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AUTOSCOPIA

¿Por qué los cusqueños siguen protestando a pesar que se modificaron las leyes?

¿Por qué los cusqueños siguen protestando a pesar que se modificaron las leyes?

martes 4 de marzo de 2008

Guillermo Salas Carreño
Aquí va mi intento de explicación de estas misteriosas protestas para quienes tienen algún interés en entender lo que esta pasando en el Cusco. Espero que contribuya en algo. No es una explicación simple pues el problema tampoco lo es. Empecemos:
Para los cusqueños los sitios inca son sagrados. Esto lo suelen decir explícitamente muchísimos cusqueños, lo que es profundamente cierto en un sentido amplio de lo sagrado. Tal como Maurice Godelier sostiene, las únicas cosas que no están sujetas al intercambio, aquellas de las que un grupo no puede desprenderse, son las que definen la identidad colectiva. Justamente en esto consiste su sacralidad. En la mayoría de culturas de pequeña escala se trata efectivamente de objetos sagrados en un sentido estrecho de lo sagrado y lo religioso.
Sin embargo en un sentido más amplio también se tienen objetos y lugares sagrados en las sociedades capitalistas. Por ejemplo, los íconos nacionales están profundamente ligados a identidades colectivas. Nadie podría negar por ejemplo que el Arco del Triunfo en París, con sus interminables listas de batallas ganadas y donde como en muchos otros templos se cuida un fuego inextinguible, es un lugar sagrado del nacionalismo francés. Lo mismo se puede decir del Museo Británico que muestra a sus visitantes la celebración de una diáspora imperial esencial en la emergencia de Gran Bretaña --y el Reino Unido-- como potencia mundial.
Los monumentos incas son la prueba fehaciente de lo que los incas fueron capaces de hacer y ocupan un lugar fundamental en la constitución del cusqueñismo contemporáneo. Los incas además de ser considerados ancestros por los cusqueños contemporáneos, son héroes civilizatorios, imaginados como forjadores de una sociedad utópica en contraposición a la poco utópica realidad que se vive en el presente. Este regionalismo es, como toda ideología, una construcción social. La gran mayoría de cusqueños contemporáneos, más allá de sus diferencias de clase y de cultura, y ciertamente con matices distintos, consideran los sitios incas como sagrados. Esto es un hecho social, y en tal sentido es real pues ningún individuo por si mismo puede cambiar eso por más que le moleste o le parezca ‘huachafo’.
Quizás habría que recalcar que esta relación entre los cusqueños y los monumentos incas es diferente a como se dan estas relaciones en otras regiones del país. Si bien hay lugares en el sur andino en que este tipo de relación es algo similar (como por ejemplo en Ayacucho con los Wari, o en Andahuaylas con los Chanka) no se da en la intensidad en que se expresa en Cusco, debido en parte a que los incas fueron el imperio más poderoso y extenso, lo que esta inscrito en la monumentalidad de su arquitectura que rebasa en ámbito cusqueño (e.g. Viscashuaman, Huánuco Viejo), además de ser el más reciente entre los estados prehispánicos. Esta particular forma de construcción de identidad regional ciertamente es muy diferente a lo que pasa en Lima. Quienes acuden a la huaca Pucllana lo hacen porque hay un espectáculo de danza moderna o porque quieren comer en el restaurante (...y pueden pagar estos antojos). La huaca Pucllana no es pues sagrada para aquellos pocos que ‘la visitan’. Menos aun visitan Puruchuco que ha quedado bastante arrinconado por construcciones, entre ellas el Estadio Munumental de la U, de lejos un santuario mas importante para muchísimos limeños. Estas diferencias ideológicas hacen que, con facilidad, los limeños tiendan a percibir chovinismo en los cusqueños.
Es cierto que esta ideología, como cualquier otra, tiene sus bemoles y ha sido construida, en parte, en oposición a Lima o lo que es y ha sido Lima en el imaginario cusqueño. Esto tiene una larga historia que se puede rastrear a principios del s. XVIII, es clara en los primeros años de la república, en el desmantelamiento de la Confederación Perú Boliviana o en el indigenismo cusqueño de la primera mitad del s. XX. Cierto es también, como esta ocasión demuestra claramente, que desde Lima se ha hecho mucho más de lo suficiente para alimentar y reconfirmar una visión esencialmente negativa de Lima en el Cusco.
