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erradicacion total del machismo

HIPATIA DE ALEJANDRÍA - COMIENZOS DEL CRISTIANISMO - FEMINICIDIO

HIPATIA DE ALEJANDRÍA - COMIENZOS DEL CRISTIANISMO - FEMINICIDIO

A propósito de la Película Agora: 300 Años después de la muerte de Cristo, el fanatismo cristiano y la implantación de una nueva ideologia moralista y puritana se asienta en el poder con múltiples crímenes en nombre de su dios, afirmando entre otras tantas cosas que las mujeres debían sumisión al hombre y cualquier idea que estuviera fuera de las escrituras era considerada pagana, asi las ideas científicas fueron sensuradas con la muerte. Hipatia, filósofa y matemática de la época fue asesinada por fanáticos cristianos, por el hecho de ser una mujer librepensadora que no quizo adoptar la religión cristiana. Los Cristianos iniciaron con este acto la represión y autoritarismo contra las mujeres que tuvo su máximo auge en la epoca de la inquisición con la persecusión y ejecución de muchas mujeres en la hoguera. Es con el cristianismo que se reprime y atenta contra los derechos de las mujeres consolidándose la discriminación por mas de 2000 años y que se vive hasta nuestros dias.

Biografía de Hipatia de Alejandría
Nace: alrededor de 370 en Alejandría, Egipto
Muere: Marzo 415 en Alejandría, Egipto

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Hipatia de Alejandría fue la primera mujer que hizo contribuciones sustanciales al desarrollo de las matemáticas.

Hipatia era hija del matemático y filósofo Teón de Alejandría y es casi seguro que estudió matemáticas bajo la guía e instrucción de su padre. Es notable que Hipatia haya llegado a ser directora de la escuela platónica de Alejandría hacia el 400 d. C. Allí impartía clases de matemáticas y filosofía, enseñado particular en particular la filosofía neoplatónica1. Hipatia basaba sus enseñanzas en las de Plotino, el fundador del Neoplatonismo, y de Iámblico, uno de los desarrolladores del Neoplatonismo alrededor del 300 d. C.

Plotino enseñaba que hay una realidad última que está más allá del alcance del pensamiento o del lenguaje. El objetivo de la vida era apuntar a esta última realidad, la cual nunca podía ser descrita con precisión. Plotino enfatizaba que las personas no tenían la capacidad mental para entender completamente la realidad última en sí misma ni tampoco las consecuencias de su existencia. Iámblico distinguía más niveles de realidad en una jerarquía de niveles por debajo de la realidad última. Había un nivel de realidad correspondiente a cada pensamiento distintivo de los que es capaz la mente humana. Hipatia enseñó estas ideas filosóficas con un énfasis científico mayor que los seguidores anteriores del Neoplatonismo. Todos los comentaristas la describen como una maestra carismática.


Hipatia llegó a simbolizar aprendizaje y ciencia, lo que los primeros cristianos identificaban con paganismo. Sin embargo, entre los alumnos a los que enseñó en Alejandría había muchos cristianos importantes. Uno de los más famosos es Sinesio de Cirerne, quien después sería obispo de Temópolis. Se conservan muchas de las cartas que Sinesio escribió a Hipatia y vemos a alguien que estaba lleno de admiración y respeto por las habilidades científicas y de aprendizaje de Hipatia.

En el 412, Cirilo (después San Cirilo) se convirtió en patriarca de Alejandría. Sin embargo, el prefecto romano de Alejandría era Orestes y ambos se convirtieron en acérrimos rivales políticos en la lucha por el control entre iglesia y estado. Hipatia era amiga de Orestes y esto, junto con los prejuicios contra sus posiciones filosóficas que eran consideradas paganas por los cristianos, hicieron que Hipatia se convirtiera en el punto central de las luchas entre cristianos y no-cristianos.

Hipatia, escribe Heath en [4]:

... por su elocuencia y autoridad ... logró una influencia tal que la cristiandad se sintió amenazada ...

Algunos años después, de acuerdo con un reporte, Hipatia fue brutalmente asesinada por los monjes Nitrianos que eran una secta de seguidores fanáticos de Cirilo. Según otro relato (de Sócrates Escolástico), Hipatia fue asesinada por una muchedumbre alejandrina bajo el liderazgo de Pedro el Lector. Lo que definitivamente parece indisputable es que fue asesinada por cristianos que se sentían amenazados por su erudición, sabiduría y la profundidad de sus conocimientos científicos. Este acontecimiento parece ser un momento decisivo como se describe en [2]:

Cualquiera que haya sido el motivo preciso del homicidio, la partida poco después de muchos estudiosos marcó en inició del declive de Alejandría como un importante centro de aprendizaje de la antigüedad.

No hay evidencia de que Hipatia haya hecho investigación original en matemáticas. Sin embargo, asistió a su padre, Teón de Alejandría, a escribir las once partes de su comentario al Almagest de Ptolomeo. También se cree que lo ayudó a producir una nueva versión de los Elementos de Euclides que se ha convertido en la base para todas las ediciones posteriores. Heath escribe sobre la edición de Teón e Hipatia de los Elementos [4]:

... aunque hace solamente adiciones poco importantes al contenido de los ’Elementos’, él se esforzó por eliminar las dificultades que podrían encontrar los estudiantes en el libro, como haría un editor moderno al revisar un libro de texto clásico para ser usado en las escuelas; y no han duda alguna de que su edición fue aprobada por sus alumnos en Alejandría, para quienes fue escrita, así como por griegos posteriores quienes la usaron casi exclusivamente...

Además del trabajo en conjunto con su padre, Suidas nos informa que Hipatia escribió comentarios sobre la Arithmetica de Diofanto, las Cónicas2 de Apolonio y sobre los trabajos astronómicos de Ptolomeo. El pasaje en Suidas no es muy claro y casi todos los historiadores dudan que Hipatia haya comentado otras obras de Ptolomeo aparte de los que escribió con su padre.

Toda la obra de Hipatia se ha perdido excepto por sus títulos y algunas referencias a ella. Sin embargo, no se conoce ningún trabajo puramente filosófico, solamente en matemáticas y astronomía. Basado en esta pequeña cantidad de evidencia, Deakin en [8] y [9], arguye que Hiparia era una excelente recopiladora, editora y preservadora de obras matemáticas anteriores.

Como se mencionó arriba, existen algunas cartas de Sinesio a Hipatia. Estas piden su consejo sobre la construcción de un astrolabio3 y un hidroscopio.

Charles Kingsley (más conocido por su novela Los niños del agua, 1863) la hizo la heroina de una de sus novelas: Hipatia, o los últimos esfuerzos del paganismo en Alejandría. Como escribe Kramer en [1]:

Trabajos como este han perpetuado la leyenda de que no era solamente una intelectual sino también bella, elocuente y modesta.

Artículo de: J J O’Connor y E F Robertson
MacTutor History of Mathematics Archive

SEXO EXPUESTO

SEXO EXPUESTO

sabes, hay algo que no me cabe en la cabeza con respecto a los hombres, por lo que me cuentan
alguna de mis amigas, es que la mayoría de los hombres en el momento del sexo con una persona desconocida no usan protección. no les importa y luego son capaces de ir donde sus esposas y contagiarles de lo que sea
eso no está penado?
José Luis dice:
EN LA NUEVA LEGISLACION PENAL SI
ESO SE LLAMA PROMISCUIDAD SEXUAL
Cecilia dice:
y como se denuncia y como se sanciona? br />José Luis dice:
TIENES ALGUN SINTOMA DE TENER ALGUNA ENFERMEDAD VENEREA
Cecilia dice:
bueno pues mi pareja lo tiene con quien sea y luego de mentirme varias veces, me dice la verdad de que sí ha tenido sexo con otras mujeres sin protección
José Luis dice:
Y SI UNA DE ESAS AMANTES EVENTUALES TIENE SIDA?
Cecilia dice:
bueno ese cuento ya me lo se, no tienes que repetirmelo, mi pregunta directa es si es sancionable por la ley
nada mas
como se denuncia y como se sanciona
es la triste realidad
José Luis dice:
TENDRIAS PRIMERO QUE PROBAR QUE ES TU PAREJA PERMANENTE
José Luis dice:
Y APENAS TENGAS ALGUN INDICIO DE TENER UNA ENFERMEDAD POR TRASMISION SEXUAL LO DENUNCIAS CON LAS PRUEBAS PERTINENTES
Cecilia dice:
mmm, osea primero tengo que pegarme alguna de esas enfermedades, pero es necesario todavia hacer ese sacrificio?
José Luis dice:
EN CASO TE HAYA CONTAGIADO UNA ENFERMEDAD INFECTOCONTAGIOSA LA PENA ES DELITO CONTRA LA VIDA Y LA SALUD
SINO COMO LO PIENSAS DENUNCIAR
Cecilia dice:
no es posible hacer una denuncia sólo por el riesgo al que me expone por estar con varias mujeres sin protección estando conmigo a la vez?
José Luis dice:
PUEDES DEJAR ESO EN UNA DENUNCIA PREVENTIVA PERO LO QUE TE DIRIA EL COMISARIO SERIA SEÑORA PORQUE SIGUE CON EL SE ESTA EXPONIENDO A UN CONTAGIO Y UNA ENFERMEDAD
Cecilia dice:
entonces se puede hacer una denuncia preventiva
pero no procedería porque el comisario me diría eso?
José Luis dice:
EL ACTO ES DELITO CUANDO YA SE CONSUME EL HECHO Y DEJA CONSECUENCIAS
Cecilia dice:
no entiendo
sin consecuencias no hay delito, ok, pero puede haber una denuncia preventiva entonces
José Luis dice:
SI
Cecilia dice:
voy a la comisaría y lo denuncia en qué terminos?
José Luis dice:
QUE ESTA ATENTANDO CONTRA LA VIDA Y LA SALUD DE TU PERSONA
POR PROMISCUIDAD SEXUAL
José Luis dice:

Cecilia dice:
el usar preservativo es algo simple de entener, es como un habito, como lavarse los dientes,
no entiendo porque no lo asumen asi los varones
José Luis dice:
YA ESTAMOS APRENDIENDO
Cecilia dice:
si veo a un hombre que carga un preservativo en la billetera o donde sea, me da la idea de limpieza
y sino y habla de mujeres y eso, pienso que hasta le apestan los pies
si, es asqueroso
y ya pues, ya te puedes imaginar si es capaz de ser asi de sucio con su cuerpo como será el alma
jaja
José Luis dice:

Mujer bonita

Mujer bonita

.

MACHISMO EN EL PERU

MACHISMO EN EL PERU Presentado en la Conferencia Regional " La equidad de género en America Latina y el Caribe:
Desafíos desde las identidades masculinas "
Santiago de Chile, 8-10 de junio de 1998

Norma Fuller, Ph.D
Universidad Católica del Perú

En este ensayo intento revisaré algunas características del machismo latinoamericano (1) y la validez de este concepto para entender las representaciones sobre masculinidad vigentes en el Perú urbano. Para ello retomaré algunas características de los sistemas de género mediterráneos que guardan similitudes con el caso latinoamericano: la doble moral sexual, la importancia del control de la sexualidad femenina, de la virginidad y de la maternidad en contraste con el énfasis en la virilidad, la fuerza y el desinterés respecto a los asuntos domésticos que caracterizarían a los varones. Mi interés es mostrar que lejos de ser una forma irracional y arbitraria de imposición masculina, el llamado machismo corresponde a una forma particular de organizar las relaciones entre los géneros en sociedades donde existen marcadas diferencias étnicas y raciales. Seguidamente revisaré el discurso académico y de sentido común sobre el machismo a fin de precisar hasta qué punto éste último corresponde a la particular versión de lo masculino en estas sociedades o forma parte de los discursos que producen y cuestionan el sistema de género latinoamericano.

La doble moral sexual y el control de la sexualidad femenina

A pesar de sus variaciones, las relaciones entre los géneros en las sociedades mediterráneas tradicionales tienen por lo menos una constante: lo femenino y lo masculino son concebidos como opuestos. Los hombres actúan en virtud de su relación con el mundo exterior a la familia y la comunidad, mientras que las mujeres reciben su poder del mundo interior, es decir, del interior de la casa e incluso de sus cuerpos. Esta organización social se expresa en una división moral por la cual la fortaleza en los varones y la vergüenza sexual en las mujeres son las cualidades morales de mayor importancia. Ello deriva en distintas formas de la conducta para cada género: La falta de castidad en las mujeres pone en peligro el honor de la familia atesorado por los antepasados, mientras que en el caso de los hombres destruye el honor de otras familias (Pitt Rivers; 1979: 121). Los hombres se consideran responsables del comportamiento de sus mujeres, porque en él estriba la esencia de su honor moral y el honor moral es la esencia del honor porque está en conexión con lo sagrado. A eso se debe que los hombres reclamen autoridad sobre sus esposas, hijas y hermanas, y les exijan cualidades morales que no esperan de sí mismos: al fin y al cabo, ellos no pueden darse el lujo de tener una conciencia moral demasiado fina o, si no, no podrán cumplir con sus obligaciones para con su familia en la lucha por la subsistencia. (2) Más aún, existe un conflicto de valores implícito entre el orgullo masculino que se expresa en la galantería y conquista hacia el sexo femenino y el que radica en la fidelidad a los deberes del hombre de familia (Pitt Rivers; 1979: p.56). Existe un tipo de hombría que se expresa en la " responsabilidad " del jefe de familia que respeta a su esposa y un tipo de hombría correspondiente a sus cualidades viriles.

Esta división de esferas se funda en una concepción del honor propia de las culturas del círculo mediterráneo. El honor, según Pitt Rivers, es el valor de una persona para sí misma, pero también para la sociedad. Es su opinión sobre su propio valor, pero también es el reclamo de que su excelencia sea reconocida por la sociedad, su derecho al orgullo (Pitt Rivers 1979:18). Existen dos tipos de honor. El honor posición y el honor virtud. En el primer caso corresponde al nacimiento, al origen y los antecedentes familiares. El honor virtud, en cambio, es aquel asociado a la excelencia personal o a las hazañas realizadas por el sujeto. La posición social se hereda primordialmente del padre cuyo primer apellido patrilineal hereda el hijo y transmitirá a sus descendientes. Así pues en ese aspecto, como derecho a la prioridad, el honor deriva predominantemente del padre, mientras que en su aspecto de virtud (conducta, manera de ser) deriva predominantemente de la madre, depositaria última del honor moral de la familia. (Pitt Rivers, 1979: p.57). La masculinidad depende más de cualidades sociales como el éxito, la riqueza, el poder. Es menos dependiente de cualidades biológicas o intrínsecas a la persona. Por ello es más susceptible de ser negada socialmente y necesita del reconocimiento del otro. Por ello la virilidad puede ser cuestionada y los varones están bajo la sospecha de pavonearse o fingir sus hazañas. En ese sentido los conceptos reputación, amor propio y vergüenza son centrales para entender la dinámica de las relaciones entre varones en este tipo de sociedades.

La identidad masculina pasa por etapas marcadamente diferentes según el momento del ciclo vital en que se encuentra en sujeto. Por ejemplo, en un estudio hecho entre un grupo de pastores griegos, Peristiany encuentra que durante la juventud el varón kallikari se identifica con el héroe guerrero con vigor físico y coraje afirmativo, dispuesto a morir, si es necesario, por el honor de la familia. Pasado este período el varón asume el papel de cabeza de familia y se vuelve más prudente. Honor y conveniencia deben contrapesarse de modo que no pongan en peligro la reputación, y eso no es siempre fácil. Solamente al alcanzar la edad de retiro, cuando su reputación está definitivamente establecida, entra el hombre en el período de su vida en que está libre de la tensión competitiva (Peristiany 1992: pp. 134-135) y puede convertirse en el hombre sabio de ciertas comunidades griegas que reúne las cualidades que el hombre joven o el padre de familia no pueden encarnar debido a las exigencias de sus roles públicos (Peristiany;

1992: p.317).

La descripción de los atributos del joven Kallikari y los diferentes ritos de iniciación que atraviesa para confirmar su masculinidad son similares al período adolescente de las sociedades latinoamericanas en las que el varón debe probar que es sexualmente activo, y fuerte delante del grupo de pares. En un estudio sobre le machismo mexicano durante la década de los sesenta De Hoyos y De Hoyos (1966), intentan explicar como se reproduce esta ideología. Según afirman, en la sociedad mexicana el matrimonio aporta poco al varón porque la mujer no tiene mayor prestigio social; las tareas domésticas no son valoradas y el varón debe evitar participar en ellas. Por ello los niños crecen con muy poco contacto con la figura paterna (De Hoyos y De Hoyos 1966: 103). Quien cumple con el rol de socializar a los varones en los valores masculinos es el grupo de pares. Es lo que De Hoyos y de Hoyos llaman Sistema Amigo. El machismo, en tanto valor cultural, es transmitido al joven mexicano por su sistema amigo a través de cierto número de rites de passage. Este enfatiza la independencia, la impulsividad, y la fuerza física, como la manera " natural " de resolver desacuerdos, la dureza como la mejor manera de relacionarse con mujeres y la fuerza como el modo de relacionarse con el débil o con subordinados.

El análisis de Hoyos y De Hoyos da cuenta de ciertos rasgos de la identidad de género masculina en algunas sociedades latinoamericanas: la hipervaloración del período juvenil y el bajo énfasis en la figura paterna y la hostilidad entre el mundo doméstico y el masculino. Su similitud con el período viril en las sociedades mediterráneas sugiere que las características atribuidas al macho latinoamericano pueden ser entendidas como los rasgos propios de un momento en la vida del varón en sociedades patriarcales que dividen netamente las esferas femenina y masculina. Sin embargo, como muestran los estudios hechos en las sociedades mediterráneas, al período juvenil, suceden otros en los que el varón se define como responsable y más tarde como sabio. Sería necesario investigar la identidad masculina de los varones latinoamericanos en su período adulto para comprenderla en sus diferentes dimensiones.

De acuerdo a Peristiany en las sociedades mediterráneas la masculinidad está contenida en dos códigos morales paralelos, uno estático y otro dinámico y contextual. El primero se considera impersonal y reposa en una escala de valores constante: honestidad, responsabilidad, compromiso con la comunidad y sabiduría. En el plano temporal es el equivalente del orden divino. La función de esta categoría estática es proporcionar una medida ultima por medio de la cual se puede evaluar la conducta. La segunda categoría contiene abundantes modelos relativos: el guerrero, el joven viril, el sagaz comerciante, el respetado padre, etc., cada uno con su propio orden, estando las categorías adaptadas a distintas contingencias sociales como son la edad, el sexo, la posición social etc., y a las distintas etapas de la vida. Los modelos relativos tienen en cuenta el pragmatismo y la justificación de la conducta presente mientras que el trascendente representa la estabilidad (Peristiany;1968: p. 170 171). Peristiany concluye que los valores deben ser entendidos contextual e históricamente. No se puede aplicar una única medida para medir el comportamiento de las personas, estas actúan con códigos diferentes según estén moviéndose en el ámbito familiar, comunal, nacional. etc.

En resumen, los aportes más relevantes de los estudios sobre el área mediterránea son el intento de explicar como se organizan las relaciones entre los géneros en sociedades donde los varones como grupo afirman su poder frente a otros grupos a través del control de la sexualidad de las mujeres de su círculo. Su análisis del código moral como expresión simbólica de esta dinámica de relaciones y su énfasis en la ambigüedad inherente a una identidad que se mueve dentro de dos espacios previamente definidos como opuestos. Es decir, explican la lógica interna de la llamada doble moral y del machismo. Finalmente, llama la atención sobre el aspecto relacional y contextual de las identidades; éstas deben ser entendidas dentro del cuadro de conjunto de la organización social y moral de cada sociedad.



El trauma de la conquista

La mayoría de los autores que abordan el machismo latinoamericano atribuyen la exageración y arbitrariedad del predominio masculino a que en las sociedades coloniales ibéricas la dominación étnica, racial y de clase fue muy acentuada y propició formas de sojuzgamiento femenino y predominio masculino mucho más marcadas que en la sociedad española o en las culturas nativas. Este punto de vista tiene la ventaja de tener en cuenta las especificidades históricas de las sociedades iberoamericanas para explicar la dinámica de relaciones entre los géneros. Sin embargo tienden a dar como hecho explicativo la conquista y la colonia. Ignoran las particularidades de cada una de ellas, que la dominación española terminó hace dos siglos, y su historia presente.

En su influyente ensayo " El laberinto de la soledad ", Octavio Paz (1959) combina el psicologismo y el historicismo para explicar las determinantes histórico culturales que están detrás de ciertos rasgos del varón mexicano: la identificación con la violencia arbitraria, la voluntad de dominio y la ambivalencia frente a la figura femenina. Según Paz, el " macho " representa el polo masculino de la vida. El guerrero, el seductor, pero no el padre. En el español mexicano la frase " yo soy tu padre " no tiene ningún sabor paternal, ni se dice para proteger, resguardar o conducir, sino para imponer una superioridad, esto es, para humillar. El atributo masculino esencial, la fuerza, se manifiesta casi siempre como capacidad de herir, rajar, aniquilar, humillar. Es el varón asociado al principio masculino de lucha y violencia sin cauces. Estos rasgos, continúa Paz, tienen su origen en una herida " en la violenta, sarcástica humillación de la Madre y en la menos violenta afirmación del Padre. El mexicano es producto de un acto de violencia en el que la madre traiciona a su pueblo y el padre desprecia a su descendencia, es el " hijo de la chingada ", el engendro de la violación, del rapto o de la burla " (Paz, 1957: 2). Por ello, el mexicano ha interiorizado una imagen devaluada de la mujer: violada y complaciente, y una imagen de padre de un lado, ausente, del otro, arbitrario e iracundo no temperado por los aspectos de protección y sacrificio propios del patriarca.

Las ideas centrales de Paz pueden resumirse en la asociación de lo masculino a un principio activo sin ambivalencias, al guerrero violento. A diferencia de su contraparte mediterránea en la cual la figura paterna sucede al joven, donde la responsabilidad sobre la familia define a la verdadera hombría, en la sociedad mexicana el padre reniega del hijo y se rehusa a respetar y proteger a la madre, de ahí que la figura del macho represente la actividad arbitraria y sin control. Esta imagen de masculinidad tendría sus raíces en el trauma de la conquista. El mexicano en tanto hijo de mujer vencida y el guerrero vencedor ha internalizado una imagen masculina brutal pero poderosa y admirada.

Gracias a su deslumbrante estilo literario, y a que toca temas movilizantes como la intensa jerarquía entre los géneros, la doble moral, y la necesidad de autoafirmación del varón, Paz ha tenido un profundo y duradero impacto en los analistas que intentan entender la problemática de la identidad masculina en este continente. Trabajos más recientes como los de Milagros Palma (1990), Norman Palma (1990) y Sonia Montecino (1991) se inspiran casi literalmente en Octavio Paz. Milagros Palma (1990) afirma que " para explicar la tragedia del mestizo es necesario tener en cuenta que no sólo se nace de una mujer, un ser inferior en sí, sino de una mujer de raza inferior, que además fue violada. " La chingada ". De acuerdo a esta autora, el mundo mestizo, como toda organización social que nace de la violación, forja una cultura de la violación que será el instrumento de perpetuación y legitimación de la superioridad masculina (Ibid, 1990). Norman Palma de su lado afirma que la exacerbación del machismo en los países de América Latina reside en el peso de las diferencias étnicas ya que es estos países las razas vencidas constituyen la mayoría de la población. " Así la tragedia de la Conquista se eterniza, al menos bajo la forma de un conjunto de ritos sociales, en que el cuerpo de la mujer del pueblo es el espacio en que se concentra la negatividad, la explotación, la miseria y la abyección (Norman Palma 1990).

Dentro de la misma línea que Milagros Palma y Norman Palma, Sonia Montecino (1992) sugiere que la relación entre el conquistador y la mujer nativa que da origen al mestizo americano se funda en la violación y el rechazo. El producto de esta unión, el huacho, no reconocido por el padre, carecerá de una figura paterna de identificación. Ambas imágenes se complementarán porque la ausencia del padre potencializa la figura materna y empequeñece la paterna en la imaginación infantil. Al crecer, el niño identificado con una imagen paterna negativa o ausente y una materna poderosa recreará el mito de la supermadre y el macho irresponsable. Así, de acuerdo a Montecino, en la cultura mestiza latinoamericana, el padre, como centro y foco de autoridad está pobremente desarrollado. Por lo tanto éste no actúa como figura de identificación y emblema de masculinidad.

Estos modelos interpretativos son sugerentes en la medida en que intentan reunir los aspectos psicodinámicos, históricos y culturales. Sin embargo, en mi opinión, se manejan basándose en estereotipos rígidos. Explicar la identidad masculina actual en Latinoamérica en base al " trauma de la conquista ", supone reducir la historia de un continente a un hecho fundante. Más aun contraen la identidad masculina a un momento del ciclo vital: el joven macho. Trabajos recientes sobre las relaciones interétnicas e intergéneros durante la colonia muestran que éste fue un período muy dinámico en el cual los sistemas étnicos y de género pasaron por diversas transformaciones.



Relaciones de género, raza, clase, etnia

En la invasión europea confluyeron dos corrientes patriarcales, la española y la nativa. Los incas, como muchas otras sociedades, establecieron un sistema político en el cual otorgar mujeres a los grupos conquistados y recibir mujeres de éstos lubricó un sistema de alianzas de poder. Los españoles encajaron perfectamente con este aspecto de la sociedad incaica. No obstante, los conquistadores, en su casi total mayoría prefirieron establecer relaciones consensuales con las nativas y luego contraer matrimonio con mujeres españolas debido a que un matrimonio con una mujer india, aunque noble, no proporcionaba al hombre español el prestigio que podría lograr con una mujer española de más o menos alcurnia (Mannarelli; 1993: 42). Mannarelli ofrece una explicación alternativa a la simple violación. Los mestizos no son simplemente el producto del abuso desenfrenado sino del hecho de que los españoles manejaban códigos de conducta diferentes para tratar con las mujeres nativas y para tratar con las de su grupo étnico. Para la racionalidad moderna puede parecer arbitrario que se usen diferentes códigos para cada estilo de relación, pero ello es característico de las sociedades jerárquicas donde las relaciones no se rigen por principios universales sino contextuales. Es decir, varían de acuerdo al tipo de relación (Dumont; 1983).

Durante el período colonial cada grupo genérico, étnico o racial se movía con diferentes códigos éticos. Ello permitió a los varones de los sectores dominantes establecer varios estilos paralelos de relaciones intergénero. Uno con las mujeres de su propio grupo étnico y racial y otros con las de los diferentes grupos subordinados. Esto confirió al varón una serie de privilegios sobre la población femenina: control de la conducta de las de su grupo y capacidad de acceder a las mujeres de otros (Seed, 1991). El caso de las mujeres españolas es justamente opuesto, ellas estaban rígidamente vigiladas y prohibidas de circular entre varones de otros grupos. Las de las castas y las esclavas, por el contrario, tenían interés en establecer relaciones con los varones de los sectores dominantes. De otro al lado, la débil vigencia de los poderes públicos confirió a las voluntades individuales y a la familia patriarcal un amplio margen de acción.

Esta descripción ilumina ciertos aspectos que han llamado la atención en el machismo latinoamericano: la enorme asimetría entre el control de la sexualidad femenina y la libertad sexual masculina y en segundo lugar, la arbitrariedad de la conducta de los varones. El primero puede ser entendido por el tipo de circulación de mujeres y varones engendrado por las jerarquías étnicas y raciales. En segundo lugar, la arbitrariedad puede ser entendida por el débil desarrollo de los poderes públicos. La voluntad masculina o del padre de familia podía prevalecer sobre los poderes públicos (Iglesia, Estado). La conducta masculina se regía más por códigos individuales como el honor, propio y de la familia, que por las leyes civiles o eclesiásticas.



La sociedad latinoamericana en transición

Trabajos sobre la realidad actual latinoamericana (Velho, 1981; Da Matta, 1983; Nugent, 1992) enfocan las relaciones de clase, raza y género características de estas sociedades como expresiones de un ordenamiento social fundado en jerarquías étnicas y raciales en proceso de transformación hacia el modelo de la república de ciudadanos. Según apuntan, uno de los rasgos distintivos de la identidad del hombre urbano actual es la convivencia de códigos democráticos y jerárquicos. Las prácticas que reproducen las jerarquías tradicionales siguen vigentes en ciertos espacios como la familia y la religión, mientras que la racionalidad moderna, que concibe a los seres humanos como individuos y como ciudadanos libres e iguales, rige en ciertos aspectos de la vida política y es difundida por la educación formal. El desfase entre un orden legítimo igualitario y prácticas discriminatorias teñiría la subjetividad de los actores sociales.

Da Matta (1983) intenta dar cuenta de los avatares de la constitución de un estado moderno en una sociedad fundada sobre la base de jerarquías étnicas, raciales y de clase. Según Da Matta, en sociedades como la brasilera no se puede hablar de una esfera pública constituida en los términos del Estado democrático moderno. Es decir regida por principios abstractos y generales válidos para todos los ciudadanos. En el Brasil actual se actúa con dos registros: las relaciones personales y las relaciones formales. Aquellos que ocupan los estratos más altos pueden obviar la ley mientras que los sectores desfavorecidos no llegan al status de ciudadanos. Por ello propone que la dualidad característica de la visión del mundo social de la cultura brasilera es la división casa/calle y no la público/privado. Mientras que en esta última lo público remite al orden abstracto y racional y lo privado al de los afectos y la intimidad; en la primera, la calle es el mundo de lo imprevisto, de lo accidental y lo pasional; la casa remite a un universo controlado donde las cosas están en su debido lugar (Da Matta; 1983:

70). Dentro de este contexto, lo masculino se asocia al mundo externo y sus incertidumbres y no al espacio publico racional y abstracto. Sin embargo a diferencia de las sociedades tradicionales y jerárquicas puras, el modelo oficial de la sociedad brasilera es el estado moderno, democrático y constituido por individuos libres e iguales. Así, en la practica conviven instituciones formales modernas como el Estado, y estructuras jerárquicas tradicionales. La identidad masculina se asocia tanto a la calle como a lo público, dependiendo de la esfera de acción en la que se mueve. El varón de la calle puede ser el vivo, el malandro, y sus opuestos: el bobo o el santo. Pero existe también el individuo autocentrado y el ciudadano.

A diferencia de los análisis sobre el machismo que enfatizan la asociación del varón con el espacio exterior, Da Matta recuerda que el varón también pertenece al mundo doméstico: es hijo, esposo, hermano, padre. La identidad masculina es más ambigua y complicada que la femenina. El varón circula por espacios que son simbólicamente opuestos. Ello explicaría la proliferación de rituales masculinos que marcan distancia frente a lo femenino. Es el caso de la obligada " ida al burdel " para celebrar el ingreso al mundo viril. Es una forma de transgredir la ley materna y entrar a circular entre mujeres que significan su opuesto. En suma, los varones circulan entre dimensiones morales: la pública, la calle y la doméstica.

En un estudio cualitativo sobre la construcción de la identidad social y de género entre obreras y obreros de la ciudad de Lima Guzmán y Portocarrero (1992) concluyen que las vidas de los varones y mujeres entrevistados son expresivas de los cambios que han caracterizado a la sociedad peruana en las décadas del 60 al 80. La gran mayoría de ellos proviene de provincias. En la capital se fueron transformando, de campesinos o provincianos devinieron en citadinos pobladores y proletarios. Este proceso se asocia a la asimilación de valores democráticos opuestos al mundo tradicional, más centrado en la jerarquía. Guzmán y Portocarrero encuentran cambios en las representaciones de género de algunos varones. Ellos reconocen la situación de desventaja y discriminación de las mujeres en el trabajo, y en algunos casos afirman que las diferencias entre hombres y mujeres no son relevantes ya que ambos comparten la " humanidad " (Guzmán y Portocarrero; 1992: 306). Pero si bien en el plano de las racionalizaciones el concepto " seres humanos " prevalece, en la práctica se reproducen los patrones tradicionales. Este trabajo muestra que procesos generales como los observados por Da Matta, Velho y Nugent, marcan la construcción de las identidades personales y de género.



El machismo en el Perú actual

De otro lado es necesario problematizar el término machismo y su validez en el contexto peruano. De acuerdo a Scott 1990), contrariamente a quienes afirman que en el Perú predomina la familia matricéntrica debido a la deserción masculina y los altos índices de ilegitimidad, la familia se caracteriza por su cohesión, y por el predominio del padre de familia autoritario que funda su poder en las jerarquías de género y de edad (1990: 204). Sin embargo, Scott señala que existen ciertas contradicciones creadas por el ideal de cohesión familiar, por la dificultad de controlar a las mujeres en lo que fue por siglos una sociedad de frontera, por el hecho de que las mujeres pueden heredar propiedades y conducir sus propios negocios (Wilson en: Scott 1990), por la influencia de ideologías de género foráneas, y por la lucha de algunas mujeres por su liberación (Scott; 1990: 205).

Entre las clases altas (Kogan 1992), la masculinidad se construye como un rechazo a los atributos y roles considerados femeninos, por la marcada expectativa hacia el logro y la capacidad de los varones de generar recursos para proveer a la familia. Las mujeres están asociadas al espacio doméstico y su sexualidad es muy controlada. Sin embargo, contrariamente a la imagen del varón irresponsable y descuidado, los varones de clase alta enfatizan la responsabilidad y el trabajo como los valores que definen la hombría mientras que atributos como la fuerza pierden valor. Su definición de masculinidad se acerca más al patriarca que al macho.

Estudiando a las clases medias urbanas, Fuller (1993, 1997) encuentra que la población masculina y femenina demanda una paternidad mucho más orientada a las relaciones afectivas estrechas con los hijos y valora el compañerismo y la satisfacción erótica en la relación de pareja. Para los varones de la clase media limeña, la figura del padre tiene una influencia definitiva durante el período de socialización infantil. El padre representa el vínculo con la esfera pública y es quien trasmite a su hijo los valores éticos y los conocimientos que le permiten apropiarse simbólicamente del mundo exterior. Sin embargo la figura paterna sintetiza las contradicciones inherentes a la masculinidad, pertenece al hogar y al mundo exterior. Aunque se supone que personifica las virtudes domésticas (esposo, padre), sus devaneos sexuales pueden perturbar el dominio doméstico. En lo que respecta al machismo, en lugar de constituir una prueba de la superioridad masculina, se representa como la expresión de la inseguridad de los jóvenes respecto a su propia virilidad o a su capacidad de obtener el reconocimiento de sus pares. Para otros, el machismo es una reacción irracional de defensa contra el reto que representa la liberación femenina y la irrupción de las mujeres en el espacio público. Se trata pues de una reliquia del pasado y de un intento de proteger los privilegios masculinos que han perdido legitimidad.

Una investigación sobre representaciones de sexualidad en tres generaciones de limeños (Ponce y La Rosa, 1995) identifica ciertos cambios generacionales. Aunque en la generación que tiene entre 60 y 70 años, el varón se representa como impulsivo, autoritario y protector, en la generación que tiene entre 40-50 años se incorpora el reconocimiento de la sexualidad de la esposa y la importancia de la paternidad para definir la autoestima del varón tanto individual como socialmente. Sin embargo, señalan Ponce y La Rosa, la paternidad parece detenerse en el rol reproductivo ya que ninguno de los varones entrevistados se representó a sí mismo cumpliendo con rutinas de crianza.

Un reciente estudio de opinión publica (Alfaro, 1997) aplicado a hombres y mujeres mayores de 18 años viviendo en las ciudades de Lima y Callao concluye que la idea del padre más comprometido afectiva y comunicativamente con sus hijos ha ingresado a las percepciones y mentalidades de la población urbana. En resumen, las investigaciones que han explorado la temática de la identidad masculina muestran que la dimensión paternal y la responsabilidad frente a la familia son ejes cruciales de ésta.



La producción del macho

Queda una pregunta pendiente y es cómo el machismo se identifica con la identidad latinoamericana y por qué los varones, aun para rechazarlo se contrastan contra él. Gutman (1996) realiza un análisis del surgimiento de la representación del macho y su difusión y sugiere que ésta noción surge después de la revolución mexicana en la que el estado asume una intensa labor de propaganda en torno a la construcción de la identidad nacional mexicana. La cultura mexicana ha elevado a la revolución de comienzos de este siglo, más que a la conquista, como su gran hecho fundante. El guerrero revolucionario se convirtió en una de las grandes figuras mitológicas de la revolución. Esta imagen fue ampliamente difundida por la propaganda estatal, el folklore y los medios de comunicación. El guerrero se caracteriza por vivir en un mundo en el que los rasgos masculinos se enfatizan y lo femenino, en tanto espacio doméstico desaparece. No es de extrañar que el macho sea viril, violento y arbitrario.

En el caso peruano por ejemplo, es notoria la penetración del cine mexicano de la década de los cuarenta y cincuenta. Los varones del grupo de edad de 40 a 55 años entrevistados para una investigación sobre identidad masculina relatan haber sido adictos al cine mexicano y de hecho identifican la imagen del macho con la del charro y a su vez proponen que fue una de sus fuentes de identificación masculina en el periodo juvenil. La difusión de imágenes que colocaban al macho mexicano como símbolo de la identidad nacional mexicana contribuyó también a construir una identidad latinoamericana y un sentimiento de vinculo entre los varones de países como México y Perú. En sentido contrario, la figura del macho en los Estados Unidos de Norteamérica habría sido identificada con el migrante mexicano a quien se le atribuye una violencia y sexualidad incontroladas. Es decir se construye la imagen de un otro menos humano. Ello expresa la discriminación étnica y racial que impregna las relaciones entre los países del norte y los del sur de América.

Es evidente que el machismo más que la expresión del pasado colonial, está ligado a la producción de imágenes nacionales y a su circulación a través de los medios de comunicación. Ello no significa que la identidad del varón latinoamericano haya quedado fijada en esta imagen, por el contrario el machismo se define hoy en día como aquello que los varones no deben ni quieren ser o en, en sentido contrario como expresión de protesta de los varones ante la pérdida de privilegios tradicionales. En la medida en que varones y mujeres lo asumen como aquello que ya se fue o aquello que no quieren ser el machismo es parte constitutiva de la identidad de género masculina en el Perú y otros países de Latinoamérica.



Conclusiones

El sistema genérico latinoamericano se funda en una división moral del trabajo que implica que cada género se rija por diferentes códigos éticos, especialmente en lo que concierne a la conducta sexual. En el Perú este sistema se inserta en una estructura étnico racial y de clases que permite a los varones de las clases dominantes circular entre los diferentes grupos y encierra a las mujeres de los sectores medios y altos dentro de las fronteras de su clase, raza o etnia. En un sistema genérico como el descrito, los varones de los grupos dominantes circulan entre los diferentes grupos de mujeres y establecen diferentes tipos de alianzas sexuales y conyugales. Puede decirse que no es que no exista el padre de familia responsable, sino que el varón puede actuar como padre o como seductor de acuerdo al código de conducta que rija su relación con cada grupo de mujeres. (3)

El machismo entendido como afirmación de la virilidad y control sobre las mujeres es un componente de la cultura masculina juvenil transmitida por el grupo de pares. Esta cultura acentúa la ruptura con los valores de la casa, asociados a la figura materna y sobrevalúa el aspecto indomesticado de la masculinidad: fuerza física y virilidad.

El hecho de que el varón se asocie al espacio público pero pertenezca a la casa ha teñido de ambigüedad la identidad masculina. Ello explicaría la existencia de patrones de socialización masculina que se encargan de separar al varón del espacio doméstico e introducirlo en la cultura masculina, la tendencia a despreciar y evitar lo femenino y el temor a la homosexualidad que tiñen de ansiedad la identidad masculina.

Durante los dos últimos siglos, cada una de estas sociedades ha atravesado por procesos de cambio desde sociedades organizadas de acuerdo a una racionalidad jerárquica hacia uno fundado en el ideal de la república democrática. La representación actual de machismo, lejos de ser el relato constitutivo de lo masculino se define como el punto de ruptura, aquello que los varones no deben ni quieren ser.

La imagen del macho siete pistolas corresponde a la difusión, a través de la propaganda oficial y de los medios de comunicación, de iconos representativos de la identidad nacional mexicana. Más tarde habría sido retomada por los discursos académico y de sentido común como expresión de la esencia del varón latinoamericano. Paralelamente, en los Estados Unidos la figura del macho sintetiza y expresa algunos temas propios de las jerarquías raciales y étnicas de ese país. El machismo, tiene validez en la medida en que ha sido asumido por los varones peruanos y latinoamericanos para designar los extremos de la ideología del predominio masculino y en que resume ciertos temas de la masculinidad.



Referencias

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Guzmán, Virginia y Portocarrero, Patricia. 1992. Construyendo diferencias Lima, Flora Tristán Ediciones.

Gutmann, Matthew. 1995. Fabled Fathers and Motherless Machos: Paternity in Mexico City, paper presented at the 1995 LASA Meeting, Atlanta.

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Kogan, Liuva. 1992. Masculinidad y femineidad: estereotipos de género en el sector socioeconómico alto de Lima, Tesis sin publicar, Pontificia Universidad Católica del Perú.

Mannarelli, María Emma. 1994. Pecados públicos: Ilegitimidad en la Lima del s. xvii Flora Tristán ediciones; Lima.

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Nugent, José Guillermo. 1992. El laberinto de la Choledad, Fundación Friedrich Ebert, Lima.

Palma, Norman. 1990. Disgresiones sobre el goce y el sufrimiento en el horizonte etológico del macho. En: Simbólica de la Feminidad, Ediciones Abya Ayala: Colección 500 años, No.23, Quito.

Peristiany, J.G. 1966. Honor and shame in a Cypriot highland village, in J.G Peristiany, ed Honor and Shame - The values of Mediterranean society, University of Chicago Press, London and Chicago, 171-90. 1992. The Sophron - A secular saint? Wisdom and the wise in a Cypriot community, in Honor and Grace in Anthropology Cambridge University Press, Cambridge, New York, Melbourne, Sydney.

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Peristiany, Jean: Honour and Shame: the values of Mediterranean society, University of Chicago Press, London and Chicago. 1979. Antropología del honor, Grijalbo, Madrid.

Scott, Alison MacEwen. 1990. Patterns of Patriarchy in the Peruvian Working Class. En: Women, Employment and the Family in the International Division of Labor, MacMillan.

Paz, Octavio. 1959. El laberinto de la soledad. Fondo de Cultura Económica, México.


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(1) El machismo ha sido definido como la obsesión del varón con el predominio y la virilidad que se manifiesta en la conquista sexual de la mujer. Ello se expresa en posesividad respecto a la propia mujer, especialmente en lo que respecta a los avances de otros varones y en actos de agresión y jactancia con relación a otros hombres (Stevens, 1977). Estructuralmente está inserto en un sistema patrilineal de parentesco y se apoya en un sistema legal que apoya el poder masculino dentro del hogar y en la división sexual del trabajo que restringe a la mujer a la esfera privada.

(2) Ortner señala que la virginidad como expresión del valor social de las mujeres es característica de las sociedades patriarcales con estado y clase sociales donde los varones de la familia pueden negociar las alianzas matrimoniales de las hermanas y usarlas como vía de ascenso social. La virginidad en estos contextos sería el símbolo de la mujer núbil; por ello se habría convertido en la expresión del valor femenino. Ello no implica que las mujeres sean piezas pasivas; por el contrario, las alianzas matrimoniales con varones de mayor jerarquía social también son ventajosas para ellas y las colocan en posición de manipular recursos hacia su familia de origen y mejorar su estatus e influencia.(

(3) Este fenómeno se reproduce con el divorcio que está generalizándose entre las capas medias. Generalmente el varón funda otra familia de la cual pasa a ser el responsable mientras que la primera familia queda a cargo de la mujer.

¿Existe lo silenciado?

¿Existe lo silenciado?

Sí, claro que existe pero no tiene peso social. Y las consecuencias son múltiples: lo que no vemos ni oímos en el espacio público carece de importancia en ese ámbito. Si no se ve, ni se habla, si no tiene tiempo ni sitio, no es digno de interés ni de debate. Desaparece.

Lo que no puede insertarse en un relato socialmente compartido, queda relegado a anécdota personal: algo habrás hecho tú para que te pase esto. Y, si no has hecho nada, pues será cuestión de mala suerte... En suma: has de vivirlo sola, sin ecos, sin espejos, sin apoyos, sin lugar simbólico. Has de vivirlo en la pura inanidad e intrascendencia. Pero, en cualquier caso, se trata de un asunto privado –puede que vergonzoso- con el que tú verás cómo te las arreglas. No incumbe a la sociedad.

Porque sólo el relato público (sea de ficción o no) consigue que las experiencias privadas se inserten, en palabras de Rubert de Ventós (El País, 9-12-97), en un "Orden de discurso que le permite a la gente reconocerse, recuperar su legitimidad, salir de su escondite". El relato público trasforma lo acontecido y lo convierte en vivencia digna de ser contada y escuchada. Le concede peso, lugar y trascendencia social.


El caso de Ana Orantes

A la televisión le reprochamos múltiples males, unos justificados y otros no tanto. Nuestro juicio dependerá de muchas variables. Como muestra, un pequeñísimo botón: ¿qué es la telebasura? ¿qué criterios aplicamos para clasificar a un programa y no a otro en ese apartado? Observo, por ejemplo, que los programas dirigidos fundamentalmente a un público femenino son calificados con suma facilidad como telebasura y que la permisividad es mayor con los que interesan a otros públicos. ¿Era más telebasura el programa donde Ana Orantes denunció su situación que Crónicas Marcianas o que El día después? ¿Son todos los Talk Shows iguales?

El caso de Ana Orantes fue el primero al que los medios dedicaron algo más que unas pocas líneas en las páginas de sucesos. Y si tuvo eco en todos los medios fue porque ella personalmente había denunciado su situación ante las cámaras . A partir de ese asesinato, el asunto del maltrato ha conseguido cierta cobertura en los medios.

Con todo, el 21 de noviembre de 2001, por ejemplo, todos los periódicos concedieron tanta o más importancia a la bomba que explotó en Bilbao hiriendo levemente a dos ertzainas que al asesinato de una mujer y sus tres hijos perpetrado por su padre y marido. Y podemos asegurar que si las consecuencias hubieran sido opuestas -que la bomba hubiera matado a cuatro personas mientras un varón hubiera solamente herido a su mujer y a sus hijos- los medios no habrían ni mencionado la segunda noticia.

Constatamos, además, que este tremendo asesinato de Valencia no ha originado tertulias de análisis políticos y/o sociales, ni declaraciones institucionales, ni debates parlamentarios, ni manifestaciones convocadas y encabezadas por los líderes de los partidos...

En éste, como en otros muchos casos similares, los medios comentan que el asesino era un señor “normal”, cuando no ejemplar, cuyos actos resultan inexplicables, seguramente producto de un repentino ataque de locura. Parece, pues, que estemos ante un episodio puntual e imprevisible, desconectado de las demás realidades que nos rodean. Una desgracia enigmática que le ha ocurrido a unos individuos concretos. Y así El País del 25-12-2001 daba la noticia del funeral de las víctimas bajo este titular: Crimen en una familia feliz.

Nadie, sin embargo, hace comentarios similares sobre los terroristas de ETA. Nunca oímos decir que eran unos chicos estupendos, trabajadores, simpáticos y que si han asesinado a una persona será porque han perdido súbitamente el juicio. Todo el mundo está de acuerdo en que, al margen de que uno o bastantes etarras sufran alguna patología mental, el terrorismo nacionalista tiene alcances, implicaciones y sustratos sociales. ¿Porqué se le niegan esas conexiones a esta otra violencia mucho más feroz, más constante, más extendida?.


Acuerdos y desacuerdos

Entre los que abominamos de la violencia de género se dan, por supuesto, disparidad de criterios. Algunos no la consideran equiparable o peor que la violencia terrorista. Otros (y, sobre todo otras) pensamos, sin embargo, que no es posible hablar de Estado de Derecho si no se respetan y salvaguardan la libertad, la dignidad, la integridad física, el control de la propia vida, etc. de una parte importante de la población (12,4% de las mujeres sufre maltrato, según el último estudio de 2001 realizado por el Ministerio de Trabajo y Asuntos Sociales) y esa salvaguarda ha de aplicarse a todas y cada una de las facetas que componen nuestra vida tanto pública como privada pues, como el feminismo lleva años señalando, lo personal es político.

Nos parece absolutamente abominable que alguien no pueda expresar o plasmar sin graves riegos sus opciones, opiniones, simpatías, posiciones y propuestas en cualquier ámbito humano. Y así, morir por estar afiliado a un partido u ocupar un cargo público no es más horroroso que morir porque tu marido, compañero sentimental (¿?), novio, padre, etc. considera que: “Yo decido. No soporto lo que dices o haces. Tú no me dejas a mí si no es con los pies por delante. De modo que tú hasta aquí has llegado”.

Pero, como ya señalé, ésta es una percepción que no todo el mundo comparte. Y si tomamos los medios de comunicación como barómetro, comprobamos que la quema de un par de cajeros en el País Vasco, ocupa y preocupa más que los casi dos millones de mujeres maltratadas (1.865.000, más exactamente, según el estudio antes citado).

Cabe preguntarse qué locura empujaba a Francisca González cuando, en enero de 2002, asesinó a dos de sus hijos en Santomera. Cabe preguntárselo (aunque la pregunta no justifica ni hace más soportable tal atrocidad) porque estadísticamente es muy raro que una mujer mate a sus hijos. Pero, como demuestran las cifras, la violencia de los hombres contra las mujeres no constituye un caso aislado. Es sistemática y recurrente.

Sabemos que no estamos ante un fenómeno puntual (producto de “un arrebato individual de locura inexplicable”). Es un grave problema social provocado, justificado, espoleado por la ideología patriarcal y machista.

El debate debe girar, pues, en torno a las estructuras y las ideologías sociales que generan y sustentan tales comportamientos y que acarrean más muertes y más sufrimiento a muchas más personas que el terrorismo etarra. Pero el rechazo público e institucional hacia los maltratadores es, sin embargo, mucho más leve, las penas también y nadie pide escolta para las mujeres maltratadas y amenazadas a pesar de que en algunos casos los asesinos habían anunciado repetida y abiertamente sus propósitos...

Mar Herrero murió asesinada el 13 de octubre de 1999 por un ex novio. Vivió aterrorizada durante meses. Había interpuesto infructuosamente 14 denuncias. Su asesino estaba en libertad condicional porque ya anteriormente había sido condenado por disparar contra otra “novia”. Pero ni siquiera con semejantes antecedentes se tomaron medidas para proteger adecuadamente a Mar.

Esta criminal desidia por parte del aparato judicial y policial no hubiera sido posible si el problema de la violencia de género se valorase adecuadamente y ocupase un lugar destacado en las propuestas y análisis sociales y/o políticos, en las declaraciones institucionales, en los debates parlamentarios y mediáticos, en las manifestaciones convocadas y encabezadas por los líderes de los partidos, etc. etc.

En consecuencia, necesitamos imperativamente que los medios de comunicación de masas, los relatos socialmente compartidos, den voz y existencia pública a lo que tantas mujeres sufren. Sólo así las agresiones y la violencia masculina no aparecerán como una maldición que le ha caído a una mujer concreta, mala suerte, algo fatídico que carece de explicación o interpretación cultural, social, ideológica. Que hay que vivir, por lo tanto, en la soledad, la resignación, la culpabilidad....

Y sólo cuando la mayoría de los individuos y los poderes públicos valoren correctamente las causas y la gravedad de esta violencia, podremos considerar que avanzamos a buen paso hacia su erradicación.


¿Qué dicen las ficciones?

Pero, al hablar de relatos, no podemos olvidar los de ficción y, menos aún, los cinematográficos y audiovisuales. No sólo por su sobreabundancia sino por sus características que los hacen especialmente aptos para educar nuestras emociones. El lenguaje audiovisual no es explicativo, ilativo, abstracto. Es un lenguaje emocional que burla con suma facilidad los filtros racionales. Una ficción audiovisual fabrica e induce sentimientos y hace que los compartamos.

Cuando me propuse estudiar cómo trataba a las mujeres el cine español de los noventa incluí varios ítems para analizar de qué modo reflejaban las películas la violencia de género.

Primera sorpresa: la violencia de género era casi inexistente en nuestro cine.

Encontré, eso sí, algunos personajes femeninos que les pedían “caña” a sus respectivos hombres. Dice, por ejemplo, la protagonista de La teta y la luna (Bigas Luna, 1994): “Mierda de libertad, deberías haberme pegado una paliza”.

Sólo una película presentaba una mujer “oficialmente” maltratada: Siete mil días juntos (Fernán Gómez, 1994) pero cuando digo “oficialmente” digo bien porque, mientras los vecinos la oían por el patio quejarse y suplicar a su marido que no le pegara más, la cámara mostraba lo que de verdad ocurría: él se mantenía a metro y medio de distancia y no le tocaba ni un pelo.

Esa mujer a la que los vecinos creen una víctima es, en realidad, tan arpía que a su pacífico marido no le queda más remedio que matarla por una simple cuestión de supervivencia. Mensaje: “Cuando una mujer se queja de maltrato ¡vaya usted a saber lo que de verdad pasa! quizá el mártir sea el pobre marido”.

Pregunto: ¿sería su director un señor tan admirado y laureado si se atreviera a tratar el tema de la violencia etarra como trata el de esta otra violencia?

No encontré tampoco hombres que acosaran sexualmente a sus subordinadas y colaboradoras aunque sí a mujeres que hacían lo propio con los hombres: Salsa Rosa (Gómez Pereira,1991) o Los peores años de nuestra vida, (Martínez Lázaro, 1994 ).

La violación, al contrario que el maltrato, aparece en muchas películas. Pero en vista de cómo se muestra o de los comentarios y referencias que se hacen, tampoco se puede catalogar cómo violencia. Resulta ser, por el contrario, un óptimo ingrediente para elaborar simpáticos y divertidos episodios (recordemos Salsa Rosa o Kika) cuando no escenas voyeuristas rebozadas de regodeo visual. Abundan, incluso las “víctimas” que se lanzan con tal entusiasmo al cuello del violador, que éste tiene que ponerlas en sus sitio. Así, en la película El cianuro... ¿solo o con leche? (Ganga, 1993), cuando el violador aparece, la presunta víctima se le abraza con tal fervor que él (el apuesto y apetitoso Sazatornil) le dice: "No, no, no. Lo está usted haciendo fatal. Soy yo el que tiene que violarla". Pero aclaremos, por si hubiera dudas, que el grado de belleza de un violador no cambia el espanto. Y, sin embargo, cuando en Matador (Almodóvar, 1987), Antonio Banderas va a comisaría a acusarse de haber violado a una chica, la agente de policía comenta: “Las hay con suerte”.

El mismo jolgorio e intrascendencia se usa para aludir a los casos de abusos con niñas. Por ejemplo, en Todos a la cárcel (Berlanga, 1993), una niña se queja a su abuela de que el viejo que va junto a ella en el asiento de atrás del coche, la está tocando, la abuela dice en tono desenfadado: “Esas manos”. Sin inmutarse, sin ni siquiera volverse.
El personaje que interpreta Arancha del Sol en Pelotazo nacional (Ozores, 1993) dice textualmente: “Cuando yo tenía siete años mi abuelo me violó y me gustó”.

Podemos comprobar, pues, que, todos los directores, por diferentes que sean en otros aspectos, muestran en éste la misma sensibilidad.

Desde luego y afortunadamente, las cosas están cambiando (reconforta comprobar que la lucha de las mujeres da sus frutos). En los dos últimos años se han rodado algunas películas que abordan el asunto con otra focalización: Solas (Zambrano, 1999), el corto Amores que matan (Icíar Bollaín, 2000), Sólo mía (Javier Balaguer, 2001) y El Bola (Mañas, 2000). Desde luego son películas dispares en todos los sentidos. Los límites de este artículo no me permiten entrar en su análisis que tendría que ser extenso porque ninguna conlleva mi adhesión, sin más, aunque me alegre -y mucho- de que el cine empiece a tratar la violencia de género.


El regodeo

Pero, si salimos del cine español y del corpus formado por comedias, dramas y melodramas, es decir, si nos vamos al cine americano y/o nos centramos en otros géneros, entonces comprobaremos que ocurre exactamente lo contrario: no hay psicópata ni asesino en serie que no destroce -con gran vistosidad, por supuesto- a media docena de mujeres.

Desde Copycat (J. Amiel, 93) a Gunmen (Sarofian, 92) son innumerables las películas que para demostrar lo malo que es “El Malo” usan la tortura, la violación, el asesinato de mujeres con todo lujo de detalles y con gran regodeo visual. Y cuando se usa ese regodeo para mostrar la violencia, hay que preguntarse: ¿con qué fines, con qué intencionalidad significativa? Porque, si analizamos cómo se construyen estas escenas, comprobaremos que, además, suelen deleitarse en el sufrimiento de las víctimas sin que sea dramática o narrativamente necesario. Y llegan, incluso a hacer tomas en cámara subjetiva con el atacante cuando sabemos que existe una contundente identificación entre la mirada del personaje, la mirada de la cámara y la de los espectadores.

Salvo honrosas excepciones, el cine oscila, pues entre dos extremos: la ocultación y la delectación visual.

Ocultación en las películas que, pretendidamente, intentan reflejar la realidad cotidiana en la que vivimos (comedias, dramas, melodramas).

Regodeo en los géneros que basan su eficacia y su gancho en el terror, la violencia, el enfrentamiento de buenos y malos.

Porque lo que no quiere hacer el cine, es hablar de la violencia existente, esa que tantísimas mujeres sufren, ni de las circunstancias y condicionantes reales que la acompañan y espolean.


Educación sentimental

Pero alguien puede opinar que, después de todo, sólo son películas, pura ficción. Y nadie, ni siquiera los niños muy pequeños, confunde la ficción con la realidad.

Bien, pensemos esto: un o una adolescente aprende la diferencia entre la oración adversativa y la completiva. Se lo dicen sus profesores y los libros. No duda de que sea verdad. ¿Y qué? ¿Eso Influye en su modo de estar en la vida, de relacionarse con los otros, de plantearse su futuro, de gestionar los conflictos, de elaborar la propia agresividad, la propia angustia o el propio deseo? ¿Hasta qué punto ese saber y otros muchos de los que la escuela le trasmite va a modificar sus formas de entender e interpretar el mundo?

Pero, por el contrario, los relatos, sean verdad o mentira, sí van a modelar su vida. Los relatos son piedra angular en la construcción de la propia identidad. A través de las estructuras narrativas, construimos nuestra comprensión, nuestro entendimiento, nuestra experiencia del tiempo, del antes y del después, la concatenación causal y explicativa de los acontecimientos. Los relatos son, además, modelos para la aceptación o el rechazo de lo que nos rodea, para la exploración de los límites. Un humano, para constituirse como tal, necesita las narraciones. Ahora bien, el que un relato sea verdad o mentira, ficción o realidad, para nada modifica nuestra capacidad de modelar nuestra vida, de darnos explicaciones, de labrarnos mapas afectivos y sentimentales. Hablando en plata: Una ficción, por falsa que sea, puede impactarnos y dejarnos muchas más huellas que un episodio real.

Los relatos audiovisuales obturan nuestro distanciamiento, activan nuestra proyección, nos crean así lazos simbióticos y afectivos incluso con situaciones y personajes que racionalmente detestaríamos. Logran que nos parezca irresistible un prepotente chuleras y que nos parezca insoportable la mujer que le niegue, en cualquier terreno, lo que él pide.


La importancia del relato mediático

Todos los días constatamos que los medios de comunicación influyen –y mucho- en nuestra percepción de la realidad, en la valoración que hacemos de lo que nos rodea, en nuestras opiniones. Quizá, sin embargo, deberíamos reflexionar más sobre el hecho de que esta poderosa maquinaria (sobre todo la audiovisual) fabrica y modula no sólo, ni siquiera principalmente, nuestro discurso racional, sino y sobre todo, nuestros mapas emocionales.

Y ya sabemos hasta qué punto nuestras actuaciones y opiniones están en realidad gobernados por nuestros sentimientos que, eso sí, con frecuencia aparecen justificados con un ropaje supuestamente argumentativo.

Ello queda crudamente al descubierto cuando se tocan ciertos temas (la opresión de las mujeres, el nacionalismo, la violencia como medio de solucionar problemas, la xenofobia, etc.) ante los cuales reaccionamos sin racionalidad alguna porque están anclados en una educación sentimental muy primaria. Hasta las mentes más preclaras pueden patinar estrepitosamente (y para qué hablar de las menos preclaras...).

Con los discursos audiovisuales (sean o no de ficción) se da, pues, este doble problema añadido: tienen una gran fuerza educadora, es decir, nos afectan mucho emotivamente y, además, estamos muy desvalidos frente a ellos porque, ciertos mecanismos que actúan de filtros y sensores con los mensajes orales, resultan ineficaces con la imagen narrativa.

Eso quizá explique por qué, por ejemplo, en el programa “¡Qué grande es el cine!” los participantes reaccionan ante películas que escenifican la violencia contra las mujeres, justificando tales actuaciones y/o revistiéndolas con un aura erótico-amorosa. Así ocurrió cuando comentaron El coleccionista (Wyler, 1965). El rapto, la terrible tortura psicológica y la muerte de la protagonista se explicaban, según ellos, por “el amor” que le profesaba su verdugo, un chico algo desequilibrado pero de motivaciones puras. Garci calificó la historia de “romántica”.

Otro tanto sucedió con Los pájaros (Hitchcock, 1963). Compararon el tremendo ataque que sufre la protagonista con una violación; se deleitaron comentando el plano que nos muestra sus piernas en la misma escena. No les pareció espeluznante el hecho de que esa mujer, que al principio del film aparece libre y autónoma, moviéndose en grandes espacios, con mente despierta e irónica, termine catatónica, con la mirada perdida, sin lugar propio, convertida en un cuerpo casi inerte y totalmente dependiente. Todo ello, lejos de horrorizarlos, les pareció una prueba palpable de que Hitchcock amaba a Tippi Hedren.

Sabemos que, a menudo, cuando en el patriarcado se habla del amor de los hombres hacia las mujeres, en realidad se está hablando exclusivamente de deseo sexual y que esa palabra, “amor”, no implica ningún interés ni consideración hacia nuestras personas o hacia nuestro mundo. Lo sabemos, pero no deja de horrorizarnos comprobar que también se llama así (amor) al desprecio manifiesto, al sadismo, a la tortura...

Y, aunque el cine no ha inventado el machismo, se decanta por jalearlo con entusiasmo. Y lo hace, además, de forma muy sibilina y subrepticia. Y así, no cabe duda de que ni Garci ni ninguno de los otros participantes manifestaría su arrobo ante una muestra de la violencia de género similar a la que hacen estas películas si la loa fuera verbal. No se atreverían a expresar públicamente (al margen de cuáles sean sus opiniones) que el asesinato de Ana Orantes, el de Mar Herrero o cualquier otro de los que se comenten cada semana, es una prueba del amor que sienten esos “románticos asesinos”.

Igual que les pasa a los participantes del programa (expertos, sin embargo, en cine) nos pasa a la mayoría: nos resulta dificilísimo ser críticos con los mensajes que fabrican las imágenes que, por lo tanto, nos influyen y nos manipulan sin que seamos conscientes de ello.


La primera violencia

Considero que la piedra angular sobre la que se basan los demás sometimientos, la que los justifica, es el descarado acaparamiento del protagonismo por parte de los personajes masculinos.

Así, cuando nos sentamos ante una pantalla (TV o cine, ficción o noticias), en el noventa por cien de los casos –y me quedo corta- recibimos este mensaje: Los hombres exploran el universo físico, psíquico y simbólico que el relato propone, ellos y sus historias son lo importante. Las mujeres son sólo un episodio. Concretamente, quedamos acuarteladas en el episodio amoroso.

Es más: aunque colateralmente podamos vivir otras cosas, en el fondo, el único modelo de aventura posible para una mujer es el amor. Amor, compendio de nuestra vida, alfa y omega de nuestra existencia.
Pongamos un ejemplo paradigmático: Casablanca, ¿Cuál es la función del personaje de Ingrid Bergman? ¿Cuál es su papel en los enfrentamientos y transacciones de la película? Ella sólo aparece definida en función de los personajes masculinos: amada y origen del sufrimiento de uno y esposa sacrificada de otro. Es un bello maniquí que ni opina sobre el momento histórico en el que viven ni es capaz de decidir su propio destino... Lo que en el fondo plantea y dirime este film, su significado real, circula exclusivamente entre los personajes masculinos.
Y nosotras, espectadoras actuales ¿por qué seguimos emocionándonos tontamente ante esa “gran historia de amor” u otras similares tales como Rompiendo las olas o Lucía y el sexo? ¿Aún no sabemos que, como dijo hace más de cincuenta años Simone de Beauvoir “El auténtico amor debería basarse en el reconocimiento recíproco de dos libertades” en el que “ninguno abdicaría de su trascendencia ni ninguno se mutilaría”? ¿qué educación sentimental seguimos teniendo?.
Ese acaparamiento del protagonismo por parte de los hombres acarrea múltiples consecuencias. Ésta, por ejemplo: la valorización del mundo masculino y el menosprecio y la anulación del femenino. Todo lo viril, hasta en sus detalles más nimios y absurdos, se realza y muestra como digno de contarse. Un ejemplo tonto: ¿cuántas veces y con qué complacencia se nos ha mostrado en pantalla la micción masculina? ¿por qué es más interesante que la femenina? Y otro ejemplo de mucho mayor calado: ¿qué tiene la violencia que no tenga la maternidad para constituir tema de relatos audiovisuales?
Pero hay más: al protagonista forzosamente lo queremos, nos proyectamos en él, nos enternecen sus cosas, compartimos sus puntos de vista, justificamos sus debilidades. Hacia él y hacia su mundo sentimos complacencia y aprecio.
Hay que ver cómo se ríen las salas de público oyendo barbaridades sobre las mujeres que si se dijeran sobre los negros o los trabajadores de la construcción causarían espanto. Hay que ver cuán odiosa resulta la mujer que cuestiona a esos viriles protagonistas, se les opone, los ataca...
¿Pero, es posible oponerse al protagonista cuando sabemos que sin él no hay historia? ¿Cómo contrariarlo cuando está claro que “Él” es el eje del relato?. Sin “Él” no hay coherencia. Los personajes secundarios desaparecen, la historia sigue. Pero “Él” no puede desaparecer porque sin protagonista no hay película.
Quien haya tenido ocasión de hablar con alguna mujer maltratada sabe el pavoroso sentimiento de dependencia, de desvalorización, de anulación que sufren. Y también es notorio el convencimiento que tienen los agresores de que ellos pueden, de que ellos deciden y de que la existencia de ellas sólo tiene sentido en relación con él. Sólo son seres a su sombra.
Observamos, pues, que el programa narrativo de las películas coincide extraordinariamente con el programa más terriblemente patriarcal y machista.


Un debate abierto
Al negársenos el protagonismo del relato social, se nos niega el espacio y la mirada. Se ejerce contra nosotras una terrible violencia simbólica. Así sometidas se nos unce al carro del sujeto que tiene la llave del significado y del sentido. Fuera de su senda sólo hay tinieblas. Esta violencia es la madre de todas las otras, la que las espolea, las argumenta, las prepara y las justifica.
Creo que todos percibimos la envergadura del problema. En él se interrelacionan factores muy diversos que se influyen mutuamente. De ahí se deriva la complejidad de sus soluciones.
Además, la cuestión se aborda desde hace muy poco tiempo. Estamos aún en una fase de plena elaboración de propuestas porque, a pesar de lo que ya hemos avanzado, el acervo de prácticas y medidas de eficacia contrastada es todavía escaso. No debe extrañarnos encontrar disparidades en la prioridad y el énfasis que cada cual establece entre unos u otros aspectos. Resulta, pues, muy necesario el debate y el intercambio entre los y las que decididamente queremos erradicar los malos tratos ya seamos personas individuales, colectivos sociales, grupos expertos, instituciones, partidos, etc.
Hay que seguir ahondando no sólo sobre las causas de los malos tratos y en la valoración que se hace de su gravedad, sino -y fundamentalmente- en las medidas y actuaciones necesarias para prevenirlos y erradicarlos.
Unánimemente consideramos que la solución de este problema radica en el cambio de mentalidad, en el combate contra el patriarcado y sus secuelas.
Y, en ese sentido, estamos de acuerdo en que los problemas no se solucionan con la censura que sólo debe aplicarse en casos de extrema gravedad. No se trata, por ejemplo, de prohibir películas. Aunque habría que ver qué pasaría si un film hiciera apología del terrorismo con el mismo énfasis con que algunos hacen apología del maltrato, la vejación, el desprecio, el ninguneo de las mujeres...
Y, por lo mismo, sabemos que la solución no es tampoco poner escoltas a todas las mujeres que sufren agresiones aunque no deja de pasmar la pasividad de la policía y de los jueces ante esas “cronicas de muertes anunciadas”. Frente a casos de amenazas tan graves ¿cómo no se actúa de manera más contundente? ¿cómo no se previene con los medios necesarios (incluida la escolta policial si no se pueden tomar otras medidas)? ¿cómo la sociedad y los poderes que la representan pueden permanecer impasibles hasta que el asesino cumpla lo prometido?
Otros relatos, otras mujeres
Y por ello necesitamos otros muchos relatos que contradigan tal panorama. Necesitamos relatos que reflejen la realidad y concedan peso e importancia a lo que las mujeres viven. Relatos que muestren mujeres protagonistas, relatos que propongan mujeres trasgresoras y no resignadas víctimas.
Necesitamos que los medios de comunicación valoren la importancia de los temas en función de criterios mínimamente objetivos y no en función de a qué parte de la humanidad interesan.
Vasto programa. Pero que yo, en vista de las bastillas que ya hemos tomado las mujeres, no dudo que alcanzaremos.

Scum Manifesto

Scum Manifesto

nullVivir en esta sociedad significa, con suerte, morir de aburrimiento; nada concierne a las mujeres; pero, a las dotadas de una mente cívica, de sentido de la responsabilidad y de la búsqueda de emociones, les queda una – sólo una única – posibilidad: destruir el gobierno, eliminar el sistema monetario, instaurar la automatización total y destruir al sexo masculino.

Hoy, gracias a la técnica, es posible reproducir la raza humana sin ayuda de los hombres (y, también, sin la ayuda de las mujeres). Es necesario empezar ahora, ya. El macho es un accidente biológico: el gene Y (masculino) no es otra cosa que un gene X (femenino) incompleto, es decir, posee una serie incompleta de cromosomas. Para decirlo con otras palabras, el macho es una mujer inacabada, un aborto ambulante, un aborto en fase gene. Ser macho es ser deficiente; un deficiente con la sensibilidad limitada. La virilidad es una deficiencia orgánica, una enfermedad; los machos son lisiados emocionales.

El hombre es un egocéntrico total, un prisionero de sí mismo incapaz de compartir o de identificarse con los demás, incapaz de sentir amor, amistad, afecto o ternura. Es un elemento absolutamente aislado, inepto para relacionarse con los otros, sus reacciones no son cerebrales sino viscerales; su inteligencia sólo le sirve como instrumento para satisfacer sus inclinaciones y sus necesidades. No puede experimentar las pasiones de la mente o las vibraciones intelectuales, solamente le interesan sus propias sensaciones físicas. Es un muerto viviente, una masa insensible imposibilitada para dar, o recibir, placer o felicidad. En consecuencia, y en el mejor de los casos, es el colmo del aburrimiento; sólo es una burbuja inofensiva, pues unicamente aquellos capaces de absorberse en otros poseen encanto. Atrapado a medio camino en esta zona crepuscular extendida entre los seres humanos y los simios, su posición es mucho más desventajosa que la de los simios: al contrario de éstos, presenta un conjunto de sentimientos negativos – odio, celos, desprecio, asco, culpa, vergüenza, duda – y, lo que es peor: plena consciencia de lo que es y no es.

A pesar de ser total o sólo físico, el hombre no sirve ni para semental. Aunque posea una profesionalidad técnica – y muy pocos hombres la dominan – es, lo primero ante todo, incapaz de sensualidad, de lujuria, de humor: si logra experimentarlo, la culpa lo devora, le devora la vergüenza, el miedo y la inseguridad (sentimientos tan profundamente arraigados en la naturaleza masculina que ni el más diáfano de los aprendizajes podría desplazar). En segundo lugar, el placer que alcanza se acerca a nada. Y finalmente, obsesionado en la ejecución del acto por quedar bien, por realizar una exhibición estelar, un excelente trabajo de artesanía, nunca llega a armonizar con su pareja. Llamar animal a un hombre es halagarlo demasiado; es una máquina, un consolador ambulante. A menudo se dice que los hombres utilizan a las mujeres. ¿Utilizarlas, para qué? En todo caso, y a buen seguro, no para sentir placer.

Devorado por la culpa, por la vergüenza, por los temores y por la inseguridad, y a pesar de tener, con suerte, una sensación física escasamente perceptible, una idea fija lo domina: joder. Accederá a nadar por un río de mocos, ancho y profundo como una nariz, a través de kilómetros de vómito, si cree, que al otro lado hallará una gatita caliente esperándole. Joderá con no importa qué mujer desagradable, qué bruja desdentada, y, más aún, pagará por obtener la oportunidad. ¿Por qué? La respuesta no es procurar un alivio para la tensión física ya que la masturbación bastaría. Tampoco es la satisfacción personal – no explicaría la violación de cadáveres y de bebés.

Egocéntrico absoluto, incapaz de comunicarse, de proyectarse o de identificarse, y avasallado por una sexualidad difusa, vasta y penetrante, es psíquicamente pasivo. Al odiar su pasividad, la proyecta en las mujeres. Define al hombre como activo, y se propone demostrar que lo es (demostrar que se es un hombre). Su único modo de demostrarlo es joder (el Gran Hombre con un Gran Pene desgarrando un Gran Coño). Consciente de su error, debe repetirlo una y otra vez. Joder, es pues un intento desesperado y convulsivo de demostrar que no es pasivo, que no es una mujer; pero es pasivo y desea ser una mujer.

Mujer incompleta, el macho se pasa la vida intentando completarse, convertirse en mujer. Por tal razón acecha constantemente, fraterniza, trata de vivir y de fusionarse con la mujer. Se arroga todas las características femeninas: fuerza emocional e independencia, fortaleza, dinamismo, decisión, frialdad, profundidad de carácter, aformaciafirmación del yo, etc. Proyecta en la mujer los rasgos masculinos: vanidad, frivolidad, trivialidad, debilidad, etc. Preciso es señalar, sin embargo, que el hombre posee un rasgo brillante que lo coloca en un nivel de superioridad respecto a la mujer: las relaciones públicas. (Su tarea sido la de convencer a millones de mujeres de que los hombres son mujeres y que mujeres son hombres) Para el hombre, las mujeres alcanzan su plenitud con la maternidad; en cuanto a la sexualidad que nos impone, refleja lo que le satisfacería si fuera mujer.

En otras palabras, las mujeres no envidian el pene, pero los hombres envidian la vagina. En cuanto el macho decide aceptar su pasividad, se define a sí mismo como mujer (tanto los hombres como las mujeres piensan que los hombres son mujeres y las mujeres son hombres) y se convierte en un travestí, pierde su deseo de joder (o de lo que sea; por otra parte queda satisfecho con su papel de loca buscona) y se hace castrar. La ilusión de ser una mujer le proporciona una sexualidad difusa y prolongada. Para el hombre, joder es una defensa contra el deseo de ser mujer. El sexo en sí mismo es una sublimación.

Su obsesión por compensar el hecho de no ser mujer y su incapacidad para comunicarse o para destruir, le ha permitido hacer del mundo un montón de mierda. Es el responsable de:

La Guerra: El sistema más corriente utilizado por el hombre para compensar el hecho de no ser mujer (sacar su Gran Pistola) es obviamente ineficaz: la puede sacar un número limitado de veces y cuando la saca, lo hace a escala masiva, para demostrar al mundo que es un hombre. Debido a su impotencia para sentir compasión o para comprender o identificarse con los demás antepone su necesidad de afirmar su virilidad a un incontable número de vidas, incluida la suya. Prefiere morir iluminado por un resplandor de gloria que arrastrarse sombriamente cincuenta años más.

La simpatía, la cordialidad y «la dignidad»: Cada hombre sabe, en el fondo, que sólo es una porción de mierda sin interés alguno. Le domina una sensación de bestialidad que le avergüenza profundamente; desea no expresarse a sí mismo sino ocultar entre los demás su ser exclusivamente físico, su egocentrismo total, el odio y el desprecio que siente hacia los demás hombres y que sospecha que los demás sienten hacia él. Dada la constitución de su sistema nervioso muy primitiva, y susceptible de resentirse fácilmente a causa del más mínimo despliegue de emoción o de sentimiento, el hombre se protege con la ayuda de un código social perfectamente insípido carente del más leve trazo de sentimientos o de opiniones perturbadoras. Utiliza términos como copular, comercio sexual, tener relaciones (para los hombres, decir relaciones sexuales es una redundancia), y los acompaña de gestos grandilocuentes.

El dinero, el matrimonio, la prostitución, el trabajo y el obstáculo para lograr una sociedad automatizada: Nada, humanamente, justifica el dinero ni el trabajo. Todos los trabajos no creativos (practicamente todos) pudieron haberse automatizado hace tiempo. Y en una sociedad desmonetizada cualquiera podría obtener lo mejor de cuanto deseara. Pero las razones que mantienen este sistema, basado en el trabajo y el dinero, no son humanos, sino machistas:

1. El coño: El macho que desprecia su yo deficiente, vencido por una ansiedad profunda e intensa, y por una honda soledad cada vez que se encuentra consigo mismo, con su naturaleza vacía, se vincula a cualquier mujer, desesperado, con la vaga esperanza de completarse a sí mismo, y se alimenta de la creencia mística de que, por el mero hecho de tocar oro se convertirá en oro; anhela la constante compañía de la mujer. Prefiere la compañía de la más inferior de las mujeres a la suya propia o a la de cualquier otro hombre quien sólo le recuerda su propia repulsión. Pero es preciso obligar o engañar a las mujeres, a menos que sean demasiado jóvenes o estén demasiado enfermas, para someterlas a la compañía del varón.

2. Proporcionar al hombre (incapaz de relacionarse con los demás) ilusión de utilidad, le permite justificar su existencia excavando agujeros y volviéndolos a llenar. El tiempo ocioso le horroriza pues dispone de una sola solución para llenarlo: contemplar su grotesca personalidad. Incapacitado para relacionarse o amar, el hombre trabaja. Las mujeres anhelan las actividades absorbentes, emocionantes, pero carecen de la. oportunidad o de la capacidad para ello y prefieren la ociosidad o perder el tiempo a su gusto: dormir, hacer compras, jugar al bowling, nadar en la piscina, jugar a las cartas, procrear, leer, pasear, soñar despiertas, comer, jugar consigo mismas, tragar píldoras, ir al cine, psicoanalizarse, viajar, recoger perros y gatos, repantingarse en la playa, nadar, mirar la t.v., escuchar música, decorar la casa, dedicarse a la jardinería, coser, reunirse en clubs nocturnos, bailar, ir de visitas, desarrollar su inteligencia (siguiendo cursos), y absorber cultura (conferencias, teatro, conciertos, películas artísticas). Así, muchas mujeres, incluso en caso de una completa igualdad económica, prefieren vivir con hombres o mover el culo por las calles, es decir disponer de la mayor parte de su tiempo, a pasar varias horas diarias aburriéndose, estultificadas realizando, para otros, trabajos no creativos embrutecedores que las convierten en máquinas, o, en el mejor de los casos – si logran acceder a un buen empleo –, codirigentes del montón de mierda.

La destrucción total del sistema basado en el trabajo y en el dinero, y no el logro de la igualdad económica en el seno del sistema masculino, liberará a la mujer del poder masculino.

3. El poder y el control: No pudiendo dominar a las mujeres por medio de sus relaciones personales, el hombre aspira al dominio general por medio de la manipulación del dinero, así como de todo lo susceptible de ser controlado con dinero, en otras palabras, manipulándolo todo y a todos.

4. El sustituto del amor: Incapaz de dar amor o afecto, el hombre da dinero. Se siente maternal. La madre da la leche. Él da el pan. Él es el Gana-Pan.

5. Proveer al hombre de un objetivo. Incapaz de gozar del presente, el hombre necesita una meta por delante, y el dinero le proporciona un objetivo eterno. Pensad en lo que se puede hacer con 80 trillones de dólares, invertidos, y en tres años tendréis trescientos trillones.

6. Proporcionar al hombre la máxima oportunidad para manipular y controlar a los demás: la paternidad.

La paternidad y la enfermedad mental (temor, cobardía, timidez, humildad, inseguridad, pasividad): Mamá desea lo mejor para sus hijos. Papá sólo desea lo mejor para Papá, es decir, paz y tranquilidad; desea que respeten sus caprichos de dignidad, desea presentarse bien (status) y desea la oportunidad para controlar y manipular a su aire., lo cual se denominará guiar si se trata de un padre moderno. En cuanto a su hija, la desea sexualmente, entrega su mano en matrimonio: el resto es para él. Papá al contrario de Mamá, nunca cede frente a sus hijos, pues debe, por todos los medios, preservar la imagen de hombre decidido, dotado de fortaleza, de perenne fuerza y rectitud. Nunca alcanza su meta, y, por tanto, le domina la falta de confianza en sí mismo y en la propia capacidad para lidiar con el mundo, y acepta pasivamente el status quo. Mamá ama a sus hijos, aunque a ven s se encolerice con ellos, pero Ja cólera se evapora en un instante y, aún cuando persista, no obstaculiza el amor ni una profunda aceptación. Papá, en cambio, emocionalmente enfermo no ama a sus hijos: los aprueba si son buenos, es decir, si son simpáticos, respetuosos, obedientes, serviles a su voluntad, tranquilos, y mientras no provoquen inoportunas alteraciones de ánimo siempre tan desagradables y molestas para el varonil sistema nervioso de Papá, facilmente perturbable. En otras palabras, si son tan pasivos como los vegetales, si no son buenos – en el caso de un padre moderno, civilizado (a veces es preferible el bruto furioso anticuado, a quien se puede despreciar por su ridiculez) – Papá no se enfada, pero expresa su desaprobación, actitud que, a diferencia de la cólera persiste e impide la aceptación profunda, dejando en el niño un sentimiento de inferioridad y una obsesión por la aprobación que durará toda la vida; el resultado es el temor al propio pensamiento, motivo inductor a buscar refugio en la vida convencional.

Si el niño desea la aprobación paterna, debe respetar a Papá, y dado que Papá es una basura, el único medio para suscitar respeto filial es mostrarse distante, inalcanzable, y actuar siguiendo el precepto según el cual la familiaridad alimenta el desprecio, precepto, por supuesto, cierto, si se es despreciable. Comportándose de manera distante y fría puede aparecer como un ser desconocido, misterioso, y, por lo tanto, inspirar temor (respeto).

Desaprobar las escenas emotivas produce el temor a sentir una emoción fuerte, el temor a la propia furia y al odio, y el temor a enfrentarse con la realidad, ya que la realidad revela la rabia y el odio; este miedo, unido a la falta de confianza en sí mismo y al conocimiento a la propia incapacidad para cambiar el mundo o para conmover aunque sea mínimamente el propio destino, conduce a la estúpida creencia de que el mundo y la mayoría sus habitantes son agradables, y que las más banales y triviales actividades son una gran diversión y producen un profundo placer.

El efecto de la paternidad en los niños, particularmente, es convertirlos en Hombres, es decir, defenderlos de todas sus tendencias a la pasividad, a la mariconería, o a sus deseos de ser mujeres. Todos los chicos quieren imitar a su madre, fusionarse con ella, pero Papá lo prohíbe. Él es la madre, Él se fusiona con ella; así, ordena al niño, a veces directamente y otras indirectamente, no comportarse como una niñita, y actuar como un hombre. El muchacho, que se caga en los pantalones delante de su padre, que – dicho de otro modo – le respeta, obedece y se convierte en un verdadero pequeño Papá, el modelo de la Hombría, el sueño americano: el cretino heterosexual de buena conducta.

El efecto de la paternidad en las mujeres es convertirlas en hombres: dependientes, pasivas, abocadas a las tareas domésticas embrutecedoras, simpáticas, inseguras, ávidas de aprobación y de seguridad, cobardes, humildes, respetuosas con la autoridad de los hombres, cerradas, carentes de reacciones, medio muertas, triviales, estúpidas, convencionales, insípidas y completamente despreciables. La Hija de Papá, siempre tensa y temerosa, sin capacidad analítica, sin objetividad, valora a Papá y a los demás hombres con temor (respeto). Incapaz de descubrir el vacío tras la fachada distante, acepta la definición masculina del hombre como ser superior, y la definición de la mujer, y de sí misma, como ser inferior, es decir, como hombres, eso que, gracias a Papá realmente es.

La expansión de la paternidad, resultado del desarrollo y de la mejor distribución de la riqueza (que el patriarcado necesita para prosperar) ha provocado el aumento general de la estupidez y el declive de las mujeres en los Estados Unidos después de 1920. La estrecha asociación entre riqueza y paternidad ha servido para que las chicas peor seleccionadas, es decir las burguesitas privilegiadas, logren el derecho a educarse.

En suma, el papel de los padres ha sido corroer el mundo con el espíritu de la virilidad. Los hombres poseen el don de Midas negativo: todo cuanto tocan se convierte en mierda.

La supresión de la individualidad, la animalidad (domesticidad y maternidad) y el funcionalismo: El hombre es un puñado de reflejos condicionados: incapaz de reaccionar libremente por medio de su mente, está atado y determinado completamente por sus experiencias infantiles y del pasado. Vivió sus primeras experiencias con su madre, y durante toda su vida está ligado a ella. El Hombre nunca llega a comprender claramente no ser parte de su madre, que él es él y ella es ella.

Su máxima necesidad es sentirse guiado, abrigado, protegido y admirado por mamá (los hombres esperan que las mujeres adoren aquello que los petrifica de horror: ellos mismos). Exclusivamente físico, aspira a pasar su tiempo (que ha perdido en el mundo defendiéndose sombriamente contra su pasividad) dedicado a actividades básicamente animales: comer, dormir, cagar, relajarse y hacerse mimar por Mamá. La Hija de Papá, pasiva y cabezahueca, deseosa de aprobación, de una palmada en la cabeza, del respeto del primer montón de basura que' pasa, deja reducirse fácilmente a la categoría de Mamá, estúpida suministradora de consuelo para las necesidades físicas, respaldo de los cansados, paño para frentes simiescas, aliciente para el ego mezquino, admiradora de lo despreciable: una bolsa de agua caliente con tetas.

Reducidas a la categoría de animal, las mujeres del sector más atrasado de la sociedad, la clase media privilegiada y educada, despojo de la humanidad donde papá reina como ser supremo, intenta desarrollarse por medio del trabajo, y en la nación más avanzada del mundo, en pleno siglo XX, van de un lado a otro con los críos colgando de las tetas. ¡Y no es por los niños (aunque los expertos sentencien que Mamá debe quedarse en casa y arrastrarse como una bestia) sino por Papá! La teta es para Papá, para que pueda aferrarse, los sufrimientos del trabajo son para Papá, para que pueda seguir prosperando (como está medio muerto, necesita estímulos poderosos).

La necesidad de reducir a la mujer a un animal, a Mamá, a un macho, es psicológica y práctica. El macho es simplemente una muestra de la especie, susceptible e ser intercambiable por cualquier otro macho. No posee una individualidad profunda, pues la individualidad se origina en la curiosidad, en aquello que se encuentra fuera de uno mismo, que lo absorbe, aquello con lo que uno se relaciona. Los hombres, totalmente absorbidos por ellos mismos, capaces sólo de relacionarse con sus propios cuerpos y de experimentar únicamente sus sensaciones físicas, difieren entre sí unicamente por el grado y por la forma de intentar defenderse contra su pasividad y contra su deseo de ser mujeres.

La individualidad femenina, se impone ante el hombre, pero él es incapaz de comprenderla, incapaz de establecer un contacto con ella que lo asusta, le conmociona y llena de espanto y de envidia. Así, la niega, y se dispone a definir a cualquiera, él o ella, en términos de función o de uso, asignándose desde luego para sí las funciones más importantes – médico, presidente, científico – a fin de darse una identidad, si no una individualidad, y convencer, a sí mismo y a las mujeres (le ha ido mejor convenciendo a las mujeres) que la función femenina es concebir y dar a luz a los hijos, relajarse, confortar y alabar el ego del hombre; que por su función es un ser intercambiable con cualquier otra mujer. Pero en realidad, la función de la mujer es comunicarse, desarrollarse, amar y ser ella misma, y resulta irreemplazable por otra; la función del macho es la de producir esperma. En la actualidad existen bancos de esperma.

La violación de la intimidad: El hombre, avergonzado de lo que es y de casi todo lo que hace, tiende bastante a mantener en secreto todos los aspectos de su vida, pero no guarda ningún respeto por la vida privada de los demás. Vacío, incompleto, carente de realidad propia, necesita permanentemente la compañía de la mujer, y no ve nada de malo en el hecho de inmiscuirse o introducirse en los pensamientos de la mujer, no importa quien sea, en cualquier parte y en cualquier momento; pero se siente indignado e insultado si se le llama la atención respecto a lo que hace, se siente confundido... no puede comprender que alguien pueda preferir un minuto de soledad a la compañía de cualquier cretino. Al desear convertirse en una mujer, se esfuerza por estar siempre rodeado de mujeres – las únicas que lo aproximan a su deseo –; y se las ingenió para crear una sociedad basada en la familia – una pareja hombre-mujer y sus hijos (el pretexto para la existencia de la familia) que, virtualmente, viven uno encima del otro, violando inescrupulosamente los derechos de la mujer, su intimidad, su salud.

El aislamiento, los suburbios y la imposibilidad de la comunidad: Nuestra sociedad no es una comunidad, es una colección de unidades familiares aisladas. El hombre se siente desesperadamente inseguro, temeroso de que su mujer le abandone si se expone ante otros hombres o a algo que remotamente se parezca a la vida, de modo que intenta aislarla de los otros hombres y de la mediocre civilización reinante. La lleva a vivir a los suburbios para encerrarla en un conjunto de pabellones donde parejas con sus hijos se absorben en una mutua contemplación. El aislamiento le da la posibilidad de mantener la ilusión de ser un individuo, se convierte en un individualista rudo, un gran solitario; confunde la individualidad con la claustración y la falta de cooperación.

Pero hay otra razón para explicar este aislamiento: cada hombre es una isla. Atrapado en sí mismo, emocionalmente aislado, incapaz de comunicarse, al hombre le horroriza la civilización, la gente, las ciudades, las situaciones que requieren capacidad para comprender y establecer relaciones con los demás. Papá huye, como un conejillo asustado, se escabulle, y arrastra el rechoncho culo hacia el páramo, hacia los suburbios. O, en el caso del hippie – ¡Se va lejos, chico! – hacia el prado donde puede joder y procrear a sus anchas y perder el tiempo con sus abalorios y sus flautas.

El hippie, cuyo deseo de ser un Hombre, y un rudo individualista, es más débil que el del término medio de los hombres, y se excita ante la sola idea. de poseer cantidad de mujeres a su disposición, se revela contra la crueldad de la vida del Gana-Pan y contra la monotonía de la monogamia. En nombre de la cooperación y del reparto, forma una comuna o una tribu, que, a pesar de sus principios de solidaridad y en parte por su causa (la comuna, una extensión de la familia, es un ultraje más de los derechos de la mujer, viola su intimidad y deteriora su salud mental) no se parece a una comuna más que el resto de la sociedad.

La verdadera comunidad está formada por individuos – no simples miembros de una especie, o parejas – que respetan la individualidad y la intimidad de los demás, y al mismo tiempo, obran con reciprocidad mental y emocionalmente – espíritus libres que mantienen entre sí una relación libre – y cooperan para alcanzar fines comunes. Los tradicionalistas dicen que la unidad básica de la sociedad es la familia, para los hippies en cambio, es la tribu; nadie menciona al individuo.

El hippie habla mucho acerca de la individualidad, pero su concepto al respecto no difiere del que puede tener cualquier otro hombre. Desearía regresar a la naturaleza, a la vida salvaje; regresar al desierto, reencontrar el hogar de los animales peludos de los que él forma parte, lejos de la ciudad, o al menos donde se perciban algunas huellas, un vago inicio de civilización, para vivir al nivel primario de la especie y ocuparse en actividades sencillas, no intelectuales: criar cerdos, joder, ensartas abalorios. La actividad más importante de la comuna – en ella se basa – es la promiscuidad. El hippie se siente atraído por la comuna principalmente porque ofrece la perspectiva de libertad sexual, el coño libre, la más interesante comodidad para compartir, la que se puede poseer sin miramientos; pero, ciego y avaricioso, no piensa en todos los demás hombres con quienes deberá compartirlo, ni tampoco repara en los celos y la posesividad propia del coñazo que ellos son, en sí mismos.

Los hombres no pueden cooperar en el logro de un fin común, porque el fin de cada hombre es todos los coños para sí. De ahí que la comuna esté condenada al fracaso. Preso del pánico, el hippie atrapará a la primera mentecata que lo empuje y la arrastrará a los suburbios lo más rápidamente posible. El macho no puede progresar socialmente, pero, en cambio, oscila entre el aislamiento y la promiscuidad.

El conformismo: A pesar de desear ser un individuo, el hombre teme cualquier cosa que pudiera diferenciarlo, aún ligeramente de los demás hombres; teme no ser realmente un Hombre, una de las sospechas más perturbadoras es la posibilidad de ser pasivo y estar determinado por la sexualidad. Si los demás hombres son A y él no lo es, quizás no sea un hombre; debe de ser un marica. Así, intenta afirmar su Hombría pareciéndose a otros hombres. Pero cualquier diferencia constatada en los demás también constituye una amenaza, le aterra: son ellos, a los maricas a quienes debe evitar a cualquier precio, y hace cuanto puede para obligarles a recuperar la uniformidad.

El hombre se atreve a ser diferente sólo cuando acepta su pasividad y su deseo de ser una mujer, su mariconería. El más consecuente consigo mismo es el travestí. Pero él, a pesar de ser diferente a muchos hombres, es exactamente igual a todos los demás travestís. También funcionalista, busca una identidad formal: ser una mujer. Trata de desembarazarse de todos sus problemas, pero todavía no posee ninguna individualidad. No está totalmente convencido de ser una mujer, angustiado por la idea de no ser lo suficientemente hembra, se adecua compulsivamente al estereotipo femenino creado por el hombre, terminando por ser un fardo de manierismos acartonados.

Para asegurarse de que es un Hombre, el macho debe asegurarse de que la hembra es verdaderamente una Mujer, lo contrario de un Hombre, es decir, que la hembra se comporta como un marica. Y la Hija de Papá, cuyos instintos femeninos le fueron arrebatados cuando era pequeña, se adapta facilmente y por obligación a este papel.

La autoridad y el gobierno: El hombre que, carece del sentido de lo verdadero y de lo falso, carece de conciencia moral, (sólo puede ser producto de la capacidad para ponerse en el lugar de los demás) carece de fe en su yo inexistente, es necesariamente competitivo y, por naturaleza, incapaz de cooperar, siente la necesidad de una guía y de un control procedente del exterior. Por lo tanto, inventa a las autoridades – sacerdotes, especialistas, jefes, líderes, etc.– y al gobierno. Quiere que la hembra (Mamá) le guíe, pero es incapaz de prestarse a ello (después de todo, él es un hombre), quiere desempeñar el papel de la Mujer, usurpar su función de Guía y Protectora, se encarga de que todas las autoridades sean siempre hombres.

No existe ninguna razón para que una sociedad formada por seres racionales capaces de cooperar entre sí, autosuficientes y libres de cualquier ley o condición natural capaz de obligarles a competir, deban tener un gobierno, leyes o líderes.

La filosofia, la religión y la moral basados en el sexo: La incompetencia del hombre para relacionarse con los demás o con las cosas es causa de que su vida carezca de objetivos y sentido (según el pensamiento masculino la vida es un absurdo), así inventa la filosofía y la religión. Está vacío, mira hacia afuera, no sólo en busca de una guía o de un control, sino también de la salvación y del sentido de la vida. Le resulta imposible realizar la felicidad en la tierra: inventó el Cielo.

Puesto que no puede comunicarse con los otros, y sólo vive para el sexo, para el varón el mal es la licencia sexual que le compromete en prácticas sexuales desviadas (no viriles, es decir, las que no lo defienden contra su pasividad y sexualidad total, característica que amenazan, si se las fomenta, con destruir la civilización, pues la civilización está absolutamente basada en la necesidad del hombre de defenderse contra estas características, en cuanto a la mujer (según los hombres) el mal radica en cualquier tipo de comportamiento capaz de inducir a los hombres a la licencia sexual, es decir impedir a las necesidades del macho estar por encima de las suyas y negarse a hacerse la loca.

La religión no solamente brinda al hombre un fin (el Cielo) y ayuda a mantener a la mujer ligada a él, además presenta rituales mediante cuya práctica el hombre puede expiar la culpa y la vergüenza experimentada por no ser capaz de defenderse suficientemente contra sus impulsos sexuales; en especial, se trata de la culpa y la vergüenza de ser hombre.

La mayoría de los hombres, en su inmensa cobardía, proyectan sus debilidades intrínsecas en las mujeres; las califican de debilidades típicamente femeninas y se atribuyen la auténtica fuerza femenina. La mayoría de filósofos, no tan cobardes, reconocen ciertas carencias en el hombre; sin embargo no llegan a admitir el hecho de que estas carencias existen sólo en los hombres. Así, denominan a la condición del hombre masculina, la Condición Humana; formulan su problema de la nada, que les horroriza, como un dilema filosófico; otorgan un nivel de jerarquía a su animalidad, pomposamente bautizan a su nada Problema de Identidad, y con grandilocuencia proceden a charlar acerca de la Crisis del individuo, de la Esencia del ser, de la Existencia que precede a la Esencia, de los Modos Existenciales del Ser, etc. etc.

La mujer, en cambio, no solamente ni se cuestiona su identidad o su individualidad, sino que por instinto sabe que el único mal consiste en herir a los demás, y que el verdadero significado de la vida es el amor.

Los prejuicios (racial, étnico, religioso, etc.): El hombre necesita víctimas propiciatorias para poder proyectar sobre ellas sus fracasos y sus insuficiencias, y sobre las que pueda desahogar sus frustraciones por no ser mujer.

La competencia, el prestigio, el status, la educación formal, la ignorancia y las clases sociales y económicas: Obsesionado por ser admirado por las mujeres, pero sin poseer ningún mérito intrínseco, el hombre construye una sociedad artificial que le proporciona una apariencia del mérito a través del dinero, del prestigio, de la clase social alta, los títulos, la posición y el conocimiento, relegando en lo más bajo de la escala social económica y educacional a la mayor cantidad posible de hombres.

El objetivo de la educación superior no es educar sino excluir a los demás de las distintas profesiones.

El hombre, aunque capaz de comprender y de utilizar el conocimiento y las ideas, no puede entrar en relación con ellas, aprehenderlas emocionalmente; no valora el conocimiento y las ideas de sí mismas (son simplemente medios para lograr fines) y, en consecuencia, no necesita comunicaciones de tipo intelectual, no necesita cultivar las facultades intelectuales de los otros. Por el contrario, su interés es la ignorancia; sabe muy bien que una población de mujeres inteligentes y conscientes significa el fin de su reinado. La mujer orgullosa y saludable desea la compañía de sus iguales a quienes puede respetar y con quienes puede desarrollarse; el macho y la mujermacho enfermos, inseguros y carentes de confianza en sí mismos anhelan la compañía de los parásitos, de las larvas.

El hombre no puede llevar a cabo una genuina revolución social, pues quienes se hallan en las altas posiciones del poder allí desean permanecer, y quienes están abajo desean ocupar un alto puesto. La rebelión, entre hombres, es una farsa; vivimos en una «sociedad» masculina hecha por el hombre para satisfacer sus necesidades. Nunca está satisfecho, pues le resulta imposible. Aquello contra lo cual el hombre rebelde se rebela, es el hecho de ser hombre. El hombre cambia solamente cuando la tecnología se lo impone, cuando no le queda otra alternativa, cuando la sociedad alcanza un nivel en el cual él debe cambiar o morirse. Ahora lo hemos alcanzado; si las mujeres no mueven rápidamente el culo, corremos peligro de reventar.

Imposibilidad para la conversación: Dada la naturaleza totalmente egocéntrica del hombre y su incapacidad para contactar con el exterior, su conversación, si no versa sobre él mismo, es impersonal, monótona, despojada de cuanto posea un valor humano. La conversación intelectual del hombre es un intento forzado y compulsivo para impresionar a la mujer.

La Hija de Papá, pasiva, adaptable, respetuosa y temerosa del hombre hasta la reverencia, se deja imponer la hedionda y aburrida cháchara masculina. A ella no le resulta muy difícil, ya que la tensión y la ansiedad, la falta de serenidad, la inseguridad y las propias dudas, la incertidumbre ante los sentimientos y las sensaciones que Papá le metió en la cabeza, convierten sus percepciones en superficialidad y le impiden darse cuenta de que la charlatanería del hombre sólo es charlatanería; como el esteta que aprecia la el espejismo llamado Gran Arte, está convencida de que la mierda de conversación que le aburre, le permite desarrollarse. No sólo acepta el dominio del espejismo; además adapta a ella su propia conversación.

Entrenada desde la más tierna infancia en la simpatía, la gentileza y la dignidad, halagando la necesidad del varón de disfrazar su animalidad, la mujer reduce servilmente su conversación a la charla melosa insípida y blanda sobre cualquier tópico que esté más allá de lo más trivial -o, en el caso de ser cultivada, se quedará en la discusión intelectual, es decir, en el discurso impersonal acerca de abstracciones irrelevantes: el Producto Bruto Nacional, el Mercado Común, la influencia de Rimbaud en la pintura simbolista. Se vuelve tan adepta al halago que eventualmente éste se convierte en su segunda naturaleza hasta el extremo de continuar halagando a los hombres aún cuando se encuentre en compañía de otras mujeres.

Aparte de esta faceta de lameculos, la conversación de la mujer está limitada debido al temor de expresar opiniones generales o desviadas y por un sentimiento de inseguridad que la encierra en sí misma y le quita encanto. La simpatía, la gentileza, la dignidad, la inseguridad y la introversión pocas veces pueden desencadenar la intensidad o el ingenio, dos cualidades imprescindibles para que una. conversación merezca el nombre de tal. Semejante conversación nunca es exhuberante; solamente las mujeres que confían plenamente en sí mismas, las arrogantes, las extovertidas, las orgullosas, las poseedoras de mentes rigurosas, son capaces de mantener una conversación intensa, audaz, ingeniosa.

La imposibilidad de la amistad y del amor: Los hombres se desprecian a sí mismos, a todos los otros hombres y a las mujeres que los halagan; las mujeres lameculos de los machos, inseguras y en busca de la aprobación masculina, se desprecian a sí mismas y a todas las que son como ellas; las mujeres-mujeres, autosuficientes, impetuosas, buscadoras de emociones, sienten desprecio por los machos y por las mujeres-macho lame-culos. Para ser breves, el desprecio está a la orden del día.

El amor no es dependencia ni es sexo, es amistad, y, por lo tanto, el amor no puede existir entre dos hombres, entre un hombre y una mujer o entre dos mujeres, si uno de ellos es un macho lameculos, inseguro y estúpido. Al igual que la conversación, el amor solamente puede existir entre dos mujeres-mujeres seguras, libres, independientes y desarrolladas. La amistad se basa en el respeto, no en el desprecio.

Incluso entre mujeres desarrolladas, las amistades profundas se dan rara vez en la época adulta, ya que casi todas ellas se han unido a hombres para sobrevivir económicamente, o están empeñados en abrirse camino, a cuchilladas, a través de la jungla e intentar mantener sus cabezas por encima del nivel de la masa amorfa. El amor no puede florecer en una sociedad basada en el dinero y en el trabajo mediocre; requiere una libertad económica y personal total, tiempo para el ocio y la oportunidad de comprometerse en actividades intensamente absorbentes y emocionalmente satisfactorias; tales actividades, cuando se comparten con aquellos a quienes se respeta, desembocan en una profunda amistad. Nuestra Sociedad no brinda oportunidades para comprometerse en esta clase de actividades.

Después de haber eliminado del mundo la conversación, la amistad, y el amor, el hombre ofrece los siguientes sustitutos mezquinos.

«El gran Arte» y «la cultura»: El artista hombre intenta compensar su incapacidad para vivir y su impotencia para ser mujer, construyendo un mundo sumamente artificial en el cual él es el héroe; es decir, despliega las características femeninas; y la mujer queda reducida a roles limitadísimos, de insípida subordinada, en una palabra, queda reducida a hacer de hombre.

El fin del arte masculino no es comunicar (puesto que el hombre es un ser vacío, nada tiene que decir), sino disfrazar su bestialidad; recurre al simbolismo y a la oscuridad (temas profundos). La mayoría de las personas, sobre todo las cultivadas, carentes de confianza en sus propios juicios, humildes, respetuosos de la autoridad (la traducción adulta de la frase Papá sabe más es: El critico entiende), aprenden fácilmente que la oscuridad, la evasividad, la incomprensibilidad, la ambigüedad y el tedio son las señales de la profundidad y de la brillantez.

El Gran Arte demuestra que los hombres son superiores a las mujeres, que los hombres son mujeres; casi todo cuanto cabe bajo la denominación Gran Arte, tal como las anti-feministas nos lo recuerdan, ha sido creado por los hombres. Sabemos que se le llama Gran Arte porque las autoridades nos lo han dicho, y no podemos afirmar lo contrario, pues sólo los dotados de sensibilidades exquisitas muy superiores a las nuestras pueden percibir y apreciar su grandeza, la prueba de su sensibilidad superior es el hecho de apreciar la mierda que aprecian.

Apreciar es cuanto sabe hacer el hombre cultivado; pasivos e incompetentes, carentes de imaginación y de ingenio, aprecian; incapaces de crear sus propias diversiones, de crear un pequeño mundo a partir de sí mismos, de influir mínimamente en su medio ambiente, deben aceptar cuanto les es dado; incapaces de crear o de comunicarse, actuan de espectadores. La absorción de cultura es un intento desesperado y frenético de ser alguien en un mundo sin placer, de escapar al horror de una existencia estéril e insignificante. La cultura es el maná del ego de los incompetentes, el medio para racionalizar las expectativas pasivas; pueden sentirse orgullosos de sí mismos por su capacidad para apreciar las cosas más finas, ver una joya allí donde sólo hay mierda (quieren ser admirados porque admiran) Faltos de la más mínima confianza en su capacidad para cambiar algo, se resignan al status quo, necesitan extasiarse, ver la belleza en la mierda porque, sólo, mierda verán.

La veneración del Arte y de la Cultura – aparte de conducir a muchas mujeres a una actividad aburrida y pasiva que las distrae de otras más importantes y rentables, y de cultivar capacidades activas, – le permite al artista mostrarse como el único dotado de sentimientos superiores, percepciones, visiones, y juicios superiores, minando así la confianza de las mujeres inseguras en la validez de sus propios sentimientos, visiones y juicios.

El macho posee una sensibilidad muy limitada y, en consecuencia, son limitadas sus percepciones, visiones y juicios; necesita al artista para que le guíe, para que le diga qué es la vida. Pero, dado que el hombre artista es absolutamente sexual, incapaz de relacionarse con nada situado más allá de sus propias sensaciones físicas y nada puede expresar excepto su concepto de la vida, para él carecente de sentido y absurda; no puede ser un artista. ¿Cómo puede él, incapaz de vida, decirnos qué es la vida? El macho artista es una contradicción en sus términos. Un degenerado sólo puede producir un arte degenerado. El verdadero artista es la mujer saludable y que confía en sí misma. En una sociedad de mujeres el único Arte, la única Cultura, será la de las mujeres orgullosas, excéntricas, que se afirman entre sí con todo el universo.

La sexualidad: El sexo no interviene en una relación, por el contrario, se trata de una experiencia solitaria, no creativa, una absoluta pérdida de tiempo. La mujer, con gran facilidad – más de la que ella misma cree – puede condicionar su impulso sexual, ser completamente fría y cerebral y libre para perseguir relaciones y actividades más valiosas; pero el macho, que parece incitar sexualmente a las mujeres y que constantemente busca excitarlas, arrastra a la mujer muy sexuda al frenesí de la lujuria, arrojándola a un abismo sexual del cual muy pocas mujeres logran escaparse. El macho lascivo excita a la mujer lúbrica; tiene que hacerlo: cuando la mujer trasciende su cuerpo, se eleva por encima de la condición animal, el macho, cuyo ego consiste en su falo, desaparecerá.

El sexo es el refugio de la estupidez. Cuanto más estúpida es una mujer, más profundamente encaja en la cultura del hombre; para resumir, cuanto más encantadora, más sexual. Las mujeres más bellas de nuestra sociedad provocan el delirio de los maníacos sexuales. Pero al ser tremendamente atractivas no se rebajan a joder – es tosco –, hacen el amor, establecen una comunión por medio de los cuerpos y de las relaciones sensuales; las más literatas afinan su tono con las palpitaciones de Eros y logran aferrarse al Universo; las religiosas tienen una comunión espiritual con la Divina Sensualidad; las místicas se fusionan con el Principio Erótico y se mezclan con el Cosmos, y las cabezas ácidas entran en contacto con las células eróticas, vibran.

Por otra parte, aquellas mujeres que no se han integrado tanto en la Cultura del macho, las menos hermosas, las almas toscas y simples para quienes joder es joder, y son demasiado infantiles para el mundo adulto de los suburbios, de las hipotecas, de los lloriqueos y de la caca de bebés, demasiado egoístas para cultivar maridos y niños, demasiado inciviles para respetar a Papá, a los Grandes o a.la profunda sabiduría de los Ancianos; que sólo confían en sus propios instintos animales, que equiparan la Cultura a la mierda, cuya única diversión es vagabundear en busca de emociones y excitaciones, que provocan escenas desagradables, vulgares, desconcertantes; odiosas, violentas brujas dispuestas a atropellar a cuantos les irritan, que clavan un cuchillo en el pecho del hombre o le hunden un picahielos en el culo después, si saben que pueden largarse, en suma, aquellas que, según los parámetros de nuestra cultura, son SCUM... estas mujeres son desenvueltas y cerebrales y están dispuestas a la sexualidad.

Liberadas de los prejuicios de la simpatía, de la discreción, de la opinión pública, de la moral, del respeto a los culos, siempre horribles, sucias, viles, las SCUM llegan... a todas partes... a todas partes... lo han visto todo – todo el tinglado, el coito, la chupada, la del coño y de la polla, han presenciado todos los números habidos y por haber, han paseado todas las calles y se han tirado a todos los puercos... es necesario haberse hartado del coito para profesar el anti-coito, y las SCUM han vivido toda clase de experiencias, ahora están preparadas para un espectáculo nuevo; quieren vibrar, despegar, surgir. Pero la hora de SCUM todavía no ha sonado; SCUM permanece aún en las tripas de nuestra «sociedad». Pero, si nada cambia y la Bomba no estalla y acaba con todo, nuestra sociedad reventará por sí sola.

El Aburrimiento: La vida en una sociedad hecha por y para las criaturas que, si no son siniestras y deprimentes, son absolutamente aburridas, sólo puede ser, si no es siniestra y deprimente, absolutamente aburrida.

El Secreto, la censura, la prohibición del conocimiento y de las ideas, denuncias, y la caza de brujas: Uno de los temores más horribles, profundamente arraigados y secretos del macho es el temor de que se descubra que no es una mujer, sino un macho, un animal subhumano. Aunque la amabilidad, la educación y la dignidad bastan para impedir la revelación de la verdad en un nivel personal, el hombre debe, para evitar que se descubra la impostura general del sexo masculino y mantener sus poderes antinaturales sobre la sociedad, recurrir a los siguientes procedimientos.

1. La censura: El hombre que reacciona por reflejo a palabras y frases aisladas en vez de reaccionar cerebralmente a significados globales, intenta impedir el descubrimiento de su bestialidad censurando no sólo la pornografía, sino cualquier obra que contenga palabras soeces, sin importarle el contexto.

2. Prohibir todas las ideas y conocimientos que puedan descubrirlo o amenazar su posición predominante dentro de la sociedad. Eliminar muchos datos biológicos y psicológicos, porque constituyen la prueba de la gran inferioridad del hombre con respecto a la mujer. Asímismo, el problema de la enfermedad mental nunca podrá resolverse mientras el macho mantenga las riendas del poder, porque en primer lugar, le interesa (sólo las mujeres muy memas pueden soportar el menor intento de dominio) y en segundo lugar, el macho se niega a admitir el papel del Padre en el origen de las enfermedades mentales.

3. La caza de brujas: El deleite más importante en la vida del macho – en caso de que esta criatura tensa y siniestra sea capaz de deleitarse con algo – es denunciar a los demás. No importa demasiado qué descubre sobre ellos mientras sean descubiertos; así distrae la atención que podría recaer sobre él. Denunciar a los demás como agentes enemigos (comunistas, socialistas) es uno de sus pasatiempos favoritos; así se disculpa a sí mismo, a su país y al mundo Occidental. La mierda no está en su culo: está en Rusia.

La Desconfianza: Incapaz de comprender a los demás ni de sentir afecto o lealtad hacia ellos, centrado en sí mismo, de donde no aparta la atención a no ser para fijarla en su ombligo, el hombre nunca juega limpio; cobarde, constantemente debe hacerse la puta con la mujer en busca de su aprobación, siempre en falso no sea que se descubra su verdadera condición de macho y animal, siempre debe ocultarse, y mentir sin cesar. Vacío, constituido de nada, carece de honor o de integridad, ignora el significado de estas palabras. En resumen, el macho es traidor y la única actitud adecuada en una sociedad machista es el cinismo y la desconfianza.

La Fealdad: Como es totalmente sexual, incapaz de respuestas cerebrales o estéticas, absolutamente materialista y codicioso, el hombre, aparte de haber impuesto al mundo el Gran Arte, ha llenado su ciudad sin paisaje con horrendos edificios (por fuera y por dentro), con horribles decorados, carteleras, autopistas, coches, camiones de basura y, lo que es peor, su propio putrefacto ego.

El Odio y la Violencia: El hombre vive carcomido por la tensión, por la frustración de no ser una mujer, de no ser capaz de alcanzar alguna vez la satisfacción o el placer, – no importa de qué clase-; vive carcomido por el odio – no por el odio racional dirigido contra quienes abusan de una o nos insultan – sino el odio irracional, indiscriminado... odio, en el fondo, contra su propio y mediocre yo.

La violencia le es útil como válvula de escape para su odio y, además, – como el macho sólo es capaz de una respuesta. sexual y necesita estímulos muy fuertes para excitar su yo medio muerto – incluso le provoca cierta emoción sexual.

La enfermedad y la muerte: Todas las enfermedades se curan; el proceso de vejez y muerte se debe a la enfermedad. Así, es posible no envejecer nunca y vivir eternamente. En verdad, los problemas de la vejez y la muerte podrían quedar resueltos en el plazo de algunos años si la ciencia se dedicara a ello con empeño. Sin embargo, esto no ocurrirá mientras continúe el reinado del hombre, porque:

1. Los científicos machos, que hay muchos, se apartan prudentemente de sus investigaciones biológicas, aterrados con el descubrimiento de que los hombres son mujeres, y sus programas de investigación demuestran una marcada preferencia por los objetivos viriles, la guerra y la muerte.

2. El desaliento de muchos científicos en potencia frente a las carreras científicas, debido a la rigidez, el tedio, el costo, el consumo de tiempo y la exclusividad injusta de nuestra enseñanza superior.

3. Los científicos, quienes cuidan celosamente sus puestos, mantienen una actitud oscurantista, quieren hacernos creer que sólo una reducida élite está preparada para comprender los conceptos científicos abstractos.

4. La falta de la confianza en sí mismas provocada por la educación paterna, desanima a muchas jóvenes con talento y renuncian a convertirse en científicas.

5. La automatización es insuficiente: ahora existe una riqueza de datos que, si se los clasificara y coordinara, revelarían el medio para curar el cáncer y otras muchas enfermedades, y posiblemente la clave de la vida misma. Pero los datos son tan numerosos que requieren computadoras de altísimas velocidades capaces de coordinarlos. La institución de las computadoras permanecerá interminablemente retrasada bajo el sistema de control del hombre, pues el hombre siente horror ante la perspectiva de ser reemplazado por máquinas.

6. El sistema monetario. Los pocos científicos que no están trabajando en programas mortíferos, están vinculados a los intereses de las corporaciones para las que trabajan.

7. Al hombre le gusta la muerte: le exita sexualmente y, aunque en su interior ya está muerto, desea morir.

El hombre incapaz de un estado positivo de felicidad (lo único que puede justificar la propia existencia), como máximo, puede aspirar a un estado neutro de control físico que dura poco, pues enseguida el aburrimiento, (un estado negativo) lo invade. Está, por lo tanto, destinado a una existencia de sufrimiento, aliviada solamente por ocasionales, fugaces momentos de tranquilidad, estado que únicamente puede alcanzar a expensas de alguna mujer. El hombre, por naturaleza, es una sanguijuela, un parásito emocional y, por lo tanto, no es apto, éticamente para vivir, pues nadie tiene el derecho de vivir a expensas de otro.

Así como la vida de los seres humanos posee prioridad sobre la de los perros, por ser mucho más evolucionados y poseer una conciencia superior, así la vida de las mujeres posee prioridad sobre la de los hombres. En consecuencia, desembarazarse de un hombre es un acto de bondad y de justicia, altamente beneficioso para las mujeres, y es, a la vez, un acto de misericordia.

Sin embargo, este punto de vista moral podría muy bien resultar académico pues el hombre se elimina gradualmente a sí mismo. Además al comprometerse en guerras y exterminios raciales honrados por la historia, los hombres se vuelven cada vez más maricas o se consumen por medio de drogas. La mujer, le guste o no, tomará el mundo a su cargo, aunque sólo sea porque debe hacerlo, pues el hombre, por razones prácticas, dejará de existir.

Esta tendencia autodestructiva se debe a que los hombres empiezan a tener una visión más clara de sus intereses. Cada vez más, se dan cuenta que el interés de las mujeres es su interés, que solamente pueden vivir a través de ellas, y que cuanto más la mujer se lanza a vivir, a realizarse, a ser una mujer y no un hombre, más próximos se sentirán ellos a algo parecido a la vida. Ha llegado a percibir que resulta más fácil y brinda más satisfacción vivir a través de ella que tratar de ser ella o usurpar sus cualidades, y relegarlas, declarando que son hombres. El marica, que acepta su naturaleza de macho, es decir, su pasividad y su excesiva sexualidad, su feminidad, también prefiere que las mujeres sean verdaderamente mujeres, ya que así puede ser más sencillo para el ser macho, ser femenino. Si los hombres fueran más inteligentes, más listos, intentarían convertirse en verdaderas mujeres, harían investigaciones intensivas en el terreno de la biología que condujera a los hombres, por medio de operaciones cerebrales y del sistema nervioso, a ser capaces de transformarse, en cuerpo y psiquis, en mujeres.

La cuestión de saber si deberá continuar el uso de mujeres para. fines de reproducción o si tal función se realizará en el laboratorio es un problema. ¿Qué ocurrirá cuando cada una de las mujeres a partir de los doce años, tome habitualmente la píldora y no se produzcan más descuidos involuntarios? ¿Cuántas mujeres aceptarán deliberadamente quedar preñadas? No, Virginia, las mujeres no gozan simplemente criando como conejas, a pesar de lo que diga la masa de mujeres robots con cerebros sometidos a lavado. ¿Se deberá apartar por la fuerza a cierto porcentaje de mujeres para utilizarlas como conejas de cría en beneficio de la especie? Obviamente, esto no servirá. La respuesta es la reproducción en el laboratorio.

En cuanto a la cuestión de si debe o no proseguir la reproducción del género masculino, ya no es un problema, pues el macho como la enfermedad, ha existido siempre entre nosotras, y no debe seguir existiendo. Cuando el control genético sea posible – y lo será muy pronto – huelga decir que lo que produciremos serán seres completos, totales, no con defectos físicos o con deficiencias, incluso deficiencias generales como la masculinidad. Así como la producción deliberada de gente ciega sería inmoral, así también lo sería la producción deliberada de lisiados emocionales.

Pero, ¿por qué, reproducir mujeres? ¿Por qué futuras generaciones? ¿Para qué sirven? Cuando la vejez y la muerte se eliminen, ¿por qué seguir reproduciendo? Y aunque no se eliminen ¿por qué continuar con la reproducción.? ¿Por qué preocupamos por lo que ocurra una vez muertos.’ ¿Por qué preocupamos de que no exista una joven generación que nos suceda?

El curso natural de los acontecimientos, de la evolución social, conducirá a un control total del mundo por parte de la mujer. Como consecuencia dejarán, primero, de reproducir varones, y terminarán por dejar de producir mujeres.

Pero SCUM es impaciente; SCUM no se consuela con la perspectiva de las próximas generaciones; SCUM quiere actuar ya. Y si una gran mayoría de mujeres fueran SCUM, tomarían el mando total de este país en pocas semanas, simplemente rehusándose a trabajar, paralizando así toda la nación. Podrían, además, llevar a cabo otras medidas, cualquiera de las cuales bastaría para desbaratar completamente la economía y acabar con todo lo demás: que las mujeres se declararan a sí mismas fuera del sistema monetario, que saquearan los almacenes en lugar de comprar en ellos y se negaran a obedecer toda ley incordiante. La policía, la Guardia Nacional, el Ejército, la Marina y los Marines no podrían controlar una rebelión de más de la mitad de la población, sobre todo al estar protagonizada por mujeres, imprescindibles absolutamente para ellos.

Si todas las mujeres abandonaran a los hombres, se negaran a tener algo que ver con cualquiera de ellos, todos los hombres, el gobierno, y hasta la economía nacional se hundirían sin remedio. Incluso sin dejar a los hombres, las mujeres conscientes del alcance de su superioridad y de su poder sobre ellos, podrían adueñarse de todo en pocas semanas y someter totalmente a los hombres. En una sociedad sana el macho trotaría obedientemente detrás de la mujer. El hombre es obediente, se somete con facilidad al yugo de cualquier mujer empeñada en dominarlo. El hombre, de hecho, desea desesperadamente someterse a las mujeres, vivir bajo la autoridad de su mamá, y abandonarse a sus cuidados. Pero no vivimos en una sociedad sana, y la mayoría de las mujeres no tienen la menor idea de la verdadera relación de fuerzas.

El conflicto, pues, no se produce entre mujeres y hombres, sino entre las SCUM – las mujeres dominantes, libres, seguras de sí mismas, mordaces, violentas, egoístas, independientes, orgullosas, intrépidas, libres, arrogantes, que se consideran capaces para gobernar el universo, que han luchado contra viento y marea hasta alcanzar los límites de esta sociedad y están dispuestas a desenfrenarse y barrerlos – y las Hijas de Papá amables, pasivas, complacientes, cultivadas, educadas, dignas, subyugadas, dependientes, asustadas, grises, angustiadas, ávidas de aprobación, desconcertadas ante lo desconocido, que quieren seguir revolcándose en la cloaca (al menos, les resulta familiar), aferrarse a los amos, sentir a Papá a sus espaldas y apoyarse en fuertes bíceps; necesitan ver una cara fofa y peluda en la Casa Blanca, demasiado cobardes para enfrentarse a la horrorosa realidad del hombre, de Papá, que se han acomodado en la pocilga, han hecho causa común con las bestias, se adaptan y no conocen otra forma de vida, han rebajado sus mentes, sus pensamientos y sus percepciones al nivel del macho; que, carentes de juicio, de imaginación y de genio sólo pueden obtener estima en una sociedad masculina, que sólo pueden ocupar un lugar en el sol (o mejor, en el estiércol), como cluecas o en calidad de reposo del guerrero, que son rechazadas por las otras mujeres, que proyectan sus deficiencias, su masculinidad, sobre todas las mujeres a quienes consideran gusanos.

Pero SCUM es demasiado impaciente para esperar y aguardar a que se produzca el deslavado de cerebro de millones de agujeros. ¿Por qué las mujeres impetuosas deben seguir arrastrándose miserablemente junto con todas estas aburridas mujeres-machos? ¿Por qué el destino de los seres capaces debería cruzarse con el de los tarados? ¿Por qué las imaginativas y activas deberían tener en cuenta a las pasivas y mediocres? ¿Por qué las independientes deberían patear locas junto con las que se amparan a Papá?

Un comando de SCUM puede apoderarse del país en un año, dando por el culo al sistema a todos los niveles, destruyendo selectivamente la sociedad y asesinando.

SCUM será la gran fuerza enculatoria, la fuerza del destrabajo. Los miembros de SCUM eligirán toda clase de profesiones y destrabajarán.

Por ejemplo, las vendedoras y telefonistas SCUM, no cobrarán. Las operarias y oficinistas SCUM, joderán el trabajo destruyendo el material en secreto. Las SCUM destrabajarán sistemáticamente hasta hacerse despedir, después buscarán un nuevo empleo para sabotear.

SCUM tomará por asalto los autobuses, los taxis y los puestos de vender billetes; conducirán autobuses y taxis y entregarán billetes gratuitos al público.

SCUM destruirá todos los objetos inútiles y dañinos como escaparates, Gran Arte, etc.

Después SCUM se apoderará de las antenas de radio y de T.V., se encargará de aliviar de sus trabajos a todos los empleados que impedirán la entrada de SCUM en los estudios.

SCUM arremeterá contra las parejas mixtas (hombre-mujer), que encuentre al paso y las deshará.

SCUM matará a todos los hombres que no formen parte del Cuerpo Auxiliar Masculino de SCUM. Forman parte del Cuerpo Auxiliar Masculino los hombres que se emplean, metódicamente, en su propia eliminación, los hombres que practican el bien, fueren cuales fueren sus motivos y nieguen las reglas del juego de SCUM. He aquí algunos ejemplos de los integrantes del Cuerpo Auxiliar: hombres que matan a hombres; biólogos que trabajan en investigaciones constructivas, en lugar de preparar la guerra biológica; periodistas, escritores, redactores jefe, editores y productores que difunden y promocionan las ideas capaces de servir a los objetivos de SCUM; los maricas que con magnífico ejemplo, animan a otros hombres para desmachizarse y en consecuencia volverse relativamente inofensivos; hombres que prodigan generosamente dinero y todos los servicios necesarios; hombres que dicen la verdad – hasta ahora ninguno lo ha hecho nunca –, y guardan un comportamiento justo con las mujeres, que revelan la verdad sobre sí mismos, proporcionan a los descerebrados frases correctas que repetir y les dicen que el objetivo principal en la vida de una mujer es aplastar el sexo masculino. Para ayudar a los hombres en esta tarea, SCUM organizará Sesiones Miérdicas durante las cuales cada hombre presente pronunciará un discurso con la frase: soy una mierda, una mierda miserable y abyecta, y acto seguido procederá a enumerar los distintos aspectos de su mierdicidad. Su recompensa por esta actuación, será la oportunidad de confraternizar después de la sesión y durante toda una hora con las SCUM presentes. Se invitará a las mujeres amables y educadas para clarificar las dudas y los malentendidos que puedan tener acerca del sexo masculino; a los fabricantes y promotores de libros, películas porno, que nos conducen al día en que en las pantallas sólo se verá chupar y joder (los hombres, como las ratas siguiendo el sonido de la flauta encantada, serán arrastrados hasta su perdición por los engañosos encantos de la Gata, y desbordados, abrumados por ella, se anegarán en esa carne pasiva que han sido siempre) los propagadores de drogas que apresuran la decadencia masculina.

Pertenecer al Cuerpo Auxiliar Masculino es una condición necesaria pero no suficiente para formar parte de la lista de indultados de SCUM; no es suficiente practicar el bien: para salvar sus culos insignificantes, los hombres deben además evitar el mal. Entre los hombres más detestables y dañinos aparecen: los violadores, los políticos y todo su clan (propagandistas, miembros de los partidos políticos, etc.); los cantantes y los músicos malos; los Presidentes del Directorio, los Gana-Pan, los agentes inmobiliarios, los propietarios de los restaurantes, los Grandes Artistas, los cobardes, los policías, los magnates, los científicos que trabajan en investigaciones en favor de la destrucción y la muerte o para la industria privada (casi todos los científicos), los mentirosos y los farsantes, los disc-jockeys, los hombres que se imponen aunque sea mínimamente a las mujeres, los hacendosos, los corredores de bolsa, los que hablan cuando no tienen nada que decir, los que deambulan ociosamente por las calles y estropean el paisaje con su presencia, los hipócritas, los artistas plagiarios, los sucios, los moscones, los hombres que dañan a una mujer, los que se dedican a la industria de la publicidad, los escritores, periodistas, redactores jefes, editores, etc., deshonestos; los censores, público y privado, todos los miembros de las fuerzas armadas, incluso los reclutas (LB J y McNamara dan las órdenes pero los oficiales de servicio las realizan) y particularmente los pilotos (si la Bomba estalla, no será LBJ quien la arrojará, sino el piloto), en el caso del hombre cuyo comportamiento puede considerarse tanto malo como bueno, una evaluación subjetiva y completa de su persona determinará si su comportamiento es, al hacer la síntesis, bueno o malo.

Resulta muy tentador meter en el mismo saco a hombres y Grandes Artistas y a las mujeres hipócritas, etc., pero sería incómodo, pues no quedaría nadie. En toda mujer hay algo que, en mayor o menor grado huele a podrido, pero se debe a toda una vida de convivencia con los hombres. Eliminad a los hombres y las mujeres mejorarán. Las mujeres son recuperables; los hombres, no, aunque su comportamiento puede cambiar. Cuando SCUM les de una patada en el culo, las mujeres se perfeccionarán rápidamente.

Cuando dé por el culo al sistema, saquee, separe parejas, destruya y asesine, SCUM GANARA RECLUTAS. Ese será el papel de su núcleo de élite reclutadoras; el cuerpo minoritario; el líder de las actividades (las enculadoras, saqueadoras y destructoras) y el de la élite de la élite: las asesinas.

La solución ya no es dejar que todo se derrumbe y vivir al margen. Dar por el culo al sistema, sí. La mayoría de las mujeres ya viven marginadas: nunca estuvieron integradas. Vivir al margen, es dejar el campo libre a quienes se aprovecharán de él; marginarse es hacer justo lo que quieren que hagamos los líderes establecidos; es hacerle el juego al poder, al enemigo; fortalecer el sistema en vez de minarlo, ya que está absolutamente basado en la inactividad, en la pasividad, en la apatía y en la retracción de la masa de las mujeres. Sin embargo, desaparecer es una solución excelente para los hombres, y SCUM, con entusiasmo, le dará empuje.

Buscar en uno mismo la salvación, contemplarse el ombligo, no es la solución, como nos quieren hacer creer quienes se largan a Katmandu. La felicidad se halla afuera de uno mismo, y se logra solamente por medio de las relaciones con los demás. Nuestro objetivo debería ser el olvido del propio yo, no la autocontemplación. El hombre, sólo capaz de esto último, convierte una falta fundamental en una virtud y otorga a la autocontemplación la categoría no solamente de bien sino de Bien Filosófico, y así hace que parezca profundo.

A SCUM de nada le sirven las banderas, los desfiles o las huelgas para alcanzar sus fines. Tácticas semejantes son útiles solamente para las señoras amables y educadas que escrupulosamente llevan a cabo tales acciones porque poseen la garantía de su inutilidad. Además, sólo las mujeres-machos decentes y con una vida limpia, altamente entrenadas en sumergirse a sí mismas en la especie, se confunden con la masa y la muchedumbre. SCUM está constituido por individuos; SCUM no es una muchedumbre. Las acciones de SCUM serán llevadas a cabo por el número de personas estrictamente necesario. SCUM, además, egoísta, fría de cabeza no expondrá tontamente sus cabezas a las porras de los policias: eso es para las señoras de clase media, privilegiadas y educadas, que sienten gran estima por Papá y por el policía y manifiestan una fe ciega en la bondad intrínseca. Si SCUM realizara alguna vez una manifestación, marcharía sobre la cara estúpida y repugnante de Lyndon Johnson; si SCUM alguna vez va a la huelga, plantará largos cuchillos en la noche, no piquetes.

Las actividades de SCUM serán criminales no por simple desobediencia civil, por violar abiertamente la ley sino, para ir a la cárcel, para llamar la atención sobre la injusticia. Semejante táctica entra en el sentido del sistema y sólo sirve para apenas modificarlo, para cambiar ciertas leyes específicas. SCUM está en contra de todo el sistema, contra la idea misma de la ley y de gobierno. SCUM nace para destruir el sistema, no para lograr ciertos derechos dentro de él. Además SCUM – siempre egoísta, siempre fría – siempre evitará la detención y el castigo. SCUM actuará furtiva, sibilina, taimadamente (aunque a las asesinas SCUM siempre se las reconocerá).

Tanto la destrucción como el asesinato serán selectivos y discriminados. SCUM está en contra de las revueltas histéricas e indiscriminadas, sin objetivos claros, que tan fatales resultan, a veces, para sus propios partidarios. SCUM nunca alentará, instigará o participará en revueltas de ninguna clase o cualquier otra forma de destrucción indiscriminada. SCUM, fría, furtivamente, cazará su presa y se moverá con sigilo, en la sombra, para matar. Su destrucción nunca provocará bloqueos en las rutas necesarias para el transporte de comida y abastecimientos esenciales; no contaminará o cortará el agua, ni bloqueará las calles y el tránsito hasta el extremo de que las ambulancias no puedan circular o impedir el funcionamiento de los hospitales.

SCUM continuará destruyendo, saqueando, desorganizando y matando hasta que el sistema laboral-monetario cese de existir y se establezca la automatización total, o hasta que las mujeres necesarias cooperen con SCUM para alcanzar sus objetivos sin recurrir a la violencia, es decir, hasta que suficientes mujeres no trabajen o abandonen sus puestos de trabajo, comiencen a saquear, abandonen a los hombres y se nieguen a obedecer todas las leyes impropias de una sociedad verdaderamente civilizada. Muchas mujeres engrosarán las filas, pero habrá muchas otras, que hace tiempo se han rendido al enemigo, que están tan adaptadas a la condición animal, al machismo, (adoran las restricciones y las represiones, no saben qué hacer con la libertad) que siguen siendo aduladoras serviles y lameculos, así como los campesinos que cosechan arroz siguen siendo campesinos que cosechan arroz cuando un regimen deriba a otro. Unas pocas de las más veletas lloriquearán, se enfurruñarán y arrojarán sus juguetes y trapo de cocina al suelo, pero SCUM, su apisonadora pasará, imperturbable, sobre ellas.

Lograr una sociedad completamente automatizada es simple y rápido, en cuanto la demanda es pública. Los proyectos detallados para su creación ya existen, millones de personas trabajan en su realización, el logro apenas llevará algunas semanas. aún suprimido el sistema monetario, todos se sentirán felices de colaborar en la construcción de una sociedad automatizada. Señalará el principio de una era nueva y fantástica y el trabajo se realizará en medio de una atmósfera de fiesta.

La supresión del dinero y la institución completa de la automatización son objetivos básicos para todas las otras reformas de SCUM; sin ellas, las demás resultarían imposibles; con ellas, se producirán rápidamente. El gobierno caerá automáticamente. Por medio de la automatización completa, cada mujer tendrá la posibilidad de votar directamente por medio de una máquina de votar electrónica instalada en su casa. Como el gobierno está casi totalmente ocupado en la regulación de la economía y en legislar contra asuntos estrictamente privados, la supresión del dinero, y con él la de los machos empeñados en legislar la moral, significará que no habrá prácticamente nada que votar.

Una vez desmanteladas las finanzas, ya no será necesario matar a los hombres, se les arrancará el único poder que tienen sobre las mujeres psicológicamente independientes. Podrán imponerse solamente con las lameculos, a quienes les gusta que alguien las someta. El resto de las mujeres se ocupará en intentar resolver los pocos problemas que queden por solucionar antes de centrarse en la cuestión de la eternidad y de la Utopía. Se renovará completamente la enseñanza, y millones de mujeres podrán, en pocos meses realizar trabajos de alto nivel intelectual que en la actualidad requieren años de aprendizaje (puede lograrse con facilidad pues nuestro objetivo educacional es educar y no perpetuar una minoría académica e intelectual). Resolverán los problemas de la enfermedad, la vejez, y la muerte y rediseñarán totalmente nuestras ciudades y el habitat. Muchas mujeres, durante un tiempo, seguirán pensando que los hombres les interesan, pero en cuanto se acostumbren a la sociedad de mujeres y se concentren en la realización de sus proyectos, se darán cuenta de la total inutilidad y banalidad del macho.

Los pocos hombres que queden en el planeta podrán arrastrar sus días mezquinos. Podrán hundirse en las drogas o pavonearse travestidos, observar a las mujeres poderosas en acción, como espectadores pasivos, intentando vivir por delegación. También podrán ir al centro suicida del vecindario más próximo y amistoso para morir allí, en las cámaras de gas, de muerte serena, rápida, sin dolor.

Antes de que se instituya la automatización, antes de que los hombres sean reemplazados por las máquinas, el hombre debe ser útil a la mujer. Deberán recibir sus órdenes, satisfacer sus más mínimos caprichos, obedecer cualquiera de sus exigencias, adoptar una actitud de perfecta obediencia a su voluntad, en lugar de esta situación perversa y degenerada de los hombres de hoy, quienes no solamente existen, ensuciando el mundo con su ignominiosa presencia, sino que se dejan lamer el culo por la masa de mujeres que se posternan ante ellos, los millones de mujeres que adoran piadosamente al Becerro de Oro. El perro conduce al amo, cuando en realidad, de no ser un marica travestí, lo más aceptable para el hombre es postrarse delante de la mujer, como un esclavo. Los hombres racionales desean ser aplastados, pisoteados, exterminados y masticados, tratados como lo que son, perros mugrientos, y confirmar así su ser repulsivo.

Los hombres irracionales, los enfermos, los que intentan defenderse contra su repugnancia, al ver a las SCUM CARGAR SOBRE ELLOS, aullarán aterrados y se aferrarán a la Gran Mamá de las Grandes Tetas, pero las Tetas no les protegerán contra la arremetida de las SCUM; La Gran Mamá se aferrará al Gran Padre, quien, en un rincón, se cagará en sus dinámicos calzoncillos. Sin embargo, los hombres racionales, no patearán ni pelearán ni armarán una lamentable pataleta; se quedarán mansamente sentados, relajados, gozando del espectáculo, dejándose llevar por las olas hasta su fatal extinción.

Valerie Solanas

PERCEPCION DEL CUERPO

PERCEPCION DEL CUERPO Para entrar a las interconexiones entre el cuerpo y la simbolización del cuerpo propio, esto es, entre esa compleja relación entre la conciencia de nosotros mismos y nuestra corporeidad, hemos tenido en cuenta dos conceptos teóricos. Desde la psicología, sobre todo el psicoanálisis y las teorías de la percepción, hemos tomado las nociones de esquema corporal e imagen del cuerpo como propuestas constitutivas de la percepción del cuerpo propio.
Existen dos niveles dentro de un acercamiento a la temática corporal para los cuales hay que tener en cuenta al cuerpo-que-no-se-escribe diferenciado del cuerpo-que-se-escribe. Esto es, el cuerpo puede convertirse indistintamente en signo o en sema. Por un lado se nos presenta el esquema corporal y por otro la imagen del cuerpo.
Aunque antes ya se hablaba de imagen espacial del cuerpo, esquema postural y somatognosia, la noción de esquema corporal fue planteada por primera vez por Paul Schilder, neuropsiquiatra, en 1923, en un pequeño estudio titulado Körperschema, desarrollado luego con más amplitud en un libro bastante profundo y específico cuya traducción al castellano no respeta el sentido del título original e induce a equívocos pues confunde imagen corporal con esquema del cuerpo (Shilder, s/f).
Las investigaciones de Schilder en relación a este tema parten de un análisis del esquema postural del ser humano para entender que se trataba de algo mucho más fundamental: una estructura antropológica, es decir, tanto fisiológica como psicológica, y no sólo factor decisivo sino constitutivo de la persona humana. A partir de nuestro esquema corporal construimos nuestra identidad
El esquema corporal sería en palabras del propio Schilder la “representación que nos formamos mentalmente de nuestro propio cuerpo, es decir, la forma en que éste se nos aparece”.. Posteriormente se ha desarrollado con más precisión el concepto, pero en un principio se trata de la forma cómo esquematizamos mentalmente la disposición de nuestra masa corporal, incluyendo lo que está muy adentro (me refiero a órganos internos) o lo que la cubre (el pelo, los vellos e incluso los tatuajes).

ROCIO SILVA SANTISTEBAN