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AUTOSCOPIA

MATERIA VERDE


ELIO JOSE
Como quien vuelve de un perdido prado yo volví de tu abrazo.
Como quien vuelve de un país de espadas yo volví de tus lágrimas.
J.L.Borges


“Para encontrarme escribo. Para encontrarte” decía el papel depositado temblorosamente entre las flores. Pero tú sigues viva, Jazmine, en estas líneas. Tu presencia en la casa es tan sólo una parte inexplicable de esta historia que te nombra, mientras te veo rondar de un cuarto a otro como si nada hubiera ocurrido en lo más mínimo, tarareando una canción que en vida no escuchaste, comentándome sucesos de una actualidad que se supone no llegaste a conocer, mientras intento leer algo de poesía sin lograr concentrarme.

No comento con nadie que aún te veo hablándole a las plantas que, en aquel balcón cargado de recuerdos tuyos, sobreviven sin que yo me acuerde de regarlas. Que aún te siento venir huracanada a estremecer mi cuerpo como un súcubo en la noche, como cuando seguías contándome el final de aquellos libros mientras te acurrucabas soñolienta entre mis brazos luego de disipar el fuego en nuestras pieles plácidamente agotadas de luchar en una cama crujiente y rodeada de papeles.

No sentía a tu lado ni la pesadez ni la incomodidad pasajera de otros cuerpos anteriores al tuyo, aún si conservo el buen recuerdo de esas musas y esos tiempos, a decir verdad, a tu lado Jazmine, yo ni siquiera los extrañaba. Recuerdo un verso que dice que el amor no tiene pasado y debe ser así. No, no era un verso, era una línea de canción, pero da igual, puesto que habla de amor y en un sentido artístico y profundo, un fin así merece una debida justificación del medio. Algo de sol penetra entre los edificios e ilumina tu rostro y te confiere sombra, extraña sombra. Fantasma fresco que camina y mira, que sonríe indagando la tarde en mis pupilas.

Miras el horizonte con tus ojos que no sé si ven y el vapor de tu aliento me confunde cuando pienso en si alguien como tú respira. A veces ves el vacío como pensando o recordando algo. Dudoso fruto de mi subconsciente. Oh, Jazmine. Desde que he destinado al fuego mis escritos has desaparecido. Todo aquello que lleva el sello de tu nombre ardió, junto con tu recuerdo. No pensé en el martirio que me avasallaría al prometerte en víspera de tu partida que por ti nunca dejaría de escribir. Tal vez era eso lo que te aferraba al mundo. Después de todo, escribir era una forma de huir de lo imperfecto a lo que habíamos estado condenados. Era huir del silencio y de la muerte, era crear un mundo nuevo en el que tú y yo, Jazmine, viviríamos por siempre.

No volverás a aparecer en mis canciones, ni en mis pueriles poemas ni en mis triviales cuentos. No me despertarás ya más a media noche, ni volveré a temblar si acaso llegas a trasfigurar tu goce galopante en mí. Porque he vertido al fuego todo lo que encierra tu recuerdo y las llamas han ido devorando el cuarto décimo tercero en el que habito Cum domi sum tibi escribo. En medio de esta hoguera que he encendido está mi cuerpo, que espera consumirse entero, lento y sosegado. Porque él también te encierra en cada célula sitiada y calcinada. En estas manos escribas ahora chamuscándose, en mi sexo ampollándose que en vano te evocaba en otras camas, en este corazón carbonizándose contigo y este cerebro hirviente que entonces barajaba las palabras, pústulas inexactas con las que te llamaba.

Pues mientras haya un vestigio de tu paso aquí en mi ser, aún en cenizas mi alma me desobedecerá. como lo viene haciendo, en contra de mi voluntad, que a esta hora de la tarde es una ardiente ráfaga silbante de tu nombre, Jazmine. Jazmine… Oh, Jazmine…

1 comentario

Memé -

Quisiera saber si este relato es de tu autoría, ya que lo leí hace años y ahora volví a encontrarlo.
Saludos