Pero estos lugares no solo son sagrados, sino que son los que en gran medida han permitido el desarrollo del turismo hasta constituirse en la principal actividad económica de la región. Los cusqueños en general tienen simpatía por los turistas que vienen a admirar los sitios inca, el paisaje, la arquitectura y arte colonial. El hecho mismo que gente de tan diferentes partes del mundo considere que los monumentos incas y los demás atractivos de la región son dignos de costearse un largo viaje no hace sino reafirmar la sacralidad de estos monumentos y el orgullo regional cusqueño.
Sin embargo en la última década, el crecimiento del turismo, la llegada de grandes inversiones extranjeras ha hecho patente algunas contradicciones que ya venían emergiendo desde los ochenta. La doble cualidad de los sitios inca, como lugares sagrados y como atractivos turísticos, hace que los cusqueños sean particularmente sensibles al turismo de varias maneras.
Una primera es que al incrementarse restaurantes, hoteles, y servicios para turistas de élite, al mismo tiempo ha crecido una sensación de exclusión. Esto es evidente en el centro de la ciudad en el que, con contadas excepciones, han desaparecido los lugares a los que los cusqueños acuden a comer, tomar un café o una cerveza. Por un lado tiene que ver con una cuestión de precios pero, por otro, es porque los cusqueños (y los peruanos en general) tienden a ser tratados como clientes de segunda. Existen no pocos restaurantes en los que es no se encuentran cartas en castellano. Los mejores lugares a los que acuden los cusqueños de clase media a comer una pizza, por ejemplo, hace ya buenos años que no se encuentran en el centro de la ciudad. Obviamente esto es algo que tiene que ver con clases medias urbanas para cuyos padres el centro de la ciudad era suyo.
Un segundo problema, mas amplio y que cruza las clases sociales y diferencias culturales, es que existe la percepción que los beneficios del turismo, que es posible por la existencia de estos lugares sagrados, beneficia mucho a pocos y muy poco o nada a la mayoría. A veces expresada en términos maniqueos (el turismo no beneficia a los cusqueños) o en forma más matizada, es una percepción generalizada en la mayoría y tiene pues algo de cierto. De acuerdo a los datos de la Dirección Regional de Turismo:
En el 2007, solo la actividad turística representó para el Cusco 420 millones de dólares […] La mitad de esos recursos (210 millones) se queda en poder de 20 grandes empresas turísticas que no reinvierten en la región en esa misma proporción. El otro 50% se reparte entre las microempresas de taxistas, las agencias de viajes, los artesanos, los guías y otros servicios menores vinculados al turismo.
De los 210 millones –dice Jean Paul Benavente, director regional de Turismo– la empresa Perú Rail (la operadora monopólica de la línea férrea Cusco-Machu Picchu) se queda con el 20%, los hoteles de 4 y 5 estrellas con el 15% y las instituciones públicas como el INC y las municipalidades con el 7.5% (por los ingresos a los monumentos arqueológicos que se reinvierten en su conservación).
Por otro lado la población de la región del Cusco es muy pobre (“El 51% de su población vive en situación de extrema pobreza, hay 23% de analfabetismo, 45% de los niños sufre de desnutrición crónica y el 30% de la población carece de servicios de electricidad, agua y desagüe.”). Las provincias más pobres de Cusco se encuentran con índices de desarrollo humano similares a países pobrísimos (estas ocuparían el puesto 153 y 154 en el ranking mundial del desarrollo humano que va de 1 a 177). .
No solo el Cusco es una región pobre (se encuentra en el puesto 20 de 24 en el ranking entre regiones del país de acuerdo al índice de desarrollo humano), sino que es – luego de Lima – la región que presenta mayores desigualdades entre sus habitantes de acuerdo a este mismo índice desarrollado por el PNUD.
Distrito con más alto y más bajo
Índice de Desarrollo Humano (IDH) por región.
Informe de Desarrollo Humano 2006.


