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AUTOSCOPIA

Lucrecia

sol y hielo

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Porque yo afilé tus alas cuando llovía fuego

Porque yo afilé tus alas cuando llovía fuego

El rodal de la Titanca

El rodal de la Titanca

Sucedió una vez que un hombre, llamado Infante, se enamoró de una Cajamarquillana que vivía en la Cordillera Negra y enamorado vino siguiéndola desde la Cordillera Blanca, logrando el objetivo de casarse con ella y quedándose para siempre en estos lugares. Ella tenía extensas tierras de cultivo, producto de una herencia familiar, aquellos territorios eran de una extraña pasividad y atemporalidad, decía la gente, y aturdían la mente; cada persona que entraba a este lugar sentía una alegría y una felicidad de la que no quería salir, haciéndole olvidar todo lo demás. La gente lo llamaba, "El rodal de la Titanca" y sabiendo que muchos habían quedado aquí para siempre, lo tenían como secreto y prohibido. Cuentan que aquí habitaba el espíritu de las puyas, al inicio, en una pequeña flor de extrema belleza, tanto que ningún ser podía dejar de acercarse y sentirse adormecido con su sola contemplación, sin embargo animales y hombres la extraían de su lugar, quedando extrañamente obnubilados. Ante la depredación natural que sufría, la planta se forjó a si misma una autodefensa natural tan extrema como su belleza, rodeándose de púas y pencas hasta convertirse en un erizo gigante para luego crecerle un tallo enorme que llegaba a medir hasta 12 metros de altura. Evolucionada, explotó en millones de pequeñísimas flores en todo un espectáculo impresionante, dando así origen a la Titanca, conocida también como Puya. Así habitaba mitificada por el extraño temor que causaba, y por los poderes que se desprendían de ella, muchos inclusive decían que devoraba animales, que aquella planta era carnívora, que para vivir necesitaba alimentarse de carne de carneros y llamas que pastaban cerca de ella, es por tal razón que algunos campesinos la quemaban. Muy poca gente foránea sabía de aquella historia, como tampoco lo sabía don Infante, quien ignorante de esta situación quedó magnetizado en el «Rodal de la Titanca», su historia es la siguiente. Un día en su afán de conocer los terrenos que por derecho de monta le correspondían llegó a estas tierras, llevando sólo su caballo y un poco de cancha y papita con cuy, para el camino, su mujer le previno que no se acercara por los Rodales, que eran encantados, pero él se burló de la noticia diciéndole «esas son creencias y supersticiones de gente ignorante que por pereza y ociosidad inventa tonterías, yo no le temo a nada, y por el contrario les demostraré y me reiré de todos», y con aire filosófico se alejó tras la mirada de su mujer que lo contemplaba con angustia. Al llegar la noche, Doña Domitila, tuvo el presentimiento de que no volvería a verlo intacto nunca más. El día se acabó y nada, no llegó, preocupada dio alarma a todo el pueblo, que al instante, formando cuadrillas, fueron a buscarlo pero no lo encontraron, entonces supusieron que había sucedido lo peor, que había quedado atrapado por el espíritu de la Titanca. Nadie se atrevió a entrar a buscarlo por temor, la leyenda de la Titánica los asustaba, además sucediendo lo que había sucedido, el espíritu estaría más predispuesto a tomar el alma de cualquier otro. Ya habían pasado cerca de 15 días, sin que la esposa supiera nada y lo esperaba junto con su familia y amigos, en una especie de funeral a las afueras del «rodal de la Titanca», de pronto cuando las lágrimas se le habían acabado divisó a lo lejos a don Infante, desnudo, sucio y feliz, caminando con los ojos desorbitados, como si habitara un planeta en el que no estaba su cuerpo físico, su mujer lo abrazó e intentó una y otra vez hacerlo reaccionar, le daba de golpes, lo tumbaba al suelo saltaba sobre él, le gritaba su nombre al oído, le daba vomitivos pensado que vaciándole las tripas se le iría la cara de estúpido con la que había llegado, le echaba agua fría, agua caliente, pero nada lo hacía reaccionar, su cuerpo estaba como adormecido aun que sus funciones no hubieran sido afectadas en nada, así se lo llevaron, babeando una saliba viscosa y cubierto con una manta negra, como si llevara él su propio luto. Así, con lástima, todos comprendieron que en algún lugar de los rodales algo o alguien había cogido su alma para lanzar su cuerpo como una cáscara inservible a vagar por el mundo. Esta es la historia de la desgracia de don Infante, que pasó de ser el más altanero del pueblo a ser el loco peculiar y con el tiempo fue siendo aceptado como tal, al punto de ser tratado como una mascota por todos los vecinos del lugar

TANIA GUERRERO

EL CAÑAN

EL CAÑAN

Cuentan que hace tiempo en Acray vivía un hombre sumamente avaro y mezquino como pocos han existido, siempre permanecía inmóvil bajo la sombra de uno de los árboles que frondosos habitan estas tierras, para no hacer esfuerzo en respirar, solía encontrárselo con la mirada perdida, masticando un palito que se movía de una comisuras de sus labios a la otra, dando la impresión de ser un reloj por el que no pasaban los segundo ni los minutos. Xenón se llamaba nuestro inalterable personaje, quién adornaba el paisaje como una roca, contrastando con la aridez de la zona y emanando una extraña energía oscura; las arrugas ya surcaban su rostro y todo hacía poner en duda de si estaba vivo o no, porque sobre él un grupo de gallinazos merodeaba permanentemente. Nos cuentan que cierta maledicencia lo rodeaba, que aquel lugar lo había transformado en lo que era por falta de agua, destinado a permanecer largas horas en quietud evitaba deshidratarse. En estos lugares la geografía es inclemente y extremadamente hostil, llena de arena y sol, la sangre parece secarse y en lugar de ser roja la siente uno amarilla, la tierra sedienta hace que cualquier elemento en estado líquido sufra el peligro mortal de desaparecer, convertido en arena, un claro ejemplo es el río que viene discretamente y que al tocar los límites de este lugar queda hecho un cauce de arena; este lugar emana una extraña sensación, como si uno caminara dentro de la boca de un animal salvaje incandescente intentando deshacerse de su baba. Dicen que antes no era así, que en algún momento el verdor desapareció por una avaricia del desierto que lo fue devorando todo. Aquí vivía nuestro personaje en estado casi catatónico para ahorrar la energía que le permitiera vivir. Muy lejos de Acray los paisajes desolados de la puna eran irrigados por las lluvias permanentes haciéndolos fértiles y saludables a toda productividad, ahí vivía una muchacha lozana, con las mejillas coloradas como manzanas, tenía los ojos de agua, la boca de agua, las manos y los pechos de agua, era Isadora. En una ocasión por una urgencia, su madre viajó a Huarmey para visitar a una tía suya muy querida que se encontraba enferma y por situaciones del destino hubo encontrado en Huarmey un trabajo y una casa para vivir, por lo que se quedó y mandó traer a su joven hija para que trabajase con ella, enviándole una descripción de cómo llegar al lugar. La pequeña explicación indicaba que debía evitar ciertos lugares por considerarlos peligrosos, especialmente el valle de Acray, le explicaba también que debería caminar por la vertiente de la derecha y que evitar todo el tiempo pasar por el centro, es así que Isadora emprendió el viaje obedeciendo las órdenes maternas, rauda como el agua por el río y pensando en miles de cosas que vendrían a futuro, llevaba harta agua en una alforja que cargaba con mucho esfuerzo. Su camino fue alegre y tranquilo, pero por un descuido juvenil, las indicaciones que le había enviado su madre, se le perdieron quedando a merced de su propia intuición, así siguió caminando sin ningún percance hasta que llegó al límite de este lugar, pero cuanto mas se acercaba sentía que su sangre se secaba, y cada vez un extraño temor le invadía el organismo; quiso volver pero increíblemente todo camino de retorno que tomaba parecía ser el mismo, entonces siguió adelante aunque un presentimiento oscuro la invadía llenándola de una incertidumbre que jamás antes hubo sentido, y es que al percatarse dónde estaba, se dio cuenta que había seguido el camino prohibido por su madre, y que la vertiente derecha se encontraba ya bastante lejos. Dándose ánimos, decidió seguir el camino prohibido y llegar antes del anochecer. En medio del encendido desierto Xenón sintió una frescura que le revitalizaba el espíritu y entonces sus sentidos empezaron a agudizarse, su rostro y todo en su cuerpo se transformó, la expresión dura que tenía en el rostro tomó forma distinta y los gallinazos que volaban sobre él se alejaron posándose a una prudencial distancia. De pronto Xenón se convirtió en un ser salvaje que olisqueaba el aire y empezó a correr como un felino por todos lados buscando el hilo de donde surgía el aroma de esa presencia distinta a la suya, estos movimientos lo condujeron hacia donde estaba la muchacha…. La sintió en su nariz, y en todo su ser, haciéndole movilizar los huesos y todo su organismo casi fosilizado, la vio a una cierta distancia sin que ella notara su presencia y adoptando movimiento elásticos se le acercó, ella al verlo quedó petrificada, el agua que traía en sus hombros se convirtió en arena y se hizo tan pesada que la hizo caer de rodillas… Una vez frente a frente, las ansias del hombre fueron irrefrenables. Transformado en un ser descomunal arremetió contra el cuerpecito endeble de la joven estrujándola como si se tratase de un guiñapo, el hombre sentía con placer como sonaban los huesos de su víctima y en sus manos aquella presencia se desintegro hasta quedar convertida en nada, el hombre se había bebido sus labios, sus ojos, su frente sus pechos hasta quedar sólo un poco de arena en uno de sus puños, mezclándose con toda la que había en aquel lugar, como si la muchacha nunca hubiera estado allí. Esta fue la última vez que se supo de Xenón, los gallinazos que volaban sobre él se esparcieron y no hubo más una mancha negra en el cielo que lo ubicara. Algunos dicen que su cuerpo quedó convertido en un gran cactus de forma fálica y su alma atrapada en un lagarto Cañán. Cuentan también que desde ese momento todo ser vivo masculino (pumas, gatos, perros, carneros) fue convertido en cactus, con formas de testículos y penes sedientos de agua, así, si uno visita estos lugares encontrará toda una geografía sexuada dedicada al lado masculino de la naturaleza deseosa y sedienta en su aridez, teniendo como único guardián a Xenon convertido en Cañán, espíritu del hombre que se hubo bebido en Isadora, la última posibilidad de fertilid

TANIA GUERRERO

Don Marciano y el extraño caso de la mujer aparecida

Don Marciano y el extraño caso de la mujer aparecida

Luego de haber tenido conocimiento sobre cierta situación anecdótica en la zona de la Cordillera Negra, me decidí a investigar viajando a las mismas fuentes. La historia a muchos parecerá descabellada pero por lo mismo enigmática e insólita.
Cuando llovía, Don Marciano, no iba cerca de algún árbol a guarecerse sino que seguía caminando bajo la lluvia, como si esa sensación le tranquilizara el alma encendida con la que había nacido; aquella vez la leve lluvia parecía haberle mareado induciéndole a un mundo del que saliendo no volvería a ser el mismo. Caminaba por la ruta siempre conocida por él, los árboles que tras suyo dejaba, lo habían visto crecer como él había visto crecer su propios huesos, su piel y hasta su propia sombra.
Esa tarde como muchas otras parecía apacible al igual que todas las otras que transcurrían en el lugar, salvo los acontecimientos cotidianos de la siembra y la cosecha, sin embargo al dar vuelta por casa de doña Iluminación, Don Marciano divisó a lo lejos una silueta sensual de movimientos felinos, que turbaron su mente y su espíritu. Esta imagen no solo impactó sus ojos sino también su olfato, porque el aroma que a lo lejos sentía le hizo escarapelar el cuerpo poniendole la carme de gallina, el corazón entonces empezó a latirle intensamente, no por temor sino por deseo, sus pasos empezaron a variar sigilosos como los de un puma, no aceleraba sino casi danzaba como un animal, el celo lo había cubierto sin que él se diera cuenta, y aquella visión se convirtió en un presentimiento. Cuando tuvo a la presencia frente a sus ojos, pudo entender el porqué de todo; era una mujer increíblemente hermosa, sus cabellos largos y negros le caían hasta las caderas, sus pechos redondos le explotaban como una flor, estas emociones él nunca antes las había sentido lo que explicaban el por qué de tanto marasmo.
La imagen de aquella mujer lo tenía en un paroxismo similar al de los fieles frente a sus santos; su rostro fresco lo sedujo, y aunque traía ropas raidas y una cuerda atada a la cintura él no pudo distraerse de ella, quedando hipnotizado como una mosca a la araña. Ahí mismo la mujer se dejó seducir por él y en medio de la nada, se hundió en su cuerpo, sin que ella dijera nada y al contrario lo recibiera gustosa, así, anidó en sus pechos como si toda la eternidad hubiera decidido estacionarse en esa piel, quedando dormido en su regazo, uno junto al otro como un solo cuerpo hasta que amaneció; una vez soñado todo lo que el inconciente puede soñar las aves invadieron el mundo con sus cascabeles cánticos y a él otra vez se le puso la piel de gallina, esta vez de temor. Ella habló por fin, pero fue para decirle que por favor la dejara; él le suplicó que no, que se quedaría, pero un presentimiento le hizo entender que no sería posible convencer a aquella mujer de su decisión. Él se fue, compungido y sucedido, pero una vez andado un corto trecho, su corazón le dio media vuelta y volvió a donde estaba la mujer; para su sorpresa encontró una burra atada en el lugar con la misma cuerda con que antes la había encontrado.
Esta historia me contaba don Marciano, y en sus ojos se dibujaba una profunda nostalgia que me hacían imaginar sus visiones y sentir los efluvios de aquella mujer que se perdía en el tiempo.
El relato, precisamente, coincide con el testimonio que me diera uno de los pobladores del valle, don Nicéforo Domínguez, quien había acusado a don Marciano, nuestro personaje enamorado, de haber abusado sexualmente de su joven burra. Lo aseveraba porque él mismo lo había encontrado en pleno acto indecoroso con la pobre animala, frente a lo cual preso de una furia incontenible descargó su indómito látigo en sus nalgas para haber si por las nalgas recapacitara su cruel fechoría, gritándole: «sucio, degenerado, pervertido» y una suerte de mil improperios más, que por las circunstancias y en consideración a usted amigo lector, no podemos transcribir, mientras don Marciano huía recogiéndose los pantalones.
Sobre dicha denuncia datan documentos fidedignos en la gobernación del lugar, acusando a don Marciano de zoofilia en desmedro de la honra de la joven burra de don Nicéforo Domínguez.

TANIA GUERRERO

VIENTO

VIENTO

aquí arriba todo es intenso, todo late...

a proposito de la luna

a proposito de la luna

la sangre ocurre entre mis piernas

EL ESPIRITU DE LOS CERROS

EL ESPIRITU DE LOS CERROS

Don Celestino tenía un hija que era extrañamente blanca en contraste al color cobrizo que suele tener la gente andina, decían que era blanca porque había adquirido el color de las nubes que rodeaban este lugar, aquí, cada mañana un mar de nubes se extiende como un mar, quizás es el lugar que más próximamente podría definir la palabra celestial, el lugar se llama Bombón, al habitar uno aquí piensa en cómo viven los ángeles, piensa que cerca de este lugar debe estar dios.
Ella era huérfana, cuando le preguntamos que había sucedido con su mamá, nos contó que un agujero negro la había comido desde dentro, reduciéndola a una cáscara de hueso y pellejo, en cuestión de horas y minutos, ella no la pudo ver, porque tenía dos meses de nacida. Don celestino escuchaba la historia y una mirada de profunda tristeza acompañada de su voz nos daba a entender que las heridas del pasado aun le hacían daño. Mi esposa se fue como se va la sombra en el medio día, replicó y no dijo más.
Se encuentran personas singulares a través de estos viajes. Muchas historias nos contaba don Celestino, sin embargo sobre la historia de la muerte de su esposa bajaba la mirada y permanecía en silencio, nosotros sin embargo, en nuestros viajes obtendríamos otra versión sobre la muerte de aquella mujer, así, nos contaron que aquella familia se fue a vivir un tiempo a la selva en medio de las actividades dedicadas a la producción de pasta básica de cocaína; en una oportunidad dos primos de su esposa les habían encargado acido sulfúrico, material indispensable para la producción del nocivo elemento, el cual guardaron en algún recodo de la casa. En esas la policía logró hacerles el seguimiento, enfrentándose y matando a uno de los hermanos, el otro logró huir a no se sabe donde exactamente, y nunca se volvió a saber de él, su ausencia aún es un misterio. La esposa de Don Celestino, aterrorizada al suponerse descubierta, se tomó el ácido sulfúrico que le encargaron sus parientes y como es lógico murió rápidamente en presencia del marido que no pudo hacer nada para evitar se desvaneciera en sus propias manos, dejando así al marido y a su pequeña de dos meses de nacida abandonados a su suerte… “a veces el miedo y la desesperación nos conduce a actos irracionales”, recuerdo haberle escuchado comentar a don Celestino en otra oportunidad, luego de esta desgracia y un tanto decepcionado de la vida, Don Celestino decidió dejar la selva y volver a su antiguo y original terruño serrano en aquella ladera, entre el cielo y el infierno, como podría decirse, de donde se contemplaba un mar de nubes como si el cielo estuviera al revés, para trabajar sembrando la tierra y vivir pobre pero honradamente sin meterse en líos que le costaran la vida a nadie mas, cuidando a su pequeña que era lo único que le quedaba en este mundo.

Este lugar tenía una geografía extrañamente particular, usualmente un lecho de nube se extendía bajo las casas permanentemente, cubriendo todo el horizonte de los valles y quebradas que en días despejados se observaba desde aquí, y aunque por mas que uno quisiera y necesitara agua no la podía obtener si no era decisión de la naturaleza que alguna compasiva nube subiera tímidamente y se dignara llover. Así, según observaba don celestino , esta inmensa lámina de algodón como el océano, dividía el mundo, puesto que bajo ella era posible la lluvia y sobre ella todo era seco, un lugar ambiguo entre el cielo y las nubes, uno permanecía aquí mudo de sed, como en un desierto de agua en estado gaseoso intangible, un desierto de nubes, que torturaba con su sola presencia porque no estaba líquida, una broma negra de la naturaleza, tal circunstancia había hecho que don Celestino y su hijita se convirtieran en auténticos hijos residentes de la sed y lucieran como dos fantasmas habitantes de estos lugares.
Don Celestino era el único habitante que permanecía todo el año junto con su hijita en esta geografía deshabitada y hostil, mientras que los otros dueños de chacras, sólo iban por unos días, bien sea para aporcar, sembrar, cosechar o demás actividades que requiriera el campo de cultivo, y coincidentemente sus sembríos eran los que mas producían y es que don celestino había aprendido a leer y descifrar lo que las nubes y el cielo conversaban para decidir qué hacer con la escasísima agua que de vez en cuando lloviznaba.
Hablando con las personas nos contaba, que por aquí no pasaba nadie así no mas, que por la falta de agua, estos lugares habían permanecido deshabitados por mucho tiempo, sin embargo, además de don Celestino y su hijita la gente hablaba de otro ser que exactamente no sabían si era hombre o espíritu, ellos le llamaban “el espíritu del cerro” y tenían la certeza de esto, la razón decían porque lejísimo en un lugar que se llamaba Bandera Cotu, había inexplicablemente una campana, que sonaba casi al mismo tiempo que la de pampas, la cual solo era posible ser tocada con brazos de un ser humano.
Cuentan que este hombre nunca envejecía, que permanecía durante el tiempo inalterable en su juventud mientras el tiempo pasaba por todos, el padre de don Celestino también lo había conocido, el padre de don Celestino se llamaba Hermenegildo, él se hizo su amigo y dio cuenta en pampas de la existencia de este hombre; los hacendados de aquella época, al enterarse de que alguien vivía en sus territorios se pusieron celosos de sus propiedades diciendo que quizás aquel quería robar o apropiarse de los mismos, pidiéndole de esta manera a Don Hermenegildo, que lo trajera a Pampas para preguntarle qué hacía allá, así organizaron un grupo de 3 personas e hicieron un plan que consistía en darle una pócima del sueño entre tragos y una vez dormido lo trajeran a Pampas a lomo de mula.
Don Hermenegildo y los otros dos hombres así lo hicieron juntos llevándolo a Pampas, a lomo de mula, como un saco de papas, en Pampas el hombre, que tenía el aspecto de un ser de barro ancestral fue bautizado por el cura de aquel entonces con el nombre de Nicanor, y en su afán de civilizarlo según las leyes de dios, le hicieron cumplir todos los sacramentos de la iglesia, bautismo, primera comunión, confirmación y matrimonio, haciéndolo casar con doña Clotilde Ardiles, sacramento que trajo sus frutos porque tuvieron varios hijos, cuya descendencia aun se puede encontrar, una vez cumplido los objetivos de lo que manda la santa madre iglesia con el fin de civilizar a los salvajes, lo dejaron en paz, satisfechos de la noble labor que consideraban habían realizado.
Este hombre que era “el espíritu del cerro” trajo de aquel lugar algunas de sus pertenencias que eran ceramios y metales que dicen ahora son propiedad de los gentiles o ancestros de las wacas, también hizo llevar una campana de las dos que existía en ese lugar “esas campanas están hechas de plata y cobre y suenan mejor que cualquier otra”, la otra quedó en ese mismo lugar y es la actualmente aun se oye tañir respondiéndole a la de pampas, ahí mismo plantaron una bandera en señal de bautizo y le pusieron el nombre de Bandera Cotu, que en castellano quiere decir “lugar de la bandera”.
Sin embargo Don Nicanor, una vez que hubo cumplido con todos los mandado que como buen cristiano se le exigía, incluyendo el de procrear una descendencia cristiana hecha y derecha, desapareció por arte de magia del pueblo y no se volvió a saber de él, dice la gente que se fue tras las faldas de una mujer foránea, las malas lenguas maliciosamente, decían que un alma perdida es un alma perdida y punto. Pero don Celestino nos comentó que eso no es cierto, que en realidad don Nicanor nunca dejó de ser un gentil y el espíritu de la montaña y que las leyes de dios para él no funcionaban por más exorcismo y bautizo que se le aplicaran. El no dejaría de ser lo que era. Don Nicanor era un ser no humano, diferente.
Don Celestino, nos contaba, lo había visto e incluso había conversado con él en alguna oportunidad, y nos decía que el espíritu del cerro, no estaba sometido ni al tiempo que para todos las personas normales funciona como la edad, por que él hombre que vio como don Nicanor algunas veces, eral el espíritu del cerro y como tal se renovaba y podía vivir por muchos años tal y como vive la montaña. Este hombre – decía - aun se conservaba joven y lozano en el tiempo, comentaba don Celestino con su hablar pausado y su mirada huidiza, que contrastaba con la hostilidad del lugar.
Los lugareños sin embargo comentaban maliciosamente, que el hombre al que llamaban el espíritu de los cerros era el primo que sobrevivió al enfrentamiento con la policía en la zona alta de la selva y que temeroso de pasar años en prisión, se había escondido en estos lugares para que no lo llevaran preso, refugiándose en las leyendas que la gente inventaba ante sucesos inexplicables.
……Aun ahora Don celestino no da muchos detalles al respecto, como si guardara un secreto, baja la mirada y me dice: así pues pasan las cosas por aquí, tranquilo no mas, hay cosas que uno ve pero callado no mas debe estar. A lo que no preguntamos mas, sobreentiendo muchas cosas mas o quizás sin entenderlas.


TANIA GUERRERO