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AUTOSCOPIA

Matrix: La verdad de las exageraciones, por Slavoj Zizek

Matrix: La verdad de las exageraciones, por Slavoj Zizek A propósito del psicoanálisis, Theodor W. Adorno decía que nada en él era tan verdadero como sus exageraciones; lo mismo puede decirse de Matrix. Se trata de una de las pocas películas que funcionan como una especie de test de Rorschach, como esas famosas imágenes de Dios que siempre parecen mirarle a uno directamente, se las mire desde donde se las mire: prácticamente todas las opciones teóricas se reconocen en ella. Mis amigos psicoanalistas dicen que sus autores tienen que haber leído a Lacan; los partisanos de la Escuela de Frankfurt ven en Matrix la encarnación extrapolada de la Kulturindustrie, la Substancia social alienada-reificada (del Capital) tomando directamente, colonizando nuestra propia vida interior, utilizándola como fuente de energía; los acólitos de la New Age ven en ella la fuente de las especulaciones sobre cómo nuestro mundo no es más que un espejo generado por una Mente global encarnada en la World Wide Web...

¿Qué es entonces Matrix? Tan sólo eso que Jacques Lacan llamaba el “gran Otro”, el orden simbólico virtual, la red que estructura la realidad para nosotros. De una forma paranoica, la película explicita este orden simbólico virtual en un Mega-ordenador realmente existente. De todos modos, la fuerza de la película reside no tanto en su tesis central (lo que experimentamos como realidad es una realidad virtual artificial generada por Matrix, el mega-ordenador conectado directamente a nuestras mentes), como en la imagen de millones de seres humanos que llevan una vida claustrofóbica en nichos llenos de agua y a los que se mantiene vivos para generar energía (electricidad) para Matrix. Así que cuando (algunos de) ellos “despiertan” de su inmersión en la realidad virtual controlada por Matrix, este despertar no es la apertura a el amplio espacio exterior de la realidad externa, sino la toma de consciencia horrible de su encierro, en el que cada uno de ellos es de hecho un organismo fetal, inmerso en el fluido pre-natal...

La verdad que se esconde tras esta fantasía puede detectarse a través de sus inconsistencias. Cuando Morfeo (el líder afro-americano de la resistencia que cree que Neo -Keanu Reeves- es el Elegido que les liberará) trata de explicar al todavía perplejo Neo lo que es Matrix, lo vincula con un fallo en la estructura del universo:

“Esa sensación que has tenido toda tu vida. Esa sensación de que hay algo que va mal en el mundo. No sabes lo que es, pero está ahí como una astilla en tu mente que te vuelve loco /.../ Matrix está en todas partes, nos rodea, está incluso en esta habitación. /.../ Es el mundo que ha puesto ante tus ojos para ocultarte la verdad. NEO: ¿Qué verdad? MORFEO: Que eres un esclavo, Neo. Que tú, como todos los demás, naciste encadenado... dentro de una prisión que no puedes oler, sentir o tocar. Una prisión de tu mente”

Así que la experiencia de la falta/inconsistencia/obstáculo atestigua el hecho de que lo que experimentamos como realidad es un fraude. Aún así, hacia el final de la película, Smith, el agente de Matrix, da una explicación diferente, mucho más freudiana:

“¿Sabías que la primera Matrix fue diseñada para ser un mundo humano perfecto? ¿En el que nadie sufriera, en el que todo el mundo pudiera ser feliz? Fue un desastre. Nadie aceptó el programa. Se perdieron cosechas enteras de humanos. Algunos creyeron que nos faltaba el lenguaje para describir un mundo perfecto. pero yo creo que, como especie, los seres humanos definen su realidad a través del sufrimiento y la miseria. El mundo perfecto era un sueño del que vuestro cerebro estaba tratando de despertar. Esa es la razón por la que Matrix se diseño del modo que es: la cumbre de vuestra civilización”

Aquí reside la inconsistencia básica de la película: la imperfección de nuestro mundo es al mismo tiempo signo de su virtualidad Y signo de su realidad. Relacionada con esta inconsistencia se encuentra la inconsistencia de la muerte: ¿POR QUÉ uno muere “de verdad” cuando muere en la RV regulada por Matrix? La película proporciona una respuesta oscurantista: “NEO: Si te matan en Matrix, ¿mueres también aquí? MORFEO: El cuerpo no puede vivir sin la mente”. La lógica de esta solución es que el cuerpo “real” sólo puede mantenerse vivo 8funcionar) en unión con la mente, i.e. con el universo mental en el que está inmersa: así que si estás en la RV y te matan allí, esta muerte afecta también a tu cuerpo real... La obvia solución opuesta (sólo se puede morir de verdad cuando te matan en la realidad) es también demasiado pobre. El punto es el siguiente: ¿Está el sujeto inmerso DEL TODO en la RV dominada por Matrix o sabe o al menos SOSPECHA el estado actual de la situación? Si la respuesta es SÍ, entonces un simple retiro a un estado adánico de distancia nos haría inmortales en la RV y, en consecuencia, Neo que ya se ha liberado de la completa inmersión en la RV debería SOBREVIVIR a la lucha con el agente Smith que tiene lugar DENTRO de la RV controlada por Matrix (del mismo modo que es capaz de parar las balas, también tendría que haber sido capaz de hacer irreales los golpes que hieren su cuerpo).

La inconsistencia final tiene que ver con el ambiguo estatus de la liberación de la humanidad anunciada por Neo en la última escena. Como resultado de la intervención de Neo, hay un “FALLO DEL SISTEMA” en Matrix; al mismo tiempo, Neo se dirige a la gente todavía atrapada en Matrix como el Salvador que les enseñará a liberarse por sí mismos de las cadenas de Matrix: serán capaces de romper las leyes de la física, doblar metales, volar por el aire... Aún así, el problema reside en que todos esos “milagros”sólo son posibles si permanecemos DENTRO de la RV de Matrix y nos limitamos a variar o violar sus leyes: nuestro Estatus “real” sigue siendo el de esclavos de Matrix, tan sólo ganamos poder para cambiar las leyes de nuestra prisión mental. ¿Qué pasa con la posibilidad de salir de Matrix juntos y entrar en la “realidad real” en la que seríamos criaturas miserables que viven en una superficie de la tierra destruida?

La lección de esas inconsistencias es que resulta crucial es crucial mantener abierta la ambigüedad radical de cómo va a afectar el cyberespacio a nuestras vidas: algo que no sólo depende de la tecnología como tal sino de sus modos de inscripción social. La inmersión en el cyberespacio puede intensificar nuestra experiencia corporal (una nueva sensualidad, un cuerpo nuevo con más órganos, nuevos sexos...), pero también abre la posibilidad a quien manipula la maquinaria que gobierna el cyberespacio de robarnos nuestro propio cuerpo “virtual”, privándonos del control sobre él, de modo que nadie pueda relacionarse con su cuerpo como “el propio”. Lo que nos encontramos aquí es la ambigüedad constitutiva de la noción de mediatización: originalmente esta noción designaba el gesto a través del cual un sujeto era despojado de su derecho inmediato de tomar decisiones; el gran maestro de la mediatización fue Napoleón que dejaba a lo monarcas conquistados la apariencia de poder, cuando que de hecho no estaban en posición de ejercerlo. En un nivel más general, se puede decir que esa mediatización del monarca define la monarquía constitucional: en ella, el monarca es reducido hasta ser un mero gesto simbólico, el de una firma que confiere fuerza performativa a edictos cuyo contenido es determinado por el cuerpo del gobierno electo. Y ¿no se puede decir lo mismo, mutatis mutandis, de la computerización progresiva de nuestras vidas diarias en el curso de las cuales el sujeto es cada vez más y más “mediatizado”, despojado imperceptiblemente de su poder, bajo la falsa apariencia de su aumento? Cuando nuestro cuerpo es mediatizado (atrapado en la red de los media electrónicos), es expuesto a la vez a la amenaza de una “proletarización” radical: el sujeto es reducido potencialmente al puro vacío, en la medida en que mi experiencia personal puede ser robada, manipulada, regulada por el Otro maquínico. Puede verse cómo la perspectiva de virtualización radical otorga al ordenador una posición estrictamente homóloga a la del Dios malvado cartesiano, el genie malin: en la medida en que el ordenador coordina la relación entre mi mente y (lo que yo experimento como) el movimiento de mis miembros (en la realidad virtual), es fácil imaginar un ordenador que enloquezca y comience a actuar como un Dios malvado, perturbando la coordinación entre mi mente y mi experiencia corporal: cuando la señal de mi mente para que levante mi mano es suspendida o incluso invertida en la realidad (virtual), la experiencia fundamental de cuerpo como “mío” se viene abajo... El tópico es el de que, en el cyberespacio, la capacidad de descargar conciencia en un ordenador libera por fin a la gente de sus cuerpos, pero también libera a las máquinas de “su” gente...

A la manera de Adorno, uno podría sostener que las inconsistencias de la película son su momento de verdad: señalan los antagonismos de nuestra experiencia social en el capitalismo tardío, antagonismos relativos a parejas ontológicas básicas como realidad y dolor (la realidad como algo que perturba el reino del principio de placer), libertad y sistema (la libertad sólo es posible dentro del sistema que impide su pleno desarrollo).

1 comentario

helefante -

No puedo creer que estés citadno a Zizek. Lo conocí hace un año y me impresionó mucho sus compraciones entre Marx y Freud. Su noción del síntoma.. espectacular.