Región Ranking (1-24) Distrito con
más alto IDH Distrito con
más bajo IDH
Diferencia
Lima 1 0.8085
San Isidro 0.5034
Andajes 0.3051
Tacna 2 0.6879
Tacna 0.5864
Estique
0.1015
Ica 3 0.6716
Ica 0.5757
San Pedro de Huacarpana 0.0959
Cusco 20 0.6252
Wanchaq 0.4309
Ccarhuayo 0.1943

Apurímac
23 0.5893
Abancay 0.4462
Progreso
0.1431
Huancavelica 24 0.5474
Huancavelica 0.4013
Huayllay Grande
0.1461
Fuente: Elaboración del autor a partir de PNUD-Perú. 2006. Hacia una descentralización con ciudadanía. Informe sobre Desarrollo Humano Perú 2006. Lima.
Si se combinan estos elementos tenemos que el notorio crecimiento de la inversión extranjera en el turismo local en la última década ha sido percibido cada vez más por la mayoría de cusqueños como un doble proceso que involucra a los lugares que definen y que está en el corazón de su ser cusqueño: Por un lado estos lugares son percibidos como cada vez más controlado por extraños. Por otro, la riqueza que es generada gracias a estos lugares sagrados termina beneficiando a un pequeño grupo y a grandes compañías foráneas mientras las mayorías empobrecidas son dejadas de lado.
No sorprende pues que una norma que promueva la adjudicación de áreas aledañas o contiguas a estos sitios incas a empresas capaces de construir negocios orientados a turistas de élite (hoteles de mínimo 4 estrellas y restaurantes de mínimo 4 tenedores) provoque la indignada oposición de la gran mayoría de cusqueños. Esta norma no solo es percibida como más de lo mismo, sino que es vista como sancionando la enajenación de los lugares sagrados y su profanación a manos de capitales extranjeros.
Llegado a este punto, tanto los representantes del gobierno como un buen grupo de medios de comunicación de la capital me dirían airadamente: ‘Pero la ley ya ha sido modificada, y depende de la autoridad regional que la norma se aplique o no en cada región, No tiene sentido que los cusqueños hicieran un paro de 48 horas y ahora amenacen con uno de 72’. Y luego formular alguna versión de la teoría de la compulsiva irracionalidad cusqueña.
Para explicar la persistencia de las protestas hay que articular varios elementos:
Respecto a la norma en concreto habría que decir que ha sido percibida como una imposición vertical desde la capital. No se hizo ningún esfuerzo por explorar cuales podrían ser las reacciones ni en consultar a las autoridades regionales. Como dijo Yehude Simon, presidente de Lambayeque, si el Gobierno y el Congreso hubieran dialogado con las regiones antes de tomar decisiones se habrían evitado por lo menos tres de los conflictos recientes (el que nos ocupa, el del tercio superior, y el paro agrario) (Somos 1107). El gobierno y el congreso, así como mucho de la prensa capitalina, demuestran un desconocimiento supino de las particularidades culturales de las distintas regiones del país, de modo que como mínimo deberían consultar para que las cosas no les estallen en la cara.
Metida la pata, la modificación de las normas no pasó por el dialogo sino que fue realizada unilateralmente por el Congreso. La modificatoria no guardó las formas mínimas de un acercamiento y diálogo. Aquí también hay que decir que el presidente regional no acepto un llamado de Jorge del Castillo a dialogar sobre el problema. Ademas, se me dirá que de acuerdo a la Constitución tomar estas decisiones y emitir leyes son atribuciones Ejecutivo y del Congreso. Pues bien, si es que eso trae como consecuencia estos problemas (ojo que este no es un problema aislado sino que los problemas con las regiones son múltiples) es obvio que hay que cambiar la forma en que estas políticas y decisiones son tomadas de modo que se incluya en este proceso a las autoridades regionales. Aferrarse a como están establecidas las reglas no va a solucionar las protestas. Lo que tiene que cambiar es la normatividad para ajustarse a lo que exige la sociedad. Esto es más urgente cuando hay un proceso de transferencia de funciones a los gobiernos regionales que es sumamente reciente y que fue iniciado de una manera improvisada por decir lo menos.
Realizada la modificación de esta forma, en el Cusco se percibió que esta era una manipulación centralista para aparentar que las cosas estaban bien. Los ánimos ya estaban demasiado caldeados para que los cusqueños se convencieran que esta modificación efectivamente solucionaba el problema. Aquí es clave el asunto de la desconfianza en todo el aparato del estado, incluidas las autoridades regionales y locales. Esta desconfianza no se explica por el resultado de una educación que cultiva el resentimiento, como Gustavo Rodríguez sugiere. Los cusqueños solo tenían que ver la televisión y leer los diarios que llegaban de la capital la forma en que se describía y comentaba su protesta para desconfiar de las autoridades nacionales y de los mismos medios. Como las falsas promesas, los cambios de planes de gobierno, el ninguneo a los campesinos y las mecidas a los sectores populares son pan del día en el país, es obvio que sería irracional confiar en las autoridades y en el estado. Los cusqueños y los peruanos en general no tenemos motivos racionales para confiar en el Congreso, en el Ejecutivo ni en el Poder Judicial, y tampoco en los medios de comunicación. Esto es sumamente evidente en muchas encuestas de opinión. El gobierno no está haciendo más que fomentar y reafirmar esta desconfianza.
Esta desconfianza también se expresa y es parte de la fuerte fragmentación de la representación política y carencia de liderazgos. Este tampoco es un fenómeno cusqueño sino peruano (para no ir más lejos). Gracias a esta crisis es que el señor García se encuentra donde se encuentra luego de su desastroso primer gobierno. Ya antes de las protestas tanto el presidente regional como la alcaldesa provincial tenían muy poca aprobación. Para el ciudadano de a pie y para los medios de comunicación locales tanto la alcaldesa como el presidente regional ‘no hacen nada’, ‘no hay obras’. Es falso que estas autoridades hayan instigado las protestas para salvarse de la revocatoria. Contrariamente a lo que se dice en medios capitalinos, estos se subieron al carro de las protestas una vez que ya era evidente su contundencia. Si del primer paro ya habían salido magullados, su inicial falta de apoyo al paro de 48 horas no hizo sino agravar su situación de desprestigio. Pero el disgusto de la ciudadanía no solamente estaba dirigido a las autoridades regionales y locales. Ya había un fuerte descontento con el gobierno central. Hay que recordar que el señor García no ganó las elecciones en el Cusco ni en el Sur Andino. Si a eso añadimos que no ha cumplido con sus promesas de la campaña electoral (revisión del TLC, impuesto a las sobreganancias mineras, rebaja de las tarifas de los servicios básicos, y en general, ‘cambio responsable’) tenemos que este rechazo se torno en un malestar más profundo. Con el aumento de precios de los artículos de primera necesidad que se viene dando esto solo recrudeció más.
Este malestar con las políticas del gobierno central no era simplemente un malestar construido en las conversaciones familiares o de amigos. Lentamente en los últimos años se han ido reconstituyendo las organizaciones populares que fueron desarticuladas durante la época de la violencia y la dictadura fujimorista. Otras nuevas además han venido emergiendo. El tejido de organizaciones populares en el Cusco ha ido fortaleciéndose. Se trata de gremios antiguos como la Federación Agraria Revolucionaria Túpac Amaru del Cusco, la Federación Departamental de Trabajadores del Cusco, el Sindicato de Construcción Civil y Artes Decorativas, Mercados Unidos o la Federación Universitaria Cusco. También han emergido múltiples pequeñas organizaciones de base como asociaciones barriales, redes juveniles, grupos de artistas contraculturales, emergentes formas de movimientos indígenas, activistas feministas, grupos ecologistas de distintos matices, una vital movida punk, entre otros. Existen asimismo esfuerzos de articular estas heterogéneas organizaciones reflejadas en la emergencia del Foro Solidario Cusco cuyas primeras reuniones coincidieron con el paro regional de 48 horas.
En el paro de 48 horas, en las calles, no se protestó solamente por las leyes en cuestión sino que se criticaba abiertamente la política económica y el inclumplimiento de las promesas electorales del gobierno, se expresaba el profundo malestar por los insultos y la arrogancia gubernamental y de ciertos medios capitalinos, se criticaba abiertamente a la jerarquía eclesiástica y el manejo de los bienes monumentales manejados por esta, circulaban panfletos reclamando unos una Asamblea Constituyente, otros que el Perú adopte un sistema federal, y los más radicales proponiendo la independencia del Cusco (argumentando que con el turismo, el gas y las minas presentes en la región bastaba y sobraba riqueza para construir una sociedad mejor sin la tutela limeña).
Con este panorama, es muy probable que la plataforma de reclamos para el anunciado paro de 72 horas sea ampliado más allá de la derogatoria de las leyes 29164, 29167 y 29202. Asimismo los dirigentes de las protestas cusqueñas están haciendo esfuerzos para coordinar una plataforma de paro macroregional que incluya al menos Arequipa. Apurímac y Puno. La gente está muy molesta en el Cusco. Tal como está actuando el gobierno, dado el debacle de la aprobación del presidente regional y la alcaldesa provincial y con la heterogeneidad de las organizaciones involucradas en la organización de las paralizaciones dudo mucho que pronto el malestar cusqueño se apacigüe.
Guillermo Salas Carreño
http://guillermosalas.blogspot.com

1 comentario

Paloma Delgado -

Te felicito por la información que has recabado. Está muy interesante aunque algo extensa. Pero haces bien en describir la sacralidad de aquellas cosas que los mismos
cusqueños encuentran como "sagrado"