cuerpo quedó convertido en un gran cactus de forma fálica y su alma atrapada en un lagarto Cañán. Cuentan también que desde ese momento todo ser vivo masculino (pumas, gatos, perros, carneros) fue convertido en cactus, con formas de testículos y penes sedientos de agua, así, si uno visita estos lugares encontrará toda una geografía sexuada dedicada al lado masculino de la naturaleza deseosa y sedienta en su aridez, teniendo como único guardián a Xenon convertido en Cañán, espíritu del hombre que se hubo bebido en Isadora, la última posibilidad de fertilid
TANIA GUERRERO
2 comentarios
JULIO -
TAMBIEN CASAN POR SU CARNE RICA EN BITAMINAS Y QUE NO LE IMPORTA SI ES PEQUEÑON O JOBEN Y CUANDO LO MATAN ES MUY TRISTE PORQUE NO SOLAMENTE MATAN LO NESESARIO SINO POR MATAR.
JULIO CESAR MARTOS
José Luis -
LA descripcion que hace Tania en su cuento Cañan, decribe el valle de Acray, durante su viaje a Huarmey, y me llama la atención, si existe realmente el lugar de cactus con figuras de tésticulos y penes, en una geografía sexuada, que alguna vez alguien señaló y mostró una fotografía, que existe en Huarmey, también una roca, con dicha forma, donde acuden los pobladores del lugar a rendir ofrendas, solicitando fertilidad, tal como existe dichas formas sexuadas rocosas, en Puno, conocido como el valle de la fertilidad, donde los antiguos pobladores de dichas zonas, rendían ofrendas.