LIMA FRENTE AL ESPEJO
Por la misma convivencia, el racismo anda
medianamente menguado en los llamados conos. Aún quedan rezagos
de él, principalmente entre antiguas familias de la zona central de
la ciudad, obligadas a desplazarse, que continúan con recelo frente
a lo andino. Se dan primeros pasos. El desarrollo de comunicaciones
sociales internas y un proceso de educación libertaria, podría generar
comunidades basadas en formas de relación absolutamente ajenas a
las que hemos conocido hasta ahora: no ya el clan excluyente unido
por lazos de sangre y por costumbre, sino un cuerpo político sólido de
ciudadanos unidos por valores éticos basados en la razón (Bookchin),
donde la libertad y la solidaridad primen sobre la masa manipulable,
y las diferencias puedan ser integradas a favor del destino común. Es
imperante comprender que nos debemos a nuestros lazos sociales. Pero
mientras el consumismo se expanda y nos iguale en tanto consumidores,
vestidos con la misma ropa de cadenas y hablando similar castellano
aprendido en la televisión, primará sólo la ilusión de igualdad y libertad
al contado, ajena a toda concepción de reciprocidad y unión. Lejos
nos hallamos de estas comunidades nuevas y anhelables. Poco se
hace para mejorar la educación, que es una herida aún más honda
que el mismo racismo, pues la ignorancia suele ser su causa, así como
causa de otros tantos males. Las protestas de los padres de familia se
dirigen a tal o cual profesor o director, pero descuidan la totalidad del
sistema educativo. Se olvida que las escuelas, principalmente en zonas
de extrema pobreza, deben formar productores libres, capacitados
en distintas áreas del hacer, que puedan desenvolverse en distintas
ocupaciones, para evitar la maquinización y la dependencia, abriendo
la posibilidad de la autogestión; así como quienes tienen más vocación
intelectual, deben formarse como pensadores independientes y maestros
para las siguientes generaciones. De poco servirá al progreso comunal
si la educación no tiene una orientación solidaria, que comprometa al
individuo con el destino de su entorno. Estas afirmaciones atacan la
(des)educación mediática, fortalecida por las mismas municipalidades y
su tendencia espectacular-embrutecedora. Este andar a contracorriente
resultará una afrenta emancipatoria frente al egoísmo liberal, que puede
llevarnos a desarrollar nuevas concepciones del desarrollo y la riqueza,
no medidas en términos de capital. En la ignorancia no existe libertad,
así como en la ausencia de organización comunitaria no hay opción a
la resistencia frente a embestidas centralistas. Que sean entonces la
libertad y la resistencia nuestros nuevos indicativos de bienestar. Las
comunidades organizadas no podrán ser pasadas por encima: ellas
serán libres de decidir unirse en tanto conjunto de presión que pueda
negociar con el poder administrativo municipal (e incluso con el estado
mismo, si se llegara a formar una red de interconexión de las distintas
asociaciones comunales), o más bien opten por desarrollarse de forma
paralela, tratando de alzarse como fuerza productiva autónoma, capaz
de entablar relaciones con otras comunidades de forma directa. Este es
un proceso que debe inaugurarse en el ahora y para el cual no sobra
tiempo. Sólo la voluntad popular ha sido llamada para decidir sobre su
destino. Pero en la desorganización y el egoísmo no hay voluntad que
valga, más que la voluntad que se impone desde arriba, haciéndonos
deseable sólo lo que otros quieren que deseemos.
Artículo extraido de la revista Distancia Crítica Nº 5
. PEDRO FAVARON
(Lima, 1979), se encuentra próximo a publicar el
poemario Movimiento (Tsé-tsé, Buenos Aires).